Cultural


Las cartas que movieron la fe de Carrasquilla

COLPRENSA

29 de noviembre de 2013 12:58 PM

En la calle de su mente, Gonzalo Correa, ese que vende libros viejos en Envigado desde "antes del golpe militar a la Casa de la Moneda", aún rueda la carretilla colmada de volúmenes en la que halló una carta de Tomás Carrasquilla. 

Avezado comprador de estos ejemplares, no le importó ensuciarse las manos con el polvo adherido a las hojas y como sabe que debe revisarlos uno a uno, no sea que estén incompletos, comidos por polillas o, como en este caso, guardando "una joyita", para decirlo en palabras de Juan Luis Mejía, rector de Eafit y autor de Don Tomás Carrasquilla y su generación, no dudó en destinar las horas de almuerzo para hacerlo. 

Tomó la misiva doblada en cuatro y, al ver la estilizada caligrafía intuyó que podía tratarse de algo importante. Tal pálpito aumentó cuando, al final del documento, se topó con la reconocida firma del autor de La marquesa de Yolombó. Y esa intuición se vio confirmada posteriormente. 

Marto querido 
Jorge Alberto Naranjo, carrasquillólogo y estudioso de la literatura temprana antioqueña, recordó que a Martín Moreno de los Ríos o Marto, lo menciona en Hace tiempos ("En nuestra casa todo es alegría con los tres niños que se han topado Marto y Carolina", se lee en la tercera parte de esa obra, Del monte a la ciudad). 

"En la tierra de Carrasquilla hay un dicho: "No hay nadie más blanco que los Moreno de Santo Domingo"", apunta el estudioso. 

Este personaje, primo segundo de Carrasquilla, aparece en el árbol genealógico que presenta Kurt Levy, el carrasquillólogo inglés, en su libro Vida y obras de Tomás Carrasquilla: hijo de Vicente Moreno y María de la Luz Caballero. 

Leyendo esa carta, la de "Marto querido", Naranjo Mesa indica que, después de los 70 años, que cumplió en 1928, Tomás Carrasquilla efectivamente volvió a Dios, reactivó su fe católica. Antes de eso, "había pasado maravillosamente alejado de la religión. Tranquilo, libre", dice Naranjo Mesa, quien agrega: "Su confesión duró tres días. Fue con el obispo Juan Manuel González Arbeláez". Y sostiene que duró tres días porque había pecado mucho. "Su homosexualidad era reconocida. Su amigo Efe Gómez, liberal y respetuoso de la libertad sexual de las personas, le llamaba la atención para que tuviera un poco de discreción". 

Esa confesión llevó a su hermana a arrodillarse y rezar el Magnificat. Y de verdad, revela Naranjo Mesa, significó una reconversión del autor de Frutos de mi tierra: "En los últimos años no tuvo más amores. Se quedó en casa, casi no salía ni se paraba de una silla". 

En su mensaje, Martín lo insta a escribir páginas dedicadas a Dios. Y esas se ven en Hace tiempos. El final, por ejemplo, es una confesión de fe, un credo personal: 

"Soy un viejo conservero; lo que se llama un mamasanto. Las inquietudes de la actualidad no me inquietan; los trastornos no me trastornan. Veo en ellos el anhelo del Bien, la sed de lo eterno que mueve a la humanidad. Sé que sobre este mundo que se agita está el reino infinito de las almas: está Cristo. Sé que a Saulo lo derriba de su caballo el rayo providente; sé que al malhechor le basta un grito de la conciencia para alcanzar el Paraíso. 

En este instante canta Sebastián de las Gracias el Himno del Progreso, caballero en su Aguilón. Me parece que va a arrastrarse con sus alas las torres de la ciudad. Le rezo a mi Virgen y, desde el fondo de mi alma entono con el avión, con el Cosmos, con los espíritus todos: "GLORIA A DIOS EN LAS ALTURAS". 

De la carta de Moreno de los Ríos, Juan Luis Mejía llama la atención sobre la estrategia para llamarlo a la fe, tan propia de los católicos: mover en el otro el sentimiento de culpa. Se refiere a ese fragmento que dice: 

"Tú tienes un nombre que fascina, que atrae, por consiguiente pesa sobre tu conciencia de católico convencido una gran responsabilidad: puedes hacer mucho bien con tu maravillosa pluma. No olvides esto que es grave..." 

Y sobre ambas misivas, Mejía opina: "En las cartas se reflejan dos mentalidades: una está expresada en el concepto, aún vigente, de una sociedad anclada en el temor a Dios y otra, expresada en la respuesta del escritor, una visión más laica de la vida. Esta muestra a un Carrasquilla situado más allá del bien y del mal, que ingresa en un período de su vida sin ilusiones". 

Por su parte, Darío Ruiz Gómez, prologuista de una edición de Hace tiempos, destaca los autores que menciona el primo, como un indicador de lo que se leía en la época: Paul Feval y Paul Bourget, los novelistas franceses del siglo XIX, católicos pero no clericales. Resalta el trato de los dos parientes. Le hace recordar "la Academia de Florencia creada por Marcilio Fisino, en la que participaron Rafael y Miguel Ángel y que pregonaba amor por amor y confianza por confianza". Exalta la modestia de Carrasquilla, que es a la vez su grandeza, evidenciada en que trata al otro como a un igual, distinto a la actitud de muchos intelectuales y escritores de ayer y de hoy. 

El pésame 
En el segundo tomo de las Obras Completas, Editorial Bedout, 1936, aparece la carta de respuesta de Tomás, pero no la del remitente, lo cual es comprensible porque se trata del conjunto creativo del último; no del otro. Sin embargo, solo aparece transcrita la primera parte, la del llamamiento a volver a Dios, mas no la segunda, en la que el dominicano se disculpa por no haberle dado el pésame a su interlocutor por la muerte de "Amalita". 

Jorge Alberto recuerda que Aranjuez, sitio donde se encontraba Carrasquilla al momento de recibir la noticia de tal deceso, era su finca en el nororiente de la ciudad, la cual bautizó de esta manera por la semejanza que él encontraba entre esta geografía y la del mismo nombre en España. El nombre lo heredó el barrio. 

Carrasquilla cuenta en esta parte que un día planeaba ir a visitarlo para expresarle sus condolencias, pero "en la esquina me encontré al amigo Castro y a otros, que me demoraron en el saludo". 

Naranjo explica que se trata de Alfonso Castro, su médico, el mismo que escribió un libro en el que acusa a la religiosa Laura Montoya (hoy santa Laura) de haber impedido que su hermana se casara, debido a la influencia grande que ella ejercía sobre sus discípulas. Laura le envió al médico una carta en la cual niega tal culpabilidad. Castro aseguró siempre que Carrasquilla le ayudó a redactarla, asunto que el escritor desmintió. 

"Castro comentaba obras de Carrasquilla, pero este ni le daba las gracias. No se hablaron ni en los últimos días del autor de Simón el mago. Ah, ¿no le parece increíble?: ¡uno no hablarle al médico que lo atiende…". Reflexiona Jorge Alberto. 

Sí, por supuesto que lo es. Eso resulta tan increíble como la sarta de comentarios que salen de los labios de quienes saben leer entre líneas, al revisar cartas de 85 años, halladas en una carretilla colmada de libros viejos. 

Medellín, Febrero 7 de 1928 Señor Dn Tomás Carrasquilla _ Su Casa. 
Querido hermano: "Los últimos serán los primeros". Así habló la "Sabiduría increada". Yo, uno de los primeros en quererte, según la sangre y luenga convergencia, vengo a ser el último en hablarte de tus triunfos. 

Adrede he callado porque deseaba ver y oír cómo te ha juzgado el mundo. Para este y en este has trabajado con intensidad y talento insuperables durante 14 lustros y humanamente has tenido la rara fortuna de que en vida sean reconocidos tus excepcionales méritos. Está bien, todo bien: Gloria humana has alcanzado sobre lo que tú mismo no esperabas; sobre lo que solo tu querido abuelo, mi inolvidable tío, deseaba y presentía como padre y hombre ilustrado, gloria que enajenaría a mamá Escilda, tu encantadora e inteligente mamasita, a Mercedes, a Ignacita Arango, a Amalita S. / (¡ Dios mío: qué gratos recuerdos evoco…... Mas, ahora qué te sigue? 

A quien le debes todo? a quién? / A tu Creador, al Autor de todo bien, al que será nuestro fin… 

Yo pienso como un ilustre panegirista tuyo:... Sacudidlo con una emoción, tocad la vena por donde fluyen sus íntimos afectos y lo veréis trocado en el hombre que si no derrama lágrimas es porque antes ha sabido convertirlas en belleza... 

Ahora me perdonarás el sermón? / Marto predicando? / Sí, tu hermano mayor... quien te recuerda que ya es tiempo de que consagres a Dios tus últimos años. Ya humanamente tienes gloria grande y bien merecida; y ahora qué vas a hacer por Dios, por nuestro buen Dios? / Él te ha estado esperando... hoy... más que siempre: oye su voz. Tú que has recibido de Él tantas dotes intelectuales (y de todo género). Dedícale tu último tiempo: escribe tú que sabes hacerlo, algo a gloria suya. Tú tienes un nombre que fascina, que atrae, por consiguiente pesa sobre tu conciencia de católico convencido una gran responsabilidad: puedes hacer mucho bien con tu maravillosa pluma. No olvides esto que es grave... Medítalo. Dios te recompensará como Él solo sabe y debe hacerlo: con bienes inmortales. 

Acuérdate de tus colegas Paul Feval, y Paul Bourget, tocayos del de Damasco, quienes han consagrado sus últimas obras a la mayor honra y Gloria del Ser Supremo… 

Affmo hermano 

Martín Moreno de los Ríos. 

Medellín, Marzo 12 de 1928 Señor Don Martín Moreno de los Ríos 
Señor Don Martín Moreno de los Ríos 

Marto querido: 

Mis achaques, mi invalidez, muchas atenciones y malos estados de espíritu no me han dado ocasión oportuna para contestar esa carta tuya tan bella, tan entrañada. Nunca te la agradeceré lo que ella se merece. 

Me das el título de hermano y no a lo Francisco de Asís: hermanos somos por muchas fraternidades: familia, suelo, época, compañerismo, alma... tantas cosas… 

Te congratulas conmigo por mis triunfos. Ay, Marto… Si tú supieras… No he sentido con estas manifestaciones ni el humo, ni el vacío, ni el microbio de la vanagloria, ni nada. A nuestros años no alcanzan estos fantochismos ni a rascarnos el pellejo. 

Dirás tú, y con razón, que estando tan alejado de las lisonjas del mundo, tan refractario a los espejismos de este desierto, estoy que ni pintado para la enmienda a, que con tanta elocuencia me exhortas y que yo ansío, pues ahí verás que no. Este corazón mío, si acaso lo tengo, es un absurdo; nada me liga al mundo: pocas cosas, y pocos seres en la vida; no creo en las glorias de la Tierra, y, así y todo, las alas de mi alma no sienten la menor insinuación para desplegarse e intentar el vuelo hasta... cualquier tejado. Tú, que eres médico, sicólogo y místico, estudia mi caso y pide por mí. Pide mucho, Marto querido, que Dios habrá de oírte. Pídele un llamamiento a su gracia, de esos de que Él se vale, en ocasiones, para este viejo que ya reclama la tierra. 

Otra cosa, Marto: más te agradezco tu carta, cuando pienso que no te di el pésame por la muerte de Amalita. Cuando murió estaba en Aranjuez. Apenas vine salí una noche a visitarte; pero en la esquina me encontré al amigo Castro y a otros, que me demoraron en el saludo. Cuando me pude despedir eran las ocho y media. Vi que cuando llegara a tu casa ya estarías recogido en tu lecho y la puerta cerrada. A la noche siguiente salí, en corriendo, y en la verja me topé visita, para mí expresamente. Después que mañana, que otro día y... lo de siempre. 

Pero, aunque no hice en tu casa acto de presencia, en esta tribulación, bien sabes tú, y lo saben los tuyos, que os he acompañado y os acompaño con el corazón y con el espíritu. 

Con tus hijos recibe mi abrazo. 

Tomás Carrasquilla 

EN DEFINITIVA 
Dos cartas fueron halladas entre un libro viejo. Una es de Martín Moreno, primo de Tomás Carrasquilla, en la que lo invita a volver a Dios. La segunda es la respuesta que este le dio. 

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