Nada ha sido fácil en la vida de Óscar Muñoz. Desde que nació en El Difícil (Magdalena) y su familia se tuvo que radicar en Valledupar cuando el pequeño campeón tenía tres años de edad, con el propósito de tener un mejor futuro para Óscar y sus cinco hermanos.
Su padre, Humberto Muñoz, trabajaba como jardinero en el Cementerio Ecce Homo de la capital cesarense, donde Óscar ganó sus primeros pesos lavando tumbas, una tarea poco usual para un niño que soñaba, que se ilusionaba con ser grande. Y lo fue, porque luego de 10 años de entrenar taekwondo, sorprendió al mundo deportivo en Londres, cuando ganó la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos.
Con ese logró todo parecía cambiar para Óscar, y fue así, desde el punto de vista económico las cosas fueron mejores para él y su familia. La tranquilidad llegó a la casa, pero la presión creció para Óscar, quien ahora era uno de los ocho deportistas más destacados del país y debía revalidar esa condición.
Luego del impacto mediático que generó en el país, con su timidez tuvo que afrontar la realidad y ser el referente del taekwondo colombiano, por eso siempre era la esperanza de medalla de oro a donde viajara la Selección Nacional de su deporte. Un peso difícil de llevar para un joven talentoso, pero introvertido.
Además, tuvo que cambiar de categoría, de los 58 kilogramos en los que ganó el bronce olímpico, tuvo que subir a los 68 kilos, un cambio que le generó dificultades, que dio inicio a ese camino de tropiezos por el que transitó en este Ciclo Olímpico, tiempo en el que los resultados no le dieron la mano.
La primera cita del Ciclo Olímpico Rio-2016 fue en Perú, con los Bolivarianos de 2013, donde ganó oro en su categoría, los 58 kilogramos, pero desde ahí empezó la crisis deportiva. En los Suramericanos de Chile en 2014, se subió a los 68 kg., y perdió en cuartos de final, en una discutida pelea frente al local Mario Guerra, que lo dejó sin medalla.
En los Juegos Centroamericanos y del Caribe de México en 2014, la categoría de los 63 kilogramos le permitió sentirse más cómodo y logró el bronce, algo que motivó a sus entrenadores a que regresara a los 58 kilos para la recta final de Rio-2016, pero los Panamericanos de Toronto-2015 fueron otro tropiezo, porque ni siquiera logró la clasificación.
Sin embargo, como un grande que demostró ser en Londres-2012, Óscar apareció con todo su talento para el examen final, el Campeonato Preolímpico de Aguascalientes, en México, donde volvió a su peso de los 58 kilogramos y alcanzó el tiquete para asistir a sus segundos Juegos Olímpicos consecutivos.
De todo este Ciclo Olímpico, Óscar reconoció a COLPRENSA que “fue una incertidumbre grande, porque tuve que pasar por un camino lleno de tropiezos, por eso creo que muchos pensaron que yo no podría volver a unos Olímpicos, pero lo logré y estoy muy feliz”.
En una demostración de su madurez, con tan sólo 22 años de edad, Óscar admitió que “para bien o para mal, todas las cosas nos sirven, me cambié de categoría y costó al principio, pero yo siempre le miro el lado bueno a las cosas, y el bueno ahora es que clasifiqué, a pesar de lo que viví en este Ciclo Olímpico”.
Por eso el medallista olímpico dijo de la clasificación que es “algo inmenso, porque ratificar y repetir mi presencia en unos Juegos Olímpicos en mayores es muy grande, por eso estoy muy contento y agradecido con Dios, porque gracias a Él lo pude lograr nuevamente”.
Ahora en el camino que resta para Rio-2016 “todavía faltan varios meses, con mucho por recorrer y mucha preparación, pero con la tranquilidad de que volveré a unos Juegos Olímpicos”.
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