Cuando el capitán Alexis Henríquez levantó la copa de campeón, un destello de fuegos artificiales iluminó el Atanasio Girardot donde 44.707 aficionados acababan de poner a prueba la fortaleza de sus corazones.
Los abrazos en las tribunas y en la cancha se repetían, pues era el sello de una campaña en la que el último examen resultó exigente y dramático, que comenzó con el gol del juvenil Marlos Moreno en el primer minuto y cerró con la inspiración de Franco Armani en la definición desde los 12 pasos.
El meta argentino, como lo había hecho en la final de 2014-1 ante el mismo rival, tapó dos lanzamientos desde el punto penalti para el triunfo por 3-2, luego del 1-0 en los 90 minutos reglamentarios en los que el conjunto verde no encontró su mejor fútbol.
Después de su hazaña al detener el remate de Gustavo Cuéllar, Armani corrió por la cancha perseguido por la mayoría sus compañeros que solo lo alcanzaron cuando, de rodillas, el guardián verde agradecía al ser supremo. Luego comandó el grupo que se fue hasta las tribunas a ofrecer el logro, representado en la estrella 15 que convierte a Nacional en el más ganador del fútbol colombiano.
Alexánder Mejía, como los demás integrantes del plantel que estaban con sus familias, tomó el trofeo y se fue a un costado a tomarse una foto para la posteridad.
Tirado en la grama que había sido testigo de su esfuerzo, el zaguero Óscar Murillo lloraba el triunfo, uno más en su paso por el club verdolaga pero en esta ocasión con un significado especial. Era su adiós a la divisa que le abrió las puertas, pues en la próxima temporada se irá con su potencia para el Pachuca de México que lo anunció como refuerzo.
Abrazo de ganadores
Mientras sus dirigidos desfogaban la emoción en la cancha y la locura colectiva se apoderaba de las tribunas, Reinaldo Rueda abrazaba a su asistente Bernardo Redín. La misión se había cumplido en el primer intento.
Uno a uno pasaron sus pupilos para agradecerle la confianza, ante lo cual el estratega vallecaucano mantuvo la cordura y la tranquilidad como es tradicional en él.
Tras los abrazos, el estratega campeón se arreglaba el traje oscuro que eligió para la ocasión y que para él significaba como una especie de graduación por tratarse del primer título que consigue en el fútbol colombiano.
Marlos, que a sus 18 años vivía un sueño, fue rescatado del tumulto por un tío que lo llevó de la mano hasta la popular sur para que compartiera con sus familiares y amigos que lo vieron crecer en las empinadas calles de Manrique Oriental.
Y Jéfferson Duque, la Fiera, se paseaba por la grama con su trofeo de goleador de la Liga Águila-2, de la mano de su pequeña Nicole. Con orgullo, pero en tono calmado, solo atinó a decir que este año es especial para él: “marqué 15 tantos y logré la estrella 15 con mis compañeros”.
Para Duque, igual que Murillo, este pudo ser su último juego vestido de verde y blanco. El futuro le espera en el fútbol del exterior, una ilusión que alimenta para asegurar el futuro de su familia.
La fiesta en el Atanasio se agotó, pero continuó en las calles de Medellín y de todo el país, y seguramente se prolongará en este diciembre que estará iluminado por la estrella 15 del que se ratificó como Rey de Copas.
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