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Luto en el béisbol, murió "El Ñato" Velásquez

ANDRÉS FRÍAS UTRIA

02 de septiembre de 2017 09:28 AM

El expelotero cartagenero Carlos “El Ñato” Velásquez falleció la madrugada de este sábado.

Tenía 67 años. Fue un campocorto natural, cubría mucho terreno y tenía ese ojo clínico para conectar la pelota. Era también un primer bate natural.

Jugó en la época dorada del béisbol de Bolívar para el equipo Conastil, en el que hizo una llave majestuosa con el segunda base Humberto Bayuelo (q.e.p.d.), con doble-play relampagueantes.

El “Ñato” cuando le partía a la bola era out. Era un exquisito para jugar”, lo recuerda el periodista Fredy Jinete Daza.

Durante más de diez años integró las selecciones de Bolívar y Colombia en la categoría amateur, luego firmó al profesionalismo. En el estadio 11 de Noviembre y en las narraciones mágicas de Luis Alberto Pallares Villa quedaron grabadas esas cogidas de antología del “Ñato”.

Fue una persona jovial, excepcional pelotero, enamorado de su deporte, el que lo dio a conocer a nivel mundial.

Velásquez se dedicó también a la enseñanza y hacía parte de los equipos Plus 60 de Bolívar.

Se fue una de las glorias del béisbol colombiano. Allá en el cielo, el equipo celestial necesitaba un campocorto versátil, primer bate, y ya lo tiene.

Sus restos mortales serán llevados hoy a las 11 a. m. al estadio 11 de Noviembre, el escenario que sirvió de aya en sus inicios.

La gloria de un pelotero

Carlos "Ñato" Velásquez le concedió en el 2010 un reportaje a la periodista Erica Otero, que aquí reproducimos.

“Seguir en el béisbol era quitarle la oportunidad a un pelao que venía con ganas de jugar y no podía porque había un veterano en esa posición”: Ñato Velásquez

Carlos Arturo Velásquez, conocido como el “Ñato Velásquez” forma parte de los grandes peloteros que le ha aportado Cartagena al béisbol colombiano. Durante diez años integró las selecciones de Bolívar y Colombia en la categoría amateur, luego pasó a la profesional, de donde se retiró para dedicarse a entrenar. En eso se desempeña actualmente, en Sincelejo, donde vive desde hace 22 años.

A sus 60 años de edad, se estrena como técnico auxiliar de la selección sucreña de sóftbol que por estos días juega el campeonato nacional que se realiza en Santa Marta. Tiene seis hijos, cuatro con Margarita Miranda Madrid, hija del “Chino” Miranda, su entrenador en el equipo de Getsemaní, el segundo que integró cuando apenas empezaba su camino por el béisbol.

Los otros dos los tuvo con Nancy Monterroza Ensuncho, con quien vive en Sincelejo. “Nunca niego a mis mujeres y me considero buen padre. Cuando tengo para dar lo hago con gusto y cuando no, les hago ver que no puedo. No cojo rabia y trato de entenderlos lo más que puedo”. Asegura sentirse orgulloso de su familia. Tres de sus hijos varones jugaron béisbol, dos se retiraron y sólo Andrés, el último, está activo y a la espera de ser escogido por una organización de Grandes Ligas. El Ñato Velásquez contó su historia a El Universal.

¿A qué edad conoció usted el béisbol? A los 10 años, yo era jugador de bolita de caucho en el Pie del Cerro, el barrio donde nací, pero tenía unos compañeros Fernando Castro y Orlando Periñán que me invitaron a una práctica en el Playón Blanco con el equipo del colegio La Esperanza que lo dirigía un señor de apellidos García Salcedo. A Este señor le pareció que yo tenía talento y empecé a jugar en el equipo de La Esperanza. ¿Qué es lo mejor que recuerda de esa etapa? Mi primer partido en el Once de Noviembre contra Turbaco.

Imagínese para un niño jugar en el templo del béisbol. ¿Quién le puso el Ñato Velásquez? Ese apodo lo heredé de mi papá. Él era ebanista y todos sus amigos en el barrio le decían “Ñato” y cuando yo comencé a jugar el apodo me lo pasaron a mí. Y es impresionante porque a donde voy soy el Ñato Velásquez, casi nadie sabe que me llamo Carlos. Después de la categoría infantil ¿qué vino? El equipo Caribesa Sam, del doctor Alfonso Piñeres, en la categoría juvenil. Estando ahí, Manía Torres me llamó para firmar primera categoría con el Kola Román.

Tenía aproximadamente 16 años y estaba estudiando primer año de bachillerato comercial en el colegio Politécnico de Bolívar. ¿Por qué se fue para Medellín? Te cuento la historia. En el Kola (Román) sólo estuve un mes porque ese era un equipo que tenía varios short stop, la cual fue siempre mi posición. Imagínese estaba Orlando Ramírez y otros. Entonces yo no tenía chance de jugar. El Chino Miranda que dirigía Getsemaní se enteró de mí y me mandó a llamar y jugué toda la temporada con ellos.

De ahí entré al equipo de Colpuertos y la empresa me dio un empleo temporal porque cuando eso los contratos fijos venían de Bogotá. Estaba en esa cuando los hermanos García (Orlando “El Caballo” y Nelson) que estaban jugando en Medellín me recomendaron para el equipo Coltejer y enviaron por mí. Duré dos años allá, jugando y trabajado como auxiliar de telares en la empresa.

¿Y los estudios? Los suspendí. Llegué hasta primero bachillerato. Es que antes uno no le paraba bolas a eso. Ahora es que uno, como padre, ha venido a comprender el valor que tienen los estudios y entonces desea que sus hijos vayan a la escuela. ¿Qué logros obtuvo por allá? Me fue bien. Yo nunca he tenido una mala racha en el béisbol.

Los dos años que estuve en Coltejer quedamos campeones; en el primero quedé champion shior, y en el segundo fui el mejor estafador de bases. Con la selección Antioquia el primer año fuimos a Montería y quedamos campeones. Al año siguiente venimos a Cartagena a un intercambio beisbolero y los dirigentes de Conastil me propusieron que me quedara en el equipo. Acepté. Fui a Medellín, pasé la renuncia y entré a Conastil, en el equipo como shiort stop, y a la empresa como ayudante de soldadura. Duré once años ahí, salí siendo el conductor de la subgerente.

¿Por qué se retiró? No me retiré, la empresa quebró y entonces vino mi etapa como jugador profesional. ¿Qué recuerdos tiene de Conastil? Los mejores. Fuimos campeones por cinco años consecutivos e impusimos un récord de 14 partidos ganador. El mayor recuerdo que tengo es ver el estadio Once de Noviembre a reventar. Después de esa época nunca más lo he visto así. En las finales de Conastil – Colpuertos no cabía un alma. El partido podía ser a las 3 p.m. y la gente empezaba a llegar desde las 10 de la mañana porque si llegaba a la 1 ó 2 ya no encontraba boleta. A uno mismo, que iba a jugar, le costaba trabajo entrar si llegaba tarde.

¿Cuánto tiempo representó a la selección Bolívar? Aproximadamente 10 años. Igual que a la de Colombia. Con Bolívar tuve muchas alegrías. Mi primer campeonato nacional, como seleccionado de Bolívar, lo jugamos en Barranquilla y fuimos campeones invictos. El otro que recuerdo con mucha alegría, como estoy seguro lo hace cualquier aficionado cartagenero, fue el del 72 en Santa Marta, cuando dejamos a Atlántico con la celebración en caliente y nos coronamos campeones después que Abel (Leal) empató el partido. Y con el seleccionado de Colombia ¿qué recuerdos tiene? La satisfacción de conocer varios países: Panamá fue el primero que conocí para unos Centroaméricanos y del Caribe, nos fue bien, obtuvimos medalla de bronce. Después, vino Cuba, aunque no fui a la serie del 71.

Conocí Estados Unidos, donde también obtuvimos medalla de bronce en la serie mundial de San Petersburgo; estuvimos en Venezuela, en Honduras, en Guatemala y en Puerto Rico. De todos esos países ¿Cuál fue el que más le gustó? Puerto Rico. Es una isla caribeña donde se escucha salsa y esa es mi música favorita. Estuvimos en unos juegos Centroamericanos en el año 77.

Entonces ¿bailó mucho? Yo soy buen bailarín de salsa y allá me eché mi bailadita con algunas colombianas que fueron representando otros deportes. Imagínese quién se iba a quedar quieto con semejantes artistas que nos presentaron: Óscar de León y Héctor Lavoe. ¿La ocasión fue parecida a las celebraciones que ustedes (los peloteros) hacían por su cuenta en Cartagena? (Risas)

Nosotros la pasábamos bien. Éramos rivales en el terreno de juego, pero después del partido éramos una familia. Nos reuníamos y nos íbamos para alguna casa o algún sitio, nos tomábamos las cervecitas, festejábamos con las amigas y disfrutábamos. ¿Qué equipos integró en el béisbol profesional? Cuando Conastil quebró me propusieron entrar al equipo de Torices, en la categoría profesional. Jugué toda la temporada, me pagaban 40 mil pesos; Eso en el 79. Al año siguiente me contrataron en los Indios, donde estuve hasta el 84 cuando dije que ni jugaba más.

¿Por qué lo hizo? Qué más iba yo a buscar en el béisbol, eso era quitarle la oportunidad a un pelao que venía con ganas de jugar y no podía porque había un veterano. Quise dejarle mi espacio a los peloteros jóvenes. Empezó entonces mi etapa como entrenador. ¿Esa etapa toda la ha cumplido en Sincelejo? Sí. Tengo 22 años de vivir en Sincelejo. Acá he dirigido a los equipos de Pepsicola, quedamos subcampeones; a Vivaporu, también quedamos subcampeones y a Repa-autos, que quedamos campeones.

Eso fue en primera categoría. Pero he dirigido otros equipos en otras categorías. Me ha ido bien. ¿Ser entrenador da para vivir? Bueno siempre ayuda. Yo lo combino con la pensión vitalicia que nos dio Coldeportes por la medalla de bronce que obtuvimos en la serie mundial en Estados Unidos ( San Petersburgo) y me alcanza.

Este año me estoy estrenado como técnico asesor de la selección de Sucre de sóftbol. Vamos para el nacional que se juega en Santa Marta. ¿Por qué el sóftbol ha ocupado el espacio que dejó el béisbol? Porque las empresas ahora están dando trabajo es a los jugadores de sóftbol. Es que este deporte es más barato. Una bola de sóftbol cuesta $3.000 y una béisbol está entre 15 mil y 20 mil pesos y con una sola bola no se juega una temporada.

¿Qué anécdota recuerda con sus compañeros? (Risas) Nicaragua sufrió un terremoto y al mes nos invitaron a jugar un partido solidario. Cuando fuimos los edificios ya no estaban, nos quedamos en una casita de tabla. A media noche cuando estabamos durmiendo; Bartolo (Luis Gaviria) empezó a brincar para asustarnos y lo consiguió; como él es tan grandote la casa empezó a moverse y todos salimos hacia la calle en calzoncillos porque pensábamos que se trataba de otro terremoto.

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