Educación


Papá Pino trajo el amor desde Italia

Una oleada de gritos de alegría se escucha al ingresar a la guardería, de la Fundación Boca Azul, en el corregimiento de La Boquilla.

Al saludo de ciao o buongiorno los pequeños dejan sus manualidades para saludar y abrazar a “Papá Pino” y “Caramelo”, como cariñosamente conocen a Giuseppe Mazzoni y Rosy, su esposa, quienes han dedicado 30 años de sus vidas a brindarle atención integral a más de 250 niños.

Mazonni, era un alto oficial de la Fuerza Aérea Italiana, tuvo dos hijos con su primera esposa, pero luego se casó con Rosy, con quien no tuvo hijos. Cuando se pensionó tomó la decisión de conocer países americanos, allí fue cuando conoció Colombia y Cartagena. “Nos gustó la ciudad por el clima, no era tan caliente como otros países del Caribe y la gente es amable”, dicen. Aquí fundaron la Casa Italia para compartir la cultura italiana y conocieron la pobreza en La Boquilla. Allí establecieron la Fundación Boca Azul.
Cuando empezó, Boca Azul era un lugar donde la pareja de italianos brindaba comida a los niños entre los 1 y 14 años y los apoyaban con las tareas.
Al principio, la pareja pasaba en Cartagena seis meses y el resto del año en Italia, pero al ver la situación de los niños fueron acortando el tiempo en Italia y decidieron entregarse por completo a las necesidades de La Boquilla.

Durante los primeros años, Papá Pino y Caramelo conocieron a una pequeña de 4 años en mal estado nutricional y algunos quebrantos de salud. La ayudaron y debido a su condición familia (vivía con una abuela y no conocía a sus padres) decidieron adoptarla. La menor ahora tiene 14 años. “Es un poco problemática y rebelde por la edad pero logramos sacarla de esa pobreza”, expresan.

Ayudar con las tareas, hizo que los italianos evidenciaran las falencias en la educación de los niños, por lo que no dudaron en aceptar cuando un conocido alemán les ofreció donarles el colegio para educar  a los niños.

“Ellos necesitan una buena educación, pero sobretodo mucho amor, mucho afecto. Eso les hace falta en sus familias y aquí se lo damos. Aquí comen, se aprenden a comportar en la mesa. Cuando van a sus casas las mamás se sorprenden de que quieren comer en la mesa y con cubiertos y antes no lo hacían”, relata Rosy.

A esta pareja no les molesta compartir su dinero con estos niños. Una o dos veces a la semana Rosy hace mercado para darle almuerzo a todos los niños. Además pagan los servicios (en los que gastan muchísimo, sobretodo en la energía) y a los docentes, pues la Secretaría de Educación solo reconoce 100 niños a través de Matrícula Contratada y compran textos, útiles escolares y hasta uniformes para los niños.

La iglesia

Papá Pino considera que para que los niños tengan una educación integral hace falta una parte espiritual, por ello, construyó con sus propios recursos una iglesia católica. Esperaba que el sacerdote de la zona se animara a compartir la palabra de Dios con los niños y sus familias pero esto no ha ocurrido. “La iglesia está, la hicimos y le hemos pedido al padre que venga o envíe un sacerdote así sea una vez a la semana pero no han querido. No entiendo por qué”, dice Pino desencantado.

Voluntarios

A través de la Fundación, esta pareja siempre está en la búsqueda de voluntarios que quieran conocer Cartagena, pero que, sobretodo, quieran enseñarle algo a los niños de Boca Azul. En el colegio, hay habitaciones, aisladas de las aulas de clases, dotadas para todos aquellos que llegan a conocer la realidad de La Boquilla y a los niños.

“Tenemos voluntarios de Italia, queremos que los niños que aprenden inglés desde pequeños, también aprendan italiano. Los voluntarios nos ayudan y se van felices de conocer a los niños”, cuenta Rosy.

Quien llega a Boca Azul se enamora de los niños, de Papá Pino, de Caramelo y de la hermosa labor que realizan. Los niños están en un oasis de respeto, de afecto, de educación, un medio ambiente donde no hay agresión y pueden vivir en paz.

Ayuda para el centro de salud

Pino y Rosy construyeron junto al colegio un centro de salud con farmacia, consultorio y áreas de atención y lo pusieron a disposición de toda la comunidad de La Boquilla. Ahí llegan médicos amigos de la pareja cada a hacer campañas de salud y de vacunación cada cierto tiempo. Además les donan medicamentos para tratar las enfermedades comunes. Sin embargo, a la pareja le duele que ese lugar se mantenga cerrado pues las autoridades no asignan un médico permanente. Por ello, piden colaboración al Distrito y a los voluntarios que sigan regalando medicamentos y donen su tiempo para consulta.

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