Busquemos una respuesta contundente, eficaz, pronta, que mejore en 90% las condiciones de vida en Cartagena, una ciudad romántica, poética, musical, valiosa, pero a su vez con una polaridad extrema.
No queremos inculpar a nadie, porque es muy sencillo apuntar hacia la desidia y no encontrar culpables porque “la culpa es de la vaca”. Escarbando en el meollo del asunto, a la hora de la verdad todos se sortean la responsabilidad y los interrogantes se convierten en conjuntos vacíos, dejándonos cada vez más en el limbo, al azar y en esa búsqueda perpetua por hallar el equilibrio, la estabilidad y la seguridad en una ciudad que tiene todos los escenarios para el progreso y posiblemente, constituirse en el paraíso terrenal o por qué no, en un recinto de ambientes sosegados, pero nuevamente la delincuencia común arremete con todos los “hierros” y día a día suceden desde un simple atraco, robos millonarios y balas perdidas, hasta llegar al límite: la muerte.
Lo paradójico es que en los noticieros y periódicos, lo que más vende son los titulares morbosos: hechos y hazañas como atracos, balaceras, secuestros, muertes violentas, corrupción, desfalcos, revueltas, asonadas, paros, huelgas, quejas y más quejas, y todo lo asqueroso que atenta contra la integridad del ser humano. A la comunidad no le queda otra salida que retroalimentarse de lo improductivo.
No sé si las cosas empiecen por la trillada desocupación, desempleo, falta de oportunidades, deserción escolar, educación en valores, reorganización social, o por la costumbre y hábito de ciertos seres humanos, que en sus momentos de ocio maquinan lo macabro para salir en busca de la mal llamada chamba o sustento, acostumbrándose cada vez más a extender la mano para pedir una limosnita en un semáforo, en cualquier esquina, en su venta callejera de cachivaches o forzadamente con su arma blanca o revólver hasta dar el golpe certero.
Cada vez más se topa una con situaciones de grueso calibre, sin precisar a ciencia cierta qué es lo que realmente se está haciendo para salvar la convivencia, dar oportunidad a todos de poder organizarse mejor y lograr -como lo mencioné antes- un progreso masivo para una ciudad que bien puede ser ejemplo para muchas más si tenemos en cuenta el censo poblacional.
No podemos aceptar el adagio popular “amanecerá y veremos y el ciego nunca vio”, o la consabida frase: “esperemos para ver con qué cuento nos sale el próximo alcalde”. Este ejercicio lo venimos repitiendo desde hace décadas y no es posible vivir en una esperanza colgada de un alambre de púas, saltando por aquí y por allá para ver qué ocurrirá.
Repito, señalar a alguien directamente es llover sobre mojado, pues lo que más importa es que se logren concretar las posibles soluciones para sacar adelante la problemática que se abanica con la brisa marina y se convierte en tromba.
Lo verdaderamente importante es que en lo posible y por prioridades, encontrar las soluciones y encausarlas, ya que todo es posible si se ejerce la autoridad (no autoritarismo) con firmeza.
En muchos aspectos, la Alcaldesa y su equipo nos han demostrado que cuando se lo han propuesto, las cosas caminan y funcionan. Es por eso que le pedimos que en lo mencionado, golpeé más duro. Déjenos ese regalo.
*Escritora
licorcione@gmail.com
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