Cultural


Roberto Bazlen, el autor de un bello libro inconcluso

Por estos días se cumplen 55 años de la desaparición de Roberto Bazlen, autor de ‘El capitán de altura’.

GUSTAVO TATIS GUERRA

02 de julio de 2020 11:52 AM

Siempre he tenido compasión por esa bella y pequeña novela inconclusa que es ‘El capitán de altura’. de Roberto Bazlen (Trieste, 1902 - Roma, 1965), que publicó en 1996 Trama Editorial. Los 55 años de la desaparición del escritor se cumplen por estos días lluviosos de cuarentena. A Bobi, así lo llamaban sus amigos, le debemos la pasión por leer novelas y cuentos, y traducir a grandes escritores del mundo para los lectores italianos. Era amigo de Ítalo Svevo, Eugenio Montale, Umberto Saba, Sergio Solmi, y fue quien descubrió como lector infatigable a autores como Kafka, Gide, Faulkner, Eliot y Joyce, que divulga y traduce al italiano. Bobi fue quien diseñó el programa editorial de Eunaudi, que publicó gracias a su impulso a autores universales como Musil, Broch y Gombrowicz.

Bobi Bazlen era un hombre que se la pasaba todo el día en su cama leyendo libros y fumando. Tenía un refinado criterio para descubrir escritores, pero cuando le propusieron que él publicara algo, él -de manera exigente y perfeccionista- dijo que nada merecía llevar aún su firma. Cuando murió descubrieron que había estado escribiendo, desde 1944 hasta 1965, una novela que dejó inconclusa: ‘El capitán de altura’. Una novela que no pasa de 180 páginas, pero que al leerla uno tiene la sensación de que es mucho lo que el autor había destruido buscando la perfección. Cuando la leí quedé atrapado y hubiera deseado que la vida le hubiera permitido a Bazlen culminarla. Ahora, en la cuarentena, salí a buscar la novela para releerla con la pasión de quien se mete dentro de un barco que ha naufragado a ver qué encuentra, y hallé el libro perforado ya por la codicia de los comejenes que no alcanzaron a comérselo todo y mucho menos a devorar sus sabias y poéticas sentencias. Bazlen volvió a deslumbrarme con tantas frases bien escritas, aforísticas. Una de ellas dice: “El amor significa libertad y la libertad engulle al amor”. La estructura del libro son una serie de cuadernos experimentales, con una carga surrealista impresionante. Bazlen dice unos disparates hermosos en este libro sobre la vida, el amor y la muerte. El libro está concebido para que el lector lo complete desde sus primeros capítulos. Y Bazlen nos atrapa, nos adentra en sus historias, y nos abandona para que nosotros mismos terminemos el libro. Es un libro experimental esta novela, construida con una serie de historias abiertas con ritmo narrativo y manejo de imágenes. El autor dejó deliberadamente esos espacios en blanco para que el lector los completara. Y en todo eso hay una cierta suerte de ingenuidad, inocencia, sabiduría o abandono del talento personal. En vida, Bazlen no publicó ningún libro. El capitán de su novela es un hombre que persigue el canto de las sirenas, pero ni siquiera él es capaz de atrapar esos cantos a la deriva del mar. Es, como bien lo dice Roberto Calazzo, su traductor del alemán, una anti Odisea. En el cuaderno A, el capitán naufraga y es engullido por una ballena. En el cuaderno B, se narra el naufragio de manera inconclusa y fragmentaria. En el Cuaderno C se narra el naufragio del capitán hasta el final. La novela tiene dos versiones del mismo naufragio. En el Cuaderno B, el capitán es rescatado en una isla, luego de que la ballena lo ha expulsado. En este cuaderno se cuenta además que el abuelo del capitán también había sido devorado por una ballena, sin poderse liberar. En el Cuaderno D hay apuntes de aspectos narrados en la primera parte. Y escenas que esperaba desarrollar.

Así escribía Bobi Bazlen

“¿Estuve en el vientre de la ballena, o no? No recuerdo absolutamente nada de cómo entré, pero cómo era por dentro, y cómo salí, lo veo tan claramente ante mí, debí de ser más estúpido que ahora, pero entonces puedo decirlo...”.

“Tu abuelo se cayó al agua durante una cacería de ballenas y que fue engullido por una ballena. ‘Ah, ése’, dijo el capitán desdeñoso. ‘Ése no salió jamás’”.

“Las hortensias simbolizan el amor eterno. Y no huelen. Creo que el amor eterno ha perdido su fragancia. Lo que es seguro es yo no te amo y que tú no me amas. Somos demasiado maduros y demasiado libres para eso... El amor significa libertad, y la libertad engulle al amor. También se podría decir que cuanto más se ama, menos se ama. Lo que hoy la gente llama amor es obsesión, seducción, inversión, es pegarse a las antologías en la escuela primaria. Ojalá madure ahora la humanidad, un par de guerras mundiales más, un par de crisis de pubertad y acabaremos con todo ese parloteo sobre el amor. ¿No estás de acuerdo?”. Y la mujer de la novela dice un disparate: “Ahora sería el momento de hablarle del pantalón rojo”, se dijo la mujer. Y se limitó a decir: “Creo que tienes razón”. Estaban de acuerdo, y empezaron a besarse apasionadamente.

En otra escena: “La cicatriz negra: él quiere borrarla con el dedo y se da cuenta de que es una quemadura. ‘Hay que tener cuidado’, dijo el capitán. La cara de la mujer se ensombreció, pero en seguida, volvió a iluminarse”. Ese es el tono de la novela de Bazlen, que recomendamos.

Bazlen fue un crítico de grandes escritores y amigo cercano del genial James Joyce. Las editoriales le consultaban a él. Roberto Calazzo ha recogido cartas, textos y comentarios críticos que dejó Bazlen, que prueban la grandeza de un escritor que se negó a publicar, teniendo un talento extraordinario, un conocimiento de la literatura y la admiración de grandes poetas, novelistas y ensayistas del mundo.

Además de ser amigo personal de Ítalo Calvino y Eugenio Montale, quien le dedicó uno de sus libros, fue el descubridor de Ítalo Svevo. Tradujo la primera edición al italiano de ‘Interpretación de los sueños’, de Freud, la obra de Kafka, Robert Musil (’El hombre sin atributos’), Carl Gustav Jung, entre otros.

Epílogo

El capitán de la novela está sentado conversando con un chino. Están en “un cenador lleno de rosas y hablan de tormentas y las calmas del mar, de la esencia y los fantasmas de la tierra, de las estrellas y las nieblas del cielo. Pero cundo anochece y se enciende la lámpara de aceite concluyen la conversación...”

En 1965, al morir Bazlen, sus familiares buscaron entre sus cosas personales lo que había dejado guardado en alguna gaveta de su escritorio. Encontraron muchos papeles y esta novela inconclusa que aún tenía anotaciones al margen y en el reverso. El comején estaba a punto de devorarse esta novela en esta cuarentena en mi casa. Y yo ahora la comparto con ustedes.

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