Columna


Zanjas y lodo

PANTALEÓN NARVÁEZ ARRIETA

07 de julio de 2011 12:00 AM

PANTALEÓN NARVÁEZ ARRIETA

07 de julio de 2011 12:00 AM

En un principio resolví callar porque creí que el pavimento de las calles del Centro, luego de haber sido demolido para reemplazar las tuberías del alcantarillado, iba ser reconstruido en breve.En un principio resolví callar porque creí que el pavimento de las calles del Centro, luego de haber sido demolido para reemplazar las tuberías del alcantarillado, iba ser reconstruido en breve. Sin embargo, los días pasan y lo que uno ve son trincheras y lodazales, como si quien las rompió no tuviera obligación de poner las vías en el estado de transitabilidad que tenían antes abrir las zanjas y nosotros, tanto peatones como conductores, tuviéramos que soportar las incomodidades. Además, ante los reclamos, las autoridades piden paciencia, pero no explican las razones de la tardanza del contratista, como si ella no denotara negligencia.
Quien entienda que unos trabajos repercutirán en beneficio de la comunidad no arma alharaca porque rompan unas lozas del pavimento y hagan unas excavaciones. A la postre las molestias que se derivan de ese tipo de obra demoran a lo sumo una semana. Pero lo que ocurre con el centro de Sincelejo ha superado lo previsible, no sólo porque luego de más de cuatro meses el pavimento continúa sin reconstruir, sino porque ahora están cerrando las calles que circundan la catedral y el parque, ocasionando con ello trancones que al parecer soportaremos durante un buen tiempo, todo porque las autoridades están empeñadas en impedir la circulación de vehículos por ellas. 
Yo (y seguramente también usted), sin ser experto en planeación urbana, cuestiono la tardanza en las reparaciones y el cierre de vías en una ciudad que carece de ellas y que no tiene un servicio de transporte. Por más que pienso no atino a encontrar una respuesta que me satisfaga. Alguien afirmó que el Alcalde quiere desestimular el uso de autos particulares para ayudarnos a entender las bondades del desplazamiento en motocicleta. Otro comentó que ante la precariedad de medios para pagar a los empleados, él encontró la fórmula para reducir el número de agentes de tránsito y paliar los efectos del déficit fiscal.
Estos comentarios, como otros que se sueltan a diario en el parque y sus alrededores, me parecieron especulaciones para ponerle humor al desconcierto que provoca la prolongación del deterioro de las vías, sin que ninguna autoridad se inmute por el lodazal en que se convirtió el sector comercial de la ciudad. Hemos comenzado a sentir que el Alcalde se desentendió del tema. Por eso, aunque intuyo que no aceptará, lo invito para que presencie la dificultad con que bajan los vehículo desde la iglesia hasta el hotel Majestic o se percate del embudo en que se transformó el cruce de las calle y carrera 20.
Nadie puede desconocer que el número de los automotores que circulan por la ciudad crece mientras las calles se reducen, no sólo por el cierre que de ellas determinan las autoridades, sino por las obstrucciones que, con la complacencia de los pocos agentes del Tránsito con que aquí contamos, provocan los conductores que se estacionan a recoger pasajeros junto a los semáforos o al frente de las casetas en donde reparan llantas y que se levantan aledañas a las aceras de las vías que, se supone, sirven de arterias para descongestionar el Centro, como ocurre con la que instalaron cerca del cruce de la avenida Luís Carlos Galán con la avenida Sincelejo.
El Alcalde todavía está a tiempo para restituirle la cara amable al Centro.

 

*Abogado y profesor universitario.

 

noelatierra@hotmail.com

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