El nostálgico toque del tambor se apoderó de la Plaza de la Aduana durante el Jolgorio de Tambores y Cantadoras, un pregón que duró más de dos horas en tarima y toda una noche para desaparecer de las calles adyacentes.
Y es que ese sonido seco y profundo que se cuela por las grietas del Corralito de Piedra, es un llamado africano, un pedazo de herencia viva que penetra en el corazón y se vuelve lenguaje.
Los primeros golpes provinieron de David Corrales, un joven prodigio de la percusión, quien deleitó a los asistentes con su toque firme y cadencioso.
Su melodía contrastó con el ritmo universal de Istvan Dely, el maestro húngaro que se enamoró de ésta tierra y se quedó en ella para compartir su amor por la música caribeña, esa que sabe expresar a través del tambor y que en compañía del Colectivo Angola logró transmitir a los presentes.
Minutos después las candidatas al Reinado de la Independencia se apoderaron del escenario y bailaron ritmos típicos del Caribe, en una tímida presentación>
Pero sólo el fogoso ritmo del legendario grupo de San Basilio, Las Alegres Ambulancias, prendieron al público que bailó al compás del tambor. Al finalizar silenciaron el bullicio de la plaza con un Lumbalú en homenaje a Graciela Salgado Valdés, la ancestral cantadora de la dinastía Batata, quien falleció en septiembre pasado.
Entrada la noche el Sexteto Tabalá, de Palenque, lleno de mística el escenario, su Son Palenquero en la voz del maestro Rafael Cassiani Cassiani parecía despedir a los asistentes, esos que abandonaron el lugar con premura. A pesar de quedar sólo en la tarima siguió cantando sin cesar, para que los tambores no dejaran de retumbar.
Comentarios ()