Como ciudadano me enfrento al problema de cómo y por quién o quiénes votar en las elecciones de octubre. Lo resolveré de la manera indicada por mi conciencia, es decir, ideológicamente con exclusión de personas que no sean de izquierda. No lo haré por lo que me dicte el corazón, ni el estómago, ni mis amistades, ni mi situación personal, sino, repito, la conciencia, esa señora genial, superior, resistente a toda presión, la única a la que le cabe la democracia real en la cabeza.
Residenciado en Cartagena debo concretarme a su mapa político. Siendo yo liberal de izquierda, independiente del centro-derechista Partido que hoy explota electoralmente el glorioso viejo nombre, hallo que en la ciudad no fue inscrito ningún candidato de ese Partido, doble razón que afortunadamente me libra de sufragar por uno de sus supuestos miembros, lo cual prueba sus falencias de opinión. Convertido el PLC desde hace algún tiempo en empresa neoliberal cuyos fines impiden la discusión en su seno de grandes temas ideológicos, económicos, políticos y sociales como ocurría en el viejo del que fui dirigente nacional y que dos veces me condecoró, está sometido sin dudas a las soluciones que proponen las empresas del gran capitalismo que ahora lo inspira y financia. Estas, dada su esencia, buscan principalmente jugosos contratos para escogidos militantes, ajenos a toda connotación ideológica, circunstancia que les borra cualquier factor democrático y lo inclina a transformarse en colectividad retardataria guiada por los insumos de la reacción.
Queda el candidato “liberal” a la Gobernación, que mientras no afirme públicamente que es de izquierda democrática y lo demuestre con actos de campaña no ha de merecer mi apoyo. Tal vez funge de buena persona, inteligente, ¿pero de qué me sirve que lo sea si es de centro o centro-derecha, antípodas de mi pensamiento, a los cuales servirá mejor que otros porque precisamente es bueno e inteligente y los reforzará, aumentando el número de mis adversarios? No, que así mi voto jamás obtendrá.
Ante esa evidencia no me queda sino soñar, esperar que un rayo de luz democrática me señale el camino a seguir frente a tal mar de dudas. Por los medios de comunicación y personalmente por Wilson Borja, ex representante del PDA y uno de sus más caracterizados dirigentes, recientemente absuelto por la Corte Suprema de Justicia de los cargos de fariano encubierto, quien me hizo el honor de visitarme mientras hace algunos días me hallaba hospitalizado, me enteré de la candidatura de Aurelio Suárez para la Alcaldía de Bogotá cuyo programa me entregó y cuya lectura adelanto. Suárez es un calificado profesional, dirigente del PDA, amigo del senador Jorge Enrique Robledo, de gran calado izquierdista.
Al conocer su postulación, me dije: si en Cartagena no tengo por quién votar, ¿por qué no apelo a mi capacidad de soñar y con alas imaginarias el domingo electoral vuelo a Bogotá y consigno mi voto por el único candidato real de izquierda democrática que disputará con otros tan alto honor? El único, porque los restantes son neoliberales, filouribistas todos, reaccionarios los más, en este país derechizado criminal y enfermizamente.
Y águila de izquierda liberal volaré el 30 de octubre a Bogotá y sufragaré por Suárez.
*Abogado, catedrático, ex Representante, ex Senador, ex Gobernador, ex embajador ante la ONU.
jangossa3@gmail.com
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