Hace pocos años, las limitaciones económicas de Katherine Dúmar eran tan grandes, como la voluntad de quien la patrocinaba con lo poco que le quedaba de su flaco salario, como empleada del servicio doméstico.
Pero así comenzó una hermosa historia de dos mujeres unidas por un lazo familiar demasiado fuerte y por unos sueños de alta competencia, el último alcanzado este domingo, en la calurosa mañana de Santiago de Chile, durante el torneo de taekwondo de los X Juegos Suramericanos 2014.
Sobre el tatami del Centro de Entrenamiento Olímpico de la capital chilena, Katherine se enfrentaba a una rival brasileña por el oro suramericano del taekwondo.
A centenares de kilómetros, en el norte de Suramérica, en Bogotá, su mamá Fidelia Portacio, limpiaba el polvo o preparaba el desayuno para sus patronos o hacía cualquier tarea como empleada del servicio doméstico.
Pero las dos estaban sintonizadas, una con inmensas ganas de obtener el oro y la otra, con las mismas ganas que su hija lo ganara.
Cuando hablaron por teléfono, luego de la conquista, casi lo único que hicieron fue llorar. Y no era necesario hacer más, porque las lágrimas de Katherine eran un reconocimiento a la persona que más quiere en la vida, y las de Fidelia, una recompensa por el esfuerzo hecho en su formación.
Como este han sucedido varios encuentros en la distancia, entre Fidelia y Katherine, algunos alegres… otros tristes, pero todos marcados por el lenguaje del llanto.
LA HISTORIA
Katherine Dúmar es hija de Luis Carlos Dúmar Arabia, de San Marcos, en Sucre, y Fidelia Postacio Martínez, de Bogotá, separados desde hace varios años. Por esa razón, Katherine vive con su mamá desde muy niña, y con dos hermanos.
Cuando la campeona estudiaba en el Colegio Dulce María, de la localidad de Suba, al nororiente de Bogotá, y el salario de su mamá no alcanzaba ni para el sustento diario, ella no sólo respondió por lo básico, sino que la animó a que buscara un deporte que se acomodara a sus gustos.
A los 13 años, luego de haber pasado por el fútbol sala y por el patinaje, Katherine determinó que lo que gustaba era el taekwondo, no recuerda si porque podía desplegar habilidades y reflejos, desbordar emociones o porque aquello que había visto en su mamá se reflejaba en los valores y principios de este arte marcial.
“Mi mamá hacía multiplicar tanto su dinero, porque debía alcanzarle para la supervivencia de las dos, pues mis hermanos se dedicaron a trabajar, y para mis implementos deportivos. Recuerdo que ella ganaba 400.000 pesos mensuales y la primera implementación que me compró para el taekwondo costó 600.000 mil pesos”, recordó Katherine.
A pesar de las extremas limitaciones económicas, Katherine conquistó en sus primeros años en la alta competencia varios títulos nacionales, un bronce en Centroamericanos de este deporte, fue quinta en un mundial juvenil y primera en el Panamericano de 2012.
Y en ese periodo de crecimiento, las exigencias y el sacrificio eran cada día más fuertes, porque las metas también iban creciendo. “En esos primeros años aprendí que cuando uno está en el deporte, no tiene barreras de ninguna clase, porque todos los obstáculos que se le presentan los sabe derribar, gracias a la fuerza que el mismo deporte le brinda.
“Pero esto lo logré, porque tuve la fortuna de templar mi espíritu con Nancy Leaño, mi entrenadora en el Club Juventud, de quien aprendí que ‘al hierro se le da más duro, cuando está rojo’. Igualmente me convencí que si uno quiere llegar lejos tampoco puede ser conformista, sino siempre pensar en la meta siguiente”, dice Katherine, sobre los años anteriores al 2012.
Ese año lo recuerda especialmente, porque empezó a percibir un ingreso mensual del Comité Olímpico Colombiano, que suavizó la situación económica propia y de su mamá. “A partir de entonces empecé a ser ‘hija cabeza de familia’, porque era yo ahora quien le daba algo a mi madre, muy poco, para todo el esfuerzo que ella ha hecho por mí. Por eso, aunque suene trillado, tengo que decir que mi madre y el taekwondo son los más grandes tesoros de mi vida”, dice Katherine.
Frente a esos tesoros, después de 2012 se ha planteado grandes metas, dos de ellas ya coronadas: las medallas de oro en su categoría, en los XVII Juegos Bolivarianos Trujillo 2013 y el galardón de este domingo, en el tatami del Centro de Entrenamiento Olímpico de Santiago de Chile, que la vio consagrarse como la reina de los Juegos Suramericanos.
Ahora aparecen al frente los compromisos restantes de 2014, el torneo Centroamericano de abril próximo, en República Dominicana, clasificatorio a los Juegos Centroamericanos y del Caribe Veracruz 2014, para después buscar el ingreso al Grand Prix, en el cual están presentes las mejores 20 exponentes de este deporte en el mundo, en su división. Luego vendrá el clasificatorio a los Juegos Panamericanos Toronto 2015, el mundial de ese año, y la gran meta del cuatrienio, los Juegos Olímpicos Río 2016.
“No tengo la menor duda, que puedo clasificar a los Juegos Olímpicos de 2016 y pelear por una medalla. Esa es mi aspiración y no voy a renunciar a ella”, dice con seguridad.
Esta aspiración hace que, de aquí a Rio 2016, Katherine, la hija, y Fidelia, la madre, sigan unidas por una relación sentimental que las hará llorar en la distancia, cada vez que la deportista se suba a lo más alto del podio, como ocurrió este domingo, en la cálida mañana de Santiago de Chile.
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