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Más oro para Biles y la triste despedida de Uchimura en la gimnasia

AFP

14 de agosto de 2016 06:20 PM

Era su despedida de Río, el lugar donde su leyenda se subió al Olimpo, y todos lo esperaban a él. Pero la noticia fue que Kohei Uchimura es humano y acabó sin medalla una jornada donde Brasil lloró de alegría y Simone Biles siguió a lo suyo: ser la mejor de la historia.

Nada más pisar el tapiz, ya se vio que el rey no estaba bien. En su gesto cansado y su espalda dolorida, en las dudas de su primera diagonal que acabó fuera de la línea, un exceso desconocido en este genio de la precisión. A la Arena Olímpica se le escapó un suspiro.

Como en la jornada de clasificación, Uchimura volvía a demostrar que también podía ser humano cuando no le quedaba otra opción y la final de suelo fue uno de esos días.

Desde el primer salto, ya sabía que no sería campeón y que su plata de hace cuatro años se fundía entre sus manos.

Mientras salía del tapiz agotado, la hinchada brasileña enloquecía, sin embargo, con la entrada en escena de Diego Hypolito, uno de sus gimnastas más queridos y campeón mundial de suelo en 2005 y 2007. Cuando terminó el ejercicio que le daría una plata histórica, 'King Kohei' ya era segundo.

Y bajaría enseguida a la tercera plaza cuando llegó el futuro campeón. El inglés Max Whitlock realizó un ejercicio casi impecable, que le acabaría dando su primer triunfo de la tarde. Venían más emociones para este gimnasta de 23 años, que en menos de dos horas sumó el segundo oro olímpico de su carrera y de la historia de la gimnasia británica.

LA MEDALLA DE UNA VIDA
Pero la fiesta de los anfitriones no había terminado todavía y mientras el veterano Hypolito veía pasar emocionado al resto de competidores agarrado a la segunda plaza, apareció el joven Arthur Mariano y se encaramó a la tercera.

Con Diego llorando en el banco al ver acercarse una medalla que le llegó con 30 años y en el momento más inesperado de una carrera llena de altibajos, y Mariano hecho un ovillo en el suelo, sin querer ver el último ejercicio del estadounidense Samuel Mikulak, la Arena Olímpica llegó al éxtasis.

"En los primeros Juegos a los que fui [2008], me clasifiqué en primera posición para la final y me caí. Cuatro años después, en Londres, me caí el primer día, y no llegué a la final. Hoy era un día muy importante para mí. Ganar la medalla era la cosa más importante de mi vida", recordó emocionado Hypolito.   

Por primera vez en su historia, Brasil tenía a dos de sus gimnastas en el podio de unos Juegos, y Latinoamérica con ellos. El camino que abrió Arthur Zanetti hace cuatro años con su histórico oro en anillas estaba, de repente, más concurrido que nunca y ahí estaba el público de Río para certificarlo.

Con los medallistas locales envueltos en su bandera y el estadio ardiendo como una cancha de fútbol, Uchimura desapareció con la misma delicadeza con la que compite.

EL SALTO DE LA REINA
Entonces llegó ella, con un maillot más brillante que nunca y su tercer oro olímpico a los 25 metros de carrera que separan a los gimnastas de la gloria o del fracaso.

Pero eso último no va con Simone Biles, que se plantó a esperar su último turno en la final de potro como si la presión no fuera con ella, que para algo se pasa la vida sonriendo.

Hasta que, una vez más, lo revolucionó todo. En sus dos intentos, de donde se saca la media para la nota final, hizo los mejores saltos de los 14 que se habían visto hasta el momento.

"Estoy muy contenta porque tras haberme ido de los Mundiales con dos platas y un bronce en salto, esto significa mucho para mí. Era algo que deseaba muchísimo, por lo que traté de estar positiva cuando iba hacia el potro", contó la campeona.

A toda velocidad por la autopista dorada que puede convertirle en la única gimnasta de la historia que se va de unos Juegos con cinco títulos, a la diminuta atleta texana le quedan sólo dos paradas: la final de viga de equilibrio el lunes y la de suelo el martes.

Con el triunfo de Mustafina este domingo en la decisión de las barras asimétricas -que revalidó así su título de Londres- y su aparato maldito desterrado de Río, los dioses olímpicos hacen ya la cuenta atrás para dar la bienvenida en dos días a su nueva inquilina: "la primera Simone Biles", como ella misma dijo.

No hay otra igual.

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