Nadie se acuerda por qué el Mont du Chat no ha vuelto a figurar en el menú del Tour de Francia desde 1974. Quizá porque sus apenas 8,7 kilómetros de ascenso con una pendiente media del 10,3 por ciento que llevan hasta más de 1.500 metros de altitud sobre el nivel del mar apenas dejan un momento de respiro, una subida explosiva, diferente de las que, hasta ahora, forjan el mito de la ronda gala.
Pero el Tour, la carrera que marca las tendencias, ha seguido en esta ocasión la rueda de las otras dos grandes, Giro y Vuelta, en busca de subidas más cortas y duras, del espectáculo que hoy persiguen los aficionados.
La Planche des Belles Filles por un lado y ahora el Mont du Chat. Pero con dos diferencias. Por un lado, la subida del macizo del Jura está enmarcada en una dura etapa con otros dos puertos de categoría especial, toda una etapa de alta montaña, codo con codo con lo que ofrecen Pirineos y Alpes.
A lo largo del día, los ciclistas habrán salvado 4.600 metros de desnivel, un balancín sin final, con apenas unos cuantos kilómetros de llano. El resto, o subiendo o bajando.
Por otro, la victoria de etapa no se decidirá en su cima, hará falta lanzarse a un descenso técnico de 26 kilómetros hasta la meta de Chambéry. El gato mostrará sus garras subiendo pero las cicatrices comenzarán a verse bajando.
El director deportivo de la carrera, Thierry Gouvenou, no oculta su preocupación, sobre todo desde que los servicios meteorológicos anuncian tormentas en este segundo domingo de julio, corolario lógico de las altas temperaturas que se han alcanzado en los últimos días.
En seco, la bajada es técnica pero no demasiado peligrosa, señala Gouvenou, que tuerce el gesto cuando se le recuerda que puede llover. "Puede ser una pista de patinaje, más aun con la forma que tienen ahora de bajar los ciclistas, a cara o cruz", señala el director deportivo, que rememora las imágenes del británico Chris Froome el año pasado bajando a Peyresourde en el Tour del año pasado.
El británico sostiene que no tiene miedo a la etapa. Subió y bajó el Mont du Chat hace unas semanas en la Dauphiné y lo hizo solo superado por el italiano Fabio Aru, que lo coronó en cabeza, y por el australiano Richie Porte.
Pero no será la misma etapa. Con tres puertos de categoría especial, el Mont du Chat será la guinda de una etapa asfixiante, la más dura de uno de los Tour de Francia más montañosos de la historia.
Con una semana de competición en las piernas, los ciclistas afrontarán un muro. Apenas hay un descanso en todo el ascenso, apenas un metro en el que el asfalto no desafíe la gravedad.
Antes, habrán subido el Col de la Biche, un neófito en los mapas del Tour que promete también espectáculo y, por si fuera poco, el ascenso al Grand Colombier por su vertiente más dura, también desconocida en el Tour, con rampas de hasta el 20 %.
"Se puede pensar en un ataque lejano. Pocas etapas más propicias para hacerlo que esta", afirma el director del AG2R, Julien Jurdie.
El ataque puede hacerse en el Colombier o esperar al Chat. Pese a que apenas ha sido subido, el último puerto tiene sus líneas doradas en la historia del Tour de Francia.
Fue en 1974, cuando el ciclismo llevaba el apellido de Eddy Merckx, que lo ganaba todo o casi todo, que lo dominaba todo.
Subiendo el Mont du Chat flaqueó, sin embargo, al envite de un veterano que se creyó más joven que nunca, más ganador que nunca. Raymond Poulidor contaba entonces 38 años y ya había subido seis veces al podium del Tour, nunca al primer escalón, que se le escapó durante toda su carrera.
Atacó en ese puerto con tanta violencia que dibujó en el rostro de Merckx ribetes de sufrimiento que nunca se había visto en "el caníbal" de Bruselas.
El gato enseñó sus garras y el viejo segundón puso contra las cuerdas al todopoderoso Merckx. Desfalleció antes de la meta y el belga acabó ganando el Tour. Aunque nunca olvidó la cicatriz de aquel arañazo.
Por Luis Miguel Pascual
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