Columna


¿Frutas?

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

03 de marzo de 2012 12:00 AM

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

03 de marzo de 2012 12:00 AM

Quizás el interés por las frutas comenzó con la madre Eva en el paraíso. Un antojo suyo por la del árbol prohibido trajo consecuencias que nos presentaron como patético castigo.  
Ese paraíso terrenal dizque era un lugar lleno de esplendor, donde vivió con Adán una época aburrida de felicidad insípida, hasta cuando episodios conocidos motivaron su expulsión. Parece que los primeros padres se hastiaron de aquel estado de idilio sin sombras y sin peligros. Eva tiene, más que Adán, el mérito de habernos liberado del paraíso. Lo grave es que anhelamos regresar a él. 
Los poderosos del primer mundo iniciaron una campaña para promover la manzana como el fruto que sedujo a Eva. También fue involucrada en el asunto de la ley de la gravedad, cuando al viejo Newton le cayó una encima y empezó a explicar leyes y axiomas.
Hemos tenido alguna antipatía por la manzana, pese a que nos gustan los boleros de Manzanero. Pero la manzana de Guillermo Tell es una Suiza Estupidez. Esa fruta lejana a nuestro canicular entorno la usaron todas las brujas para encantar niñas hermosas en cuentos bobalicones.
Ahora que hay tantos planificadores desocupados elaboran toda clase de investigaciones, que terminan en algo que llaman estrategia de mercado. Pues bien, el último estudio conocido de una prestigiosa firma alemana indica que no es la manzana la fruta que más se consume en el planeta, sino el plátano.
No discriminan si se trata de platanito, banano, guineo, plátano hartón, platanito manzano (dale con la palabreja), cuatro filos, y otras variedades. En nuestra región hay tal diversidad de frutas con exquisitos sabores,  que nunca hemos considerado al plátano como tal. Definitivamente es algo más.
Qué bueno este reconocimiento al plátano. Por otra parte habíamos sospechado que en lo de Adán y Eva, no hubo manzanas, sino plátano de por medio. Aún cuando suene a vulgaridad ramplona.
Al plátano y al sol se les ha degradado en la escala social. Son considerados insignias de la pobreza, compañeros de la miseria. Quienes tienen hábitos alimenticios que incorporan al plátano son la gente con menos ingresos del planeta. El letargo que propicia la canícula y la pesada digestión del plátano significa pobreza, atraso, y subdesarrollo. 
Sin llegar a los peyorativos apuntes sobre una banana republic, transitamos la exquisita ruta del patacón. Con el sabor elemental de las tajadas de plátano verde o la dulzura del plátano maduro, la vida es otra cosa. Nuestro paladar está comprometido, sin remedio, con una dieta rústica que nos domina desde la infancia para siempre. Los artificios de los gourmets son una aventura. Siempre volvemos a lo nuestro.   
La mata del plátano es de un verdor hermoso que agrada y refresca la vista. Es exigente. No produce sino en tierra húmeda, fértil y fresca. Claro que nunca colonizará las fértiles planicies del Tennessee Valley.
Las compotas más nutritivas, esas sopas de plátano que muchísimas madres obligan a tomar, aseguran a sus pequeños salud y fuerza. Así el color y la presentación de ese mazacote no sea grato a la vista, todo infante en el Caribe recibe su bautizo nutritivo.
A quienes con dieta y ejercicio pretenden recuperar juventud, algunos guasones les dicen: "plátano maduro no vuelve a verde".
*Abogado, Ex Gobernador de Bolívar y Ex parlamentario.
augustobeltran@yahoo.com

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