Columna


El espiral del silencio

CLAUDIA AYOLA ESCALLÓN

25 de junio de 2009 12:00 AM

CLAUDIA AYOLA ESCALLÓN

25 de junio de 2009 12:00 AM

En las páginas del diario local apareció Juan Carlos Borja, un médico que se puso de pie frente al Presidente Uribe y exigió respuestas sobre los falsos positivos, el decadente sistema de salud y la zona franca de Tomás y Jerónimo. Borja levantaba la mano con una libreta de apuntes en la que había escrito “No más Uribe” e insistía en cuestionamientos relacionados con la gestión pública, justamente el tema del evento en el salón Barahona del Centro de Convenciones Cartagena de Indias (CCCI). La interrupción surgió en medio del discurso presidencial y el mandatario reaccionó molesto, diciendo “no abusemos de nuestras libertades”. Juan Carlos Borja insistía, cuestionando la seguridad democrática: “a nosotros no nos sirve una seguridad de metralleta, de policía, de soldados; nosotros necesitamos es seguridad social”. Algunos presentes pedían a gritos que sacaran a Borja del recinto y lo abucheaban, hasta que unos hombres vestidos de civil y audífonos en las orejas lo inmovilizaron, arrojaron al piso y detuvieron. Aunque Colombia sea un país que a veces pierde toda esperanza de encontrar respuestas sobre sus muertos, y este médico no es el único colombiano que se hace preguntas, creo que se requiere una fuerza especial para atreverse a disentir en un lugar en el que se es minoría. Ser contradictor en un escenario unánime puede significar mucho más que exponerse a unos gritos que dicen “sáquenlo”, y sin embargo, el médico Borja se atrevió y a mí me hizo recordar la interesante teoría de La espiral del silencio. La politóloga alemana de la Universidad de Mainz, Elisabeth Noelle-Neumann, es la autora de dicha teoría y se refiere a cómo la opinión pública puede influir e incluso ser determinante en el comportamiento individual. La espiral del silencio declara que es menos probable que un individuo dé su opinión sobre un determinado tema entre un grupo de personas, si siente que es parte de la minoría, por miedo a la represión o aislamiento por parte de la mayoría. Según esta teoría los individuos usan un sentido casi innato para hacer mediciones sobre la opinión pública, una capacidad natural cuasiestadística que permite establecer de qué lado se carga la opinión de la mayoría de las personas. Así, la opinión pública se percibe como un status quo y la minoría se priva de expresar su propia opinión por temor a ser excluida o marginada. Juan Carlos Borja parecía el único contradictor del salón, pero según la teoría de Noelle-Neumann, es poco probable que otra persona que disienta se atreva a hablar, ya que frente a los ojos de todos era evidente lo que la opinión de la mayoría podía hacer para excluir a aquel que pensara de forma diferente y que se atreviera a expresar su inconformidad. Es posible que en el mismo recinto otros pensaran como él y sin embargo guardaran silencio. Borja dijo públicamente lo que muchas otras personas dicen entre labios, lo que cuestiona el taxista, lo que cuestiona una vecina con la otra, pero lo realmente maravilloso es ver cómo aún hay gente que se atreve a levantarse con una libreta de notas en la mano y en medio de un auditorio decir “yo no estoy de acuerdo”. Lo que para la mayoría presente pudo haber sido un saboteo, en realidad es una muestra de valor. El valor que tienen los seres humanos que se atreven a enfrentarse con la fuerza y la dignidad que nacen de sus ideas y sus palabras. claudiaayola@hotmail.com

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