Columna


¡Libertad, libertad, Presidente!

JORGE CARCAMO ALVAREZ

10 de enero de 2012 12:00 AM

JORGE LUIS CÁRCAMO ÁLVAREZ

10 de enero de 2012 12:00 AM

Repitiendo el estribillo ¡libertad, libertad!, el pasado 4 de enero, los magangueleños apostados en las calle de las Flores recibieron al Presidente Juan Manuel Santos. Fue esa la petición generalizada. Sus moradores olvidaron sus incontables necesidades para exigirle solo que se les garantizara el derecho a vivir en libertad y ser gobernados con justicia.
La visita sorpresa del Presidente Santos se convirtió en un nuevo hecho histórico. Hacía solo pocos meses, Marcelo Torres había derrotado a un sistema de gobierno opresor, fundado en el abuso y en el fraude, que parecía imposible de vencer. ¡Sí, pues era el David de la dignidad contra el Goliat de la tiranía!
Luego de vítores y aplausos, cuando reinó el silencio, el mensaje del Presidente fue directo, sin ambages: “¡vengo a decirle a Magangué y a su Alcalde que no están solos!” Fue, entonces, cuando la multitud que  lo rodeaba se llenó de dicha, porque esas eran las palabras que quería escuchar. Reinó la emoción, y a los presentes se les volvió a tatuar el rostro con el color de la esperanza.
Al filo de la media tarde, el Presidente dijo que la visita no solo era de cortesía con el alcalde, sino que también entrañaba una agenda de trabajo. ¡Obras son amores y no buenas razones, afirmó! Sin dilación, en las instalaciones del Concejo, el mismo Presidente dirigió un improvisado Consejo de Gobierno, para conocer de boca del Alcalde y de sus colaboradores los problemas más sentidos de la ciudad.
Mientras el Ministro de Minas y Energía, que fungía como secretario, tomaba notas, el Presidente impartía órdenes. Al ministro de salud le pidió la inmediata dotación de los doce puestos de salud del Municipio. Al Director de Cormagdalena le solicitó retornar sin demora el banco de maquinaria, que se había perdido por la incuria del anterior gobierno. Y así, tema por tema, fue agotando la agenda.
Esa tarde fue como sacada de Macondo, la canícula que ardía desde las horas de la mañana fue cediendo a una brisa fría. Y no pasó mucho tiempo para que llegara la lluvia. El poeta Sarabia, testigo de excepción de lo acontecido, dijo en el parque de las Américas, que el agua que caía del cielo eran en realidad lágrimas de dolor de Dios, que vertía sobre este rincón de su reino, para limpiarlo de tantas inmundicias acumuladas.
De allí, que son muchos los que ven el 30 de octubre de 2011, día en que Marcelo ganó las elecciones, y el 4 de enero del presente año, día de la visita del presidente Santos, como fechas emblemáticas, que señalan un nuevo comienzo para la vida política, económica y social del municipio.
Marcelo es un alcalde que goza de la legitimidad suficiente para erradicar la corrupción y a los corruptos, que esquilmaron el erario. Cualquier tipo de agresión que se haga en su contra compromete al conjunto de la sociedad colombiana, pues los ojos del país están pendientes de su gestión.
La credibilidad y el reconocimiento nacional de Marcelo es prenda de garantía para adelantar una gestión exitosa. Él está fuera de toda duda. Sus colaboradores tienen que entender que no se trata solo de hablar de cambio para que paradójicamente las cosas sigan igual, como en la novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, Gatopardo.

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