Juro que tenía a la empleada doméstica aleccionada, que la adoctriné, que la preparé para que si se presentaba el día en que alguien la llamara y le dijera que me encontraba en aprietos o en problemas legales y que era necesario que llevara a algún sitio mis “cositas bajo llave”, debía consultar primero a mi esposo, a mis padres o a mí misma antes de enloquecerse y volverse una autómata obedeciendo órdenes de un desconocido. Juro que tiene una lista adherida a la puerta de la nevera con imanes de colores sugestivos en la que aparece toda mi familia con nombres, celulares, y teléfonos fijos. ¡Pero sucedió! Llamaron exitosamente. No hicieron nada que no supiéramos, la modalidad fue la misma de siempre y los estafadores una vez más se alzaron con el botín. Mucho o poco eran “mis cositas bajo llave” y duele perderlas de forma tan absurda; quizás consuele más que exista un asalto cinematográfico o algo más comprensible que escuchar la voz de un empleado angustiado, con los ojos abiertos como platos, tratando de justificar haberlo entregado todo para salvarme de las fauces de la justicia, o de un embargo inminente, sólo creíble para alguien que nunca fue entrenado para manejar exitosamente un engaño tan bien articulado. Estas personas, los delincuentes, más que inteligentes o astutas, han profesionalizado su negocio hasta volverlo infalible. Ponen en el borde del abismo a nuestros empleados leales hasta convencerlos de que la única forma de salvarnos del caos es seguir las instrucciones de una voz exaltada que uno a uno les va diciendo los pasos que deben dar sin permitirles oportunidad para pensar. Me pregunto, ¿cómo elaboran el plan? Asumo que con instrucciones de un experto, se someten a repetir y repetir el show hasta que éste considere que están capacitados y les dé el visto bueno para que salgan a las calles a apoderarse de lo ajeno. Habrá unos buenos y otros que no pasan el examen y deben dedicarse a otra actividad quizá peor…; Para defendernos de estos preparados antisociales, propongo entonces un entrenamiento similar para nosotros y nuestros colaboradores. Ponernos a practicar una y otra vez, hasta que detectemos fácil y rápidamente las malas intenciones del interlocutor y seamos capaces de hacerles creer que nos engañaron y, apoyándonos en la Policía, salgamos al encuentro de los malhechores, haciéndoles creer que alguien les lleva el botín, logrando hacerlos caer en su propia trampa. Esto implicará ensayos repetidos hasta llegar a la perfección y los entrenadores podríamos ser los dolientes potenciales, las posibles presas. ¡No basta con la advertencia! Somos ya muchos los que engrosamos la lista de víctimas de esta patraña hábil y no podemos continuar así. Puede parecer tonto pero debemos hacerlo porque la frecuencia con la que logran engañarnos es mucha. También podría funcionar que la Policía organizara brigadas de capacitación en los parques de los diferentes barrios y las anunciaran para asistir junto a nuestros empleados y practicar. Las mías fueron “cositas bajo llave”, las suyas pueden tener mayor valor. Entrénese debidamente con su equipo para que no sea usted el próximo en vivir esta experiencia desagradable. *Directiva empresarial VGiaimo@mundialseguros.com.co
NOTICIAS RECOMENDADAS
Comentarios ()