Editorial


En medio de la apatía, se eligió al Gobernador

Contabilizado el 99,85% de las mesas, las elecciones atípicas de Gobernador de Bolívar arrojan el descomunal porcentaje del 89,65% de abstención, ya que de un potencial de 1’313.015 personas aptas para votar, sólo lo hicieron 135.951. Tan exorbitante muestra de apatía, que en otras circunstancias hubieran suscitado una enorme preocupación –porque se interpretaría como un mayoritario rechazo a la participación democrática–, en el caso de estas elecciones demuestra dos cosas: que una enorme mayoría las consideraba inconvenientes y que las propuestas de los candidatos no lograr despertar el menor interés. Muchos dirigentes políticos y gremiales, e incluso la Iglesia Católica, manifestaron su desacuerdo con semejante esfuerzo para escoger a un gobernante que sólo tendría poco más de un año para ejercer, y consideraron escandaloso gastar en los comicios más de 8 mil millones de pesos, mientras los bolivarenses padecen el azote de un invierno mucho más intenso y devastador que cualquier otro. Por supuesto, es algo tonto pedir que lo que se gaste en elecciones se invierta en ayuda para los damnificados por el invierno, pero es mucho más tonto responder que eso no puede hacerse porque sería peculado, ya que no se está proponiendo cambiar de destinación esos recursos, sino canalizar todos los esfuerzos en atender debidamente la catástrofe invernal que lacera a este departamento. Con todas las circunstancias que han rodeado la elección del Gobernador, y sin demeritar la calidad del candidato ganador ni la de su rival, la exigua participación electoral hace irrelevante esa información, y haría ridícula cualquier celebración. De todas maneras, ya se cumplió el proceso, se gastaron los 8 mil millones de pesos y el nuevo gobernador es Alberto Bernal Jiménez, del Partido de la U, quien obtuvo 87.892 votos, es decir, apenas el 6,15% de los bolivarenses que podían votar. El escaso tiempo que el gobernador electo estará en el cargo hace innecesaria la búsqueda de apoyo político, porque será muy poco lo que tendrá oportunidad de hacer, excepto continuar con los programas que ya están en marcha y ejecutar el presupuesto determinado para el próximo año. Eso no significa que su mandato será un simple paso por el despacho para estampar su firma donde se requiera, porque aun si fueran seis meses en el cargo, el gobernador electo está obligado a impulsar aquellas iniciativas que permitan al Departamento encaminarse hacia la solución de los problemas de sus habitantes, de los que sobresale la pobreza, la inseguridad, la falta de garantías para ejercer las labores agropecuarias y la precaria inversión en obras que mejoren su calidad de vida. Es preciso, de cualquier forma, que los ciudadanos estén vigilantes, como lo deben estar siempre, para que este año y pico de administración departamental no se convierta en una herramienta para amarrar la elección del año entrante. Confiamos en que el gobernador electo, Alberto Bernal Jiménez, así lo entienda y que su administración se guíe por los principios de la transparencia, la equidad y la protección de los recursos públicos. De nuestra parte, ejerceremos la tarea de informar con los criterios de siempre y con la voluntad de observar su desempeño gubernamental, ayudando a que sus iniciativas progresistas y honestas salgan adelante.

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