La pasión tutelar de Germán Mendoza Diago (Ciénaga de Oro, Córdoba, 1959) ha sido el periodismo, desde que era un niño. Se inició como periodista radial en 1977 en el Noticiero Todelar y desde entonces su vida ha sido una intensa y fecunda consagración a la pasión de las noticias.
Junto al periodismo, ha tenido otras pasiones secretas como lo han sido: el cine, la literatura, la filosofía zen, el arte chino, el origen del universo, las nuevas tecnologías, la música popular del Caribe colombiano, y algo verdaderamente clandestino: su incursión en el dibujo elusivo, misterioso y casi intangible de la tradición oriental.
Conocí dos de estas vocaciones secretas en el comienzo de los ochenta cuando empezó a publicar sus cuentos y su profunda y lúcida crítica cinematográfica en El Liberal, de Popayán, en donde fue redactor, editor y director encargado de ese diario, y más tarde, en la revista La Rueda, núcleo de creadores de esa ciudad que tenía en él a uno de sus capitanes. Supe que Germán, además de la literatura y la crítica de cine, había realizado algunos cortometrajes en Popayán. De aquellos años siempre guarda devoción por cada uno de sus amigos de La Rueda, y la cercanía con el poeta Giovanni Quessep. De la vocación por la cultura oriental y por el dibujo lo descubrí en el diario El Universal de Cartagena, en la recta final del siglo XX. Lo que sorprende en este ser sensible, memorioso, lector insaciable de literatura universal, es su tremendo sentido del humor y su corajuda manera de sobrellevar todas las adversidades de la existencia y las catástrofes del mundo, siempre con una sonrisa en los labios y una inagotable convicción de fe en los designios sagrados de la vida, en la dignidad y en la obstinación de soñar un universo más justo y equilibrado.
Un largo recorrido
Hace veinte años, en 1995, Germán Mendoza Diago integró el equipo de periodistas que trabajó en la creación de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, coordinado por el Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez. Su crónica de cómo se filmó Quemada en Cartagena ganó el Premio Distrital de Periodismo “Pegaso de Oro”, y es una de las doce piezas antológicas que conforman este libro La vida, una crónica fuera de serie.
Su experiencia iluminadora de estos años le ha permitido ser en los medios, un piloto de viajes reales y felices, con la clarividencia de anticiparse a los acontecimientos o de prever un desastre o una decisión sorpresiva en cualquier punto cardinal del mundo. Estuvo al frente de la Reunión de Cancilleres de América Latina en la celebración de los 450 años de Cartagena, en 1983, en el cubrimiento de la Cumbre de los No Alineados de ese mismo año; fue el cronista de la visita del Papa Juan Pablo II a Cartagena en 1986; invitado por el BID y el gobierno de Alemania para cubrir la Asamblea del Banco Interamericano de Desarrollo, invitado por el gobierno de los Estados Unidos durante un mes en 1998, para investigar los distintos sectores que intervienen en la política en ese país; coordinador periodístico de la Cumbre de las Américas en Cartagena, con la presencia del presidente de los Estados Unidos Barack Obama, y asistente en Nueva York al debate electoral estadoudinense entre el presidente Barack Obama y el candidato Mitt Romney, en 2012. Además de todo lo anterior, ha participado en la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano en el taller de Reportería en situaciones de peligro, con Terry Anderson en 1995; Taller de Edición con Tomás Eloy Martínez en 1995; Seminario Libertad de Prensa y protección de periodistas en Colombia, en 1995; Taller de editoriales, columnas y artículos de opinión: Experiencia y criterios en la escritura editorial, con Sergio Muñoz en 1997; Seminario Taller de Ediciones de domingo y fin de semana en 1999, entre otros. Ha sido jurado en el Festival Internacional de Cine de Cartagena en la sección oficial en 1990, en cortometraje y cine de Colombia, y vinculado desde hace tres décadas al diario El Universal, como jefe de redacción, editor general, subdirector y director encargado, entre otros.
Las crónicas selectas
Estas doce crónicas seleccionadas son una aproximación a un periodista ingenioso y mordido por las diversas y complejas realidades del mundo.
Los títulos nos llevan a sugerir el destino narrativo de estas historias bien contadas e investigadas: “La desgracia del hombre que iba a suceder a Fidel Castro”, “Quemada, una historia de película”, “Arafat se portó en Cartagena como un niño chiquito”, “El futbolista que fue una gacela”, “El Teatro Padilla daba cine con olor a lluvia”, “Alberto Sierra vive en la calle Charles Chaplin”, “Unas horas con el hacker más famoso del mundo”, “El cartagenero que pudo ser Bill Gates”, “Las diecisiete conspiraciones en El Vaticano”, “El cuento perdido de Tomás Eloy Martínez”, “Esas tontas canciones de amor”, “Posiblemente hubo un creador del universo…y era una mujer”.
El tono narrativo
En la magistral crónica sobre Arafat, el cronista Germán Mendoza Diago. nos revela una faceta desconocida del líder palestino a su paso por Cartagena:
“Un botones del Hotel Santa Clara estaba convencido de que alguien le había hablado del Portal de los Dulces a Arafat, porque la mañana del 19 de octubre, una señora sirio-libanesa (turca, dijo el botones) le dejó una caja grande llena de cocadas, dulces de ajonjolí, cubanitos, bocadillos de plátano, caballitos y bolas de tamarindo.
Arafat, encerrado en su lujosa habitación del hotel, debió comerse todos esos dulces con el arrebato del niño que desperdició jugando a la guerra en las calles de polvo antiguo de la capital egipcia”.
Epílogo
Además de la crónica de Arafat, el cronista nos cuenta la tragedia de un futbolista cartagenero que fue una gaceta y perdió sus pies, la memoria del olor de lluvia del desaparecido Teatro Padilla que exhibía sus películas bajo las estrellas, la historia del físico que descifra el universo y cree luego de tantos acertijos científicos que sí hay un creador pero es una mujer.
La mirada intensa y los ojos azules profundos de este veterano del periodismo que es Germán Mendoza Diago nos revelan ese lado desconocido, singular, lleno de humor y flaquezas, de las criaturas cotidianas y los seres investidos de poder, que no escapan a las soledades y a las incertidumbres de todos los mortales.
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