Columna


De priapismos y garrotillos

RODOLFO DE LA VEGA

23 de octubre de 2010 12:00 AM

RODOLFO DE LA VEGA

23 de octubre de 2010 12:00 AM

Un titular de prensa atrajo la atención de los lectores: “Por sobredosis de Viagra, anciano se va a la tumba”. En el Epígrafe se lee: “Tenía cita con una prepago en motel de Sahagún, Córdoba”. En resumidas cuentas, un señor de 69 años acostumbraba durante los fines de semana, encontrarse con una amiga joven, a quien el periodista califica como “prepago”, para disfrutar con ella de un buen retozo sexual. Tal parece que ya era costumbre del viejo y de la muchacha, entregarse a esos ejercicios en un conocido motel. El señor, casi septuagenario, se ayudaba en esos menesteres con una dosis de Viagra; pero se le fue la mano. Por gandido, en lugar de una píldora o media, utilizó dos. La sobredosis fue su perdición. Según el periodista, la sobredosis produjo en el viejo una erección que se convirtió en priapismo o, vulgarmente garrotillo. Su corazón no resistió el estímulo excesivo, lo que le produjo un paro cardíaco y, consecuencialmente, la muerte. Dice el periodista que la joven “prepago” condujo al señor infartado al hospital, adonde llegó muerto, pero, cosa curiosa, su órgano viril continuaba erecto. O sea, que el hombre estaba muerto, pero “el amigo” continuaba vivo. Para corregir la situación anómala, los paramédicos practicaron una pequeña cirugía en el pene y así lograron que uno y otro descansaran en paz (R.I.P.). Cada vez que ocurre un caso como el de Sahagún, surgen los mismos interrogantes: ¿es el Viagra perjudicial al corazón o lo que mata es el exceso de la droga (sobredosis), o es el trajín desaforado del viejo “enviagrado” lo que le produce el colapso? Hace muchos años tenía yo como compañero de oficina en el Terminal Marítimo de Cartagena a Alberto Porras, a quien llamábamos afectuosamente “El Chichi”. El Chichi Porras se rebuscaba negociando con los vaporinos. Observaba yo que mi compañero rallaba una especie de cartílago disecado y el polvillo que se desprendía lo recogía en una papeleta, lo entregaba al vaporino de turno y le decía: “tómatelo con un trago de ron”. Me explicó El Chichi que lo que parecía un cartílago era realmente una verga de carey disecada. Como se dice que macho y hembra de tortuga carey se la pasan todo el tiempo copulando, se supone que ese polvillo proveniente del órgano viril del “careyo”, debe ser un afrodisíaco muy potente. Lo cierto es que frecuentemente acudían los vaporinos a comprar la papeleta misteriosa. Años más tarde, el doctor Jorge Malo, que fue médico del Terminal por mucho tiempo, me contó que Rafael Fuenmayor, otro de mis compañeros, cuando era hombre de más de 50 años, acudió al Chichi para pedirle que le regalara o vendiera una de las papeleticas que acostumbraba suministrar a los marineros, pues tenía cita con una muchacha joven y no quería quedarle mal. El Chichi, como buen compañero le regaló dos y le dijo: “una para hoy y una para la próxima cita”. Pero Rafa, para mayor seguridad, se tomó las dos papeletas juntas. Decía el Dr. Malo que, pasada la media noche, Rafael lo buscó en su casa y hubo necesidad de llevarlo al Hospital de Manga donde le practicaron un “espiche”. De haber continuado el garrotillo se le hubiera gangrenado el órgano. Afortunadamente el paro no fue cardíaco. *Asesor Portuario fhurtado@sprc.com.co

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