¿Acaso no basta uno solo de la serie de abominables crímenes cometidos y confesados por los paramilitares, cuya reseña llevan a diario los medios de comunicación, para que quien los comete sea condenado a la máxima pena que concierta el Código Penal colombiano? ¿Hasta cuando la sociedad colombiana va a tolerar las “confesiones”, con visos de actos heroicos, de las atrocidades cometidas por paramilitares sin que la Justicia produzca las condenas ejemplarizantes que tan execrables conductas imponen y demandan? ¿Quién resarce en la dimensión moral, ética y social, a las víctimas de los paramilitares? ¿No es la impunidad otra forma aberrante de victimización de aquellos que fueron descuartizados, decapitados, degollados o abiertos sus vientres y lanzados a los pestilentes ríos de una patria que ni se inmuta ya de este perpetuo fluir de la muerte atroz? ¿Qué se ficieron los que idearon, crearon, “legalizaron”, apoyaron, financiaron, promovieron y hasta por probar puntería ejecutaron a miles de sus compatriotas o los pasaron por el cuchillo o los dieron como bastimento a las fieras? ¿A dónde están? ¿Quiénes son y a quién invocan para no ser tocados por la vara de la justicia y la providencia de la ley? ¿Por qué el Estado, que sabe dónde encontrarlos y como someterlos, permite aún que esos escuadrones de malhechores a los cuales se les decretara la impunidad a cambio de que cesaran en sus siniestras conjuras no procede con todo su poder y los contiene para siempre? ¿O será que ese ir y venir sobre la carnicería humana desatada hace parte del proyecto fatalista que creemos sea, o nos han hecho creer y aceptar, que es la nación colombiana? ¿Es sobre la sangre, la perpetua y violenta sangre que se derrama a torrentes, sobre la cual navega nuestro destino? ¿Cuánto llevamos y cuánto más nos llevará oyendo y leyendo de las “hazañas”, del “orgullo”, del “valor”, del “compromiso por la patria”, de miles de paramilitares descuartizadores de hombres, mujeres y niños; de psicópatas y alienados refugiados en leyes débiles y amnistías indecorosas; de torturadores de la vida y la esperanza de tantos colombianos? ¿Cuánto seguir tolerando y aceptando con indiferencia colectiva sus felonías a la condición humana? Sí, porque de otra manera distinta de felonía a la condición humana no es concebible el silencio ominoso de la sociedad, la ley y la justicia, frente a la hecatombe producida por los paramilitares en el más breve y aciago periodo de la historia de Colombia. Una historia de apenas dos siglos en tiempo, más sempiterna en desgracias y laceraciones al alma nacional. ¿Hasta cuándo vamos a aguantar la sociedad, la ley, la justicia, el Estado, las “hazañas” de aquellos que, como los “cinco peores asesinos de las Auc”, nos traen cada día los periódicos? ¿Hasta cuándo las historias macabras, con visos de hazaña, de tantos alias que “alimentaban sus demonios (tatuados) untándole sangre de sus víctimas”? (El Tiempo, Domingo 31 de Octubre de 2010, página 6 ¿Hasta cuándo? *Poeta elversionista@yahoo.es
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