Felipe Grimberg está ahora frente un balcón de una casa colonial de Cartagena y me está contando la historia de cómo empezó su pasión por el arte.
El pasado 5 de febrero publicó y presentó en Bogotá, un libro de 408 páginas sobre la obra del Maestro Fernando Botero, que contó con la presencia del artista y su esposa Sophia Vari. Felipe nació en Bogotá hace medio siglo, es de ancestros rumanos, pero poco antes de la segunda Guerra Mundial sus abuelos vinieron a Colombia, y se establecieron en Cartagena y Bogotá.
A medida que miro este libro espléndido que contiene cerca de cuatrocientas obras del gran artista colombiano, Felipe me cuenta que todo empezó en los años ochenta cuando en el Museo Nacional se inauguraron las colecciones de los artistas Pedro Nel Gómez, Alejandro Obregón, Enrique Grau y Fernando Botero.
La apertura de esas colecciones contó con la presencia del presidente Belisario Betancur. El muchacho que aparece detrás de los cuatro monstruos tratando de escuchar el testimonio de los artistas, es Felipe Grimbertg que era casi un niño y estaba fascinado por las obras de los cuatro artistas.
Fue la primera vez que vio en persona a Fernando Botero hasta que en 1987, logró adquirir en una subasta la obra “Niña” (1964), y desde entonces se inició una cercanía con el artista que ha sido el fruto de treinta años.
“Desde sus dibujos de los años cuarenta hasta lo más reciente de 2014, la obra del Maestro Botero ha ido en creciente evolución. No hay festivos en su agenda, ni fines de año, porque siempre está trabajando. Todo su éxito se debe a su extraordinaria disciplina.
No solo es el artista colombiano con mayor generosidad en el país, sino uno de los grandes filántropos del mundo. Cuando él donó su colección privada y descolgó todas las obras que tenía en sus diversas residencias, además de las obras de artistas del mundo, su donación podía valer más de doscientos cincuenta millones de dólares.
Pero eso hoy tiene un valor triplicado. Más allá del valor comercial, hay un valor incalculable e intangible y es el ebnorme tamaño de su corazón cifrado en este gesto. El país no sabe que este ser hermético y sensible tiene un comedir comunitario en el que da los tres alimentos del día a trescientos niños y niñas de una región del Chocó. Además sostiene un ancianato en Zipaquirá.
Tras los pasos de Botero
“Mi pasión por el arte comenzó tal vez desde que yo tenía 10 años. Tenía allegados a la familia que tenían arte y eso me generaba mucha curiosidad. Siempre me gusto la geografía, los aviones, viajar, ver otras culturas, oír otras lenguas, y mi forma de ser dealer fue siempre de aprender y participar en todos los movimientos del arte. Desde que empecé no solo fui a museos si no que comencé a viajar a las bienales y ferias de arte que eran muy pocas hasta hace 15 años como la de Basel en Suiza, Art Chicago, Colonia, FIAC en Paris o Arco en Madrid”. Comentó Grimberg.
En 1987 adquirió y vendió la primera obra de Botero, la encontró en una subasta en Christie’s Nueva York, un óleo sobre tela de 1964.
Felipe considera al Maestro Botero “el artista Latinoamericano vivo más importante del mundo. Me encanta su volumetría, la temática, el color, las composiciones que siempre incluyen ya sea humor o escenas de la vida cotidiana. Uno va por cualquier parte del mundo y los personajes de Botero son reales, la gente sí existe de esta forma”.
Una vivencia iluminadora
Selling Botero es una singular historia personal. En sus páginas Grimberg narra su pasión por el arte, el cual gira en torno a seguir los pasos del elusivo artista al cual tanto admira. Cuenta entretenidas historias sobre la presencia de Felipe en las inauguraciones de las exposiciones de Botero, buscando siempre conmover e impactar al espectador de arte. En los primeros años de esta dispareja relación, mientras Botero mantenía a cierta distancia a este joven persistente, Felipe recorrió el mundo siguiendo el circuito de arte, cultivando relaciones con galeristas, coleccionistas y artistas. Pronto se hizo conocido como “El Hombre Botero”.
“En mi libro narro mis inicios como vendedor de arte, así como imágenes de casi todas las obras de Botero y otros grandes artistas que he comprado y vendido, algunas acompañadas de anécdotas relacionadas a la venta. Mis viajes a subastas de arte, eventos de arte en embajadas, cenas en casas de coleccionistas y hasta cenas privadas en Museos como el Hermitage en San Petersburgo, Rusia. Así como más de cien fotografías de eventos del mundo del arte y de personalidades, también comentarios sobre el mundo del arte contemporáneo”, precisa Grimberg.
Una trayectoria estelar
El arte ha sido su destino. Felipe Grimberg estudió Administración Textil en Filadelfia, y su pasión por el arte lo ha llevado a convertirse, en uno de los más grandes vendedores de arte privado en el círculo internacional. A lo largo de treinta años de carrera, ha comprado y vendido más de cuatrocientas cuarenta obras de su compatriota, al que lo une una relación laboral y de amistad de más de 28 años. Pero además se ha interesado por obras de otros artistas universales como Bonnard y Warhol, Chagall y Basquiat, Picasso y Wesselmann, Twombly y Kapoor.
Paola Gribaudo
Está en Cartagena, la reconocida curadora y editora italiana, quien tuvo a su cargo la curaduría de este libro de Felipe. Ella ha editado 45 libros sobre Botero. Y este es su libro número mil. “Este libro ha sido una experiencia fantástica y un verdadero milagro porque debía estar terminado el 30 de noviembre y solo salió a la luz apenas el 18 de enero, luego de reunirnos en 13 ciudades del mundo”, me dice. Está encantada con Cartagena. Es la primera vez que viene a Colombia.
El atardecer nos ilumina a todos a esta hora. Empiezo a navegar en la maravilla de las páginas de este libro. Es la epifanía de este lunes que me deslumbra.
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