Columna


Zapatos

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

11 de junio de 2011 12:00 AM

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

11 de junio de 2011 12:00 AM

Para andar y pisar sin recibir daño o maltrato se ha querido proteger los pies. Así surgieron los zapatos, calzado que no pasa del tobillo. Además de la función encomendada han recibido toda clase de referencias. Saber donde aprieta el zapato es conocer a cabalidad la situación que se presenta. Es tener el diagnóstico preciso de un problema. No llegarle a alguien a la suela del zapato es una comparación rotunda, casi insultante, entre dos personas. 
Si alguien escribiera una historia del calzado le surgirían sorpresivas observaciones. Antes los mandamases sólo usaban sandalias y muchos de los grandes pensadores andaban descalzos. No nos imaginamos a Diógenes metido en un barril con zapatos puestos, ni a Platón pendiente de los suyos. Tal vez por eso los miembros del Jet Set no quieren usarlos. Las sandalias son las preferidas aun cuando la ocasión exija el más formal de los atuendos.
Desde los rimbombantes Bally hasta los más “perratas” son responsables de mil vainas. Cada par tiene su trayecto marcado desde que sale de fábrica: en algún punto de su “alma” lleva un programa con todo el camino que ha de recorrer hasta terminar. Tal es la fuerza de esa fatalidad: nada se puede hacer cuando se meten los pies en unos zapatos nuevos. Los viejos, solamente inspiran ese cariño que profesamos a la ciudad que vivimos, según el genial tuerto.
Los zapatos comienzan a andar hacia el bien o hacia el mal, según un azar que está previamente determinado en las suelas. De allí viene la variedad de la conducta, y también la incertidumbre de los itinerarios que definen la existencia humana.
Bajo la inspiración de sus propios zapatos la gente camina. Unos tienen tendencia a los peligros, mientras otros realizan el rutinario laberinto de cada día: de la casa al trabajo, y del trabajo a la casa.
Hay algunos modelos de zapatos que obligan a sus dueños a pisar alfombras de grandes salones, pero todos están sometidos a la ley de la gravedad, y sólo por eso no pueden volar.
Unas zapatillas concretas ganarían los cien metros planos, aunque no llevaran un atleta dentro. Ciertas botas aplastan por sí mismas la cabeza de los vencidos y luego desfilarán solas por la avenida de la victoria sin ejército alguno.
Las infinitas sandalias que otorgan devoción y mística son capaces de engendrar encima de ellas una legión de profetas, y unas sagradas pantuflas con hebillas y brocados forman cualquier obispo.
Así como el cuento de la camisa del hombre feliz, que no la tenía, y los descamisados de Evita que no lo eran, los descalzos durante el sueño son libres.
Pero cada mañana al pié de la cama todos los zapatos del mundo esperan a que el sueño acabe. El cuerpo humano subyugado se introduce en ellos, y entonces la energía que los zapatos reciben desde lo profundo de la tierra pone en acción la maquinaria de la sociedad. Nadie sabe a qué lugar le pueden llevar los zapatos ese día, a qué gloria, a qué fracaso, a qué antro.
A donde quiera que vayan los zapatos, tú no tendrás la culpa de nada, ya que no habrás hecho sino seguirlos. Estas observaciones han sido destacadas en una reciente sentencia de la Corte, que fue adoptada de acuerdo con la Constitución y las Leyes. Novedosa tesis sobre la responsabilidad.

*Abogado, Ex Gobernador de Bolívar y Ex parlamentario.

augustobeltran@yahoo.com
 

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