Es un dios implacable a la hora de hacer una película. Darren Aronofsky (Brooklyn, Nueva York, 1969), es homenajeado a las 6 de esta tarde en el Teatro Adolfo Mejía, en Ficci 2015. Es una de las grandes estrellas de este festival cinematográfico, el más antiguo de América Latina. Sus seis películas forman parte del patrimonio del cine del mundo. Nadie puede olvidarlas El cisne negro (2010), Noe (2014), Réquiem por un sueño (2000), El luchador (2008), entre otras.
Darren Aronofsky dice que no hay pequeñas ni grandes historias, sino formas de contar una historia en la que el espectador se sumerja en la mente del personaje.
Darren es un apasionado y obsesivo en el momento en que filma una película.
Esa energía implacable lo ha llevado a atraparnos en mundos sutiles y despiadados en donde confluye el amor, el delirio y la muerte. El patriarca bíblico de Noé en sus manos cobró otra dimensión, ajena a la ordodoxia religiosa, porque su arte es la libertad de crear mundos subjetivos.
Al igual que El cisne negro, que nos entrega la paradoja de la inocencia y la crueldad. Ese filme mereció cuatro nominaciones en los Globos de Oro 2011 y cinco en los Premios Óscar.
El cine se parece a la vida pero inventa otros mundos posibles donde la inocencia puede ser espantosa y la crueldad puede tener el ingrediente de una fascinación inusitada y perversa. El artista de las imágenes se reiventa a sí mismo en cada obra. No solo es uno de los más destacados del cine estadounidense, sino un genial director que logra ir al corazón de sus propias historias. Darren ofrecerá un master class y una rueda de prensa en Cartagena.
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