Cultural


Cuba y Colombia unidos por la canción "Rosa, qué linda eres"

GUSTAVO TATIS GUERRA

21 de marzo de 2016 12:00 AM

“Rosa, qué linda eres” es una joya musical de 1927, cuya primera versión es del Sexteto Habanero, revelación que prueba que esa canción no es compuesta por los que  hasta la fecha se atribuyen su autoría: Ni el gran Magín Díaz que tenía 9 años cuando apareció la canción, ni Irene Martínez que también era una niña en el Gamero de los años veinte. Mi conclusión luego de haber hablado con Irene poco antes de morir y Magín Díaz en este 2016 es que la canción se tocó por primera vez en los sábados de tregua al atardecer por los cubanos que trabajaban en el Ingenio de Sincerín en el que también trabajaban Rafael Cassiani de Palenque y Magín Díaz de Gamero. El dato me lo ha confirmado Magín al recordar a algunos de los ingenieros cubanos. La simbiosis habanera y palenquera dejó frutos musicales tanto en Cuba como en Colombia.

El Sexteto Tabalá asimiló lo mejor con su marímbula y no perdió su raigambre ancestral palenquera. Magín Díaz, de 96 años, tiene el gran mérito de haber hecho la primera versión en formato de chalupa, y se la dedicó a su amiga Rosa Torres, según me contó. Irene Martínez tiene el gran mérito de haber realizado la primera versión en bullerengue en los años 80 con Los Soneros de Gamero que la popularizó por toda Colombia.

La versión cubana también es heredera de aportes de tradición oral en España y aportes decisivos del ingenio creativo de Cuba y Colombia. Creo que la versión colombiana tiene su propia belleza, autenticidad y vivacidad. Entre la Rosa cubana y la Rosa palenquera y gamera hay una cadencia que solo está en nuestros campos de hombres y mujeres descendientes de aquellos cimarrones que huyeron de la impiedad española de la esclavitud. En el pelo de las mujeres estaban los mapas y las semillas de la libertad, pero también los cantos ancestrales y la música secreta de la resistencia. Hay que disfrutar de las dos versiones embrionarias tanto de Cuba como de Colombia, para sentirnos atados con orgullo al fluir rítmico y sonoro incesante de nuestros ancestros.

De la interpretación que hace el Sexteto Habanero descubro que la versión cubana es triste, es una elegía, es un danzón lastimero para una Rosa muerta. Mientras la versión colombiana es una Oda festiva, celebratoria para una Rosa viva y bailoteante. Fue significativa en esta pesquisa histórica el aporte del periodista Rubén Darío Álvarez.

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