Revista dominical


El loco del Hospital de Bocagrande

GERMÁN FONSECA CASTILLO

24 de octubre de 2010 12:01 AM

En este mundo donde prima lo mediático, el aquí y ahora, cuesta trabajo imaginarse que alguien se empeñe en sacar adelante una iniciativa que los demás ven como fracasada o demasiado riesgosa. Quiero referirme al calvario que tuvo que superar el médico Hernando Espinosa París para materializar su sueño de dotar a la Cartagena de mediados del siglo pasado de un hospital a la vanguardia tecnológica del momento, en medio de una sociedad dormida, incrédula, con poca confianza en sus propias conquistas. No puedo aseverar que al Dr. Espinosa París lo llamasen el Loco del Hospital de Bocagrande, pero basándome en el libro de Jorge García Usta “Retratos de médicos”, si puedo deducir que muchos de los colegas e inversionistas que invitó a que lo acompañaran en su empresa lo tacharan de iluso, idealista o aventurero. Hernando Espinosa París nació en Bogotá y en 1940 comenzó a estudiar medicina en la Universidad del Rosario, ejerció un tiempo en su tierra donde mostró singular talento en cirugía. Después de los convulsionados acontecimientos del 9 de abril de 1948, originados por el asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán, vino a trabajar a Cartagena como jefe de cirugía del hospital que la Andian Corporation había levantado en Mamonal para atender a los trabajadores- y sus familiares- de las obras del oleoducto Barrancabermeja-Cartagena. Habiéndose destacado como cirujano muy competente entabló una gran relación con los directivos de la compañía y se integró a la sociedad cartagenera. Al enterarse que la Andian cerraría el hospital, tuvo la idea de que era el momento propicio para construir un centro hospitalario privado de categoría en el moderno barrio de Bocagrande, que apenas despuntaba. Como carecía del capital suficiente buscó que los colegas médicos y capitalistas de la elite cartagenera se asociaran para tal empresa. Ahí empezó su calvario. Muchos vieron como utópica la iniciativa. Le aconsejaron que se dedicara a hacer plata explotando su bien cimentada fama de experto cirujano y reconocido científico. Otros argumentaron que su dinero rendía mas prestado a intereses usureros o invertido en ganado. Pese a la falta de acogida no desfalleció, siguió peleando por su ideal hasta conquistar a la Andian que le facilitó una gruesa suma y equipos, a la Alcaldía cedió el terreno, a cambio de servicios a sus empleados y a “pobres de solemnidad”, y las Empresas Públicas adquirieron acciones a cambio de los derechos de abastecimiento. Fue decisivo el respaldo de Salomón Ganem y Dionisio Vélez Torres, de los comerciantes más acaudalados de la ciudad. Finalmente en 1954 inició la construcción de la obra con diseños de la firma bogotana Obregón y Valenzuela, a la sazón a cargo de varios edificios en La Matuna. Los planos contaron con la supervisión del Public Health Service de Washington y aprobación del Ministerio de Salud Pública de Colombia. Cartagena, gracias al tesón de este visionario accedió a servicios óptimos calificados entre los mejores del país. El Dr. Espinosa murió en Cartagena en 1997. El loco se salió con la suya. En la historia de las artes plásticas, el cuerpo humano ha sido siempre una constante y uno de los temas preferidos por los artistas, pues el desnudo en si mismo, es una forma de arte, siendo éste abordado desde los más variados fines creadores. Desde la prehistoria se conservan gran variedad de piezas representativas de la fertilidad. En la Grecia antigua, el cuerpo era considerado la máxima creación de la naturaleza, en el Renacimiento, el hombre era el centro de todas las cosas, esto nos lleva a afirmar, que el desnudo ha estado presente desde las épocas más remotas hasta hoy. A través de la fotografía se puede ingresar al espacio humano y al entorno en el que vive, se pueden descubrir elementos que nos indican los cánones de belleza que rigen a una sociedad en una época determinada, nos dan una visión acerca de la relación, igualdad o desigualdad entre hombre y mujer, sobre la moralidad y costumbres de los pueblos, pero sobretodo, permite captar la belleza de las formas. El desnudo en el arte fotográfico, es uno los temas más admirados, polémicos y exigentes, pues el desnudo no es solo tomar una imagen, es mucho más que eso, es percibir e interpretar la belleza del espíritu, es captar un cuerpo que disfruta de si mismo y que lo comparte, el desnudo es simbolismo y realismo, es el origen del ser y de la vida. Esa imagen libre de ropas, expone su máxima belleza, recordándonos que Dios como artista sublime, nos regala una obra impecable, guardada en cada fibra y trozo de piel que se expone al natural. La fotografía del desnudo artístico, es una disciplina que debe realizarse con una gran responsabilidad y respeto, tanto para el o la modelo, como para el espectador, el mensaje no ha de ser ofensivo, pues el objetivo es transmitir imágenes donde las curvas, la luz, las sombras, el volumen y texturas alcancen a producir una imagen fascinante que permita que la imaginación descubra libremente el contenido total de la obra. El desnudo como medio de expresión poseerá un valor universal y eterno, solamente si los artistas de la fotografía se apoderan de la forma humana, la toman y la describen, con total pulcritud y estética, porque el cuerpo humano atrapa en silencio el sueño que se esconde en los sentidos. Definitivamente, si hay algo que expresa sentimientos y sensaciones, es el cuerpo desnudo, éste nos proporciona y transmite un sinnúmero de emociones y sentimientos: armonía, tristeza, pudor, energía, éxtasis, calma, desespero, soledad, felicidad, placidez, humildad, sosiego, todo menos indiferencia. Fundación Fototeca Histórica de Cartagena de Indias

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