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Danfroc: El silencio que quiere hacer bulla

Cristian Agámez Pajaro
Cartagena de Indias

No sabía bailar. A los once años Teófilo era arrítmico y su madre decidió inscribirlo en un grupo de danzas del barrio para que se moviera. En principio, siempre estuvo en las últimas filas de las coreografías, donde menos se notara su escaso talento. Eso, en vez de amilanarlo, sembró en él aquel deseo de superarse. “En las fiestas, mi mamá me decía que bailaba como un pato, por eso me metió en ese grupo. Entonces yo no era bueno bailando, cuando llegaba a mi casa del ensayo, me metía al baño a seguir ensayando”. Ser de los mejores se convirtió en su objetivo y, seguir en el mundo de la danza, en su camino, pese a que su mamá después lo cuestionara.

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La escena: Aparece una niña dando gritos. Desesperada. “Suéltenme, suéltenme, ¡no más! No me agarren. Suéltenme”. Llora, se jala los cabellos, quiere salirse de sí. Salta, se arrodilla, la niña parece estar atrapada por alguien que le hace daño. Parece recibir golpes. Está amarrada. Sus gritos se escuchan por doquier, llegan vecinos a ver. Tan altera está que le dicen que pare: “¡Ya basta!”. Ella se detiene, sonríe y vuelve a sentarse junto a sus compañeros. El reducido público también ríe y aplaude. Están sorprendidos.

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Una noche, la madre de Teófilo lo despertó y le dijo: “¿Tú eres marica?”. Él respondió: No. “A los cinco años de estar bailando, comencé a dar clases de baile y llevé unos vestuarios de mujer a mi casa, eran de unas compañeras. Mi mamá me levanta a las 12 a. m. a decirme eso, porque encontró esos vestidos, ella pensó que yo era gay. Yo le respondí que si fuera así yo se lo diría y punto. Ahora soy su admiración y de la persona que más habla es de mí, por todo lo que estoy logrando con la danza”, dice riendo. Aquel niño que no sabía bailar, siete años después, daba clases de baile, luego perteneció al grupo Ekobios y  dirigió una agrupación de danza denominada Afrocolombia. También viajó a varios países de Europa, como España, Portugal y Francia, y vivió un tiempo en Italia. 

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El baile: Se forma un ‘chismorreo’. Unos comentan aquí, otros allá. Una niña se desmaya en los brazos de sus compañeras, vestidas de negro. Ellas la rescatan de lo peor, de golpearse contra el piso y, entonces, la mecen hasta hacerla resucitar al son del tambor. Un zigzag en sus pies empieza a mover sus cuerpos, nadan todos en una danza ancestral, serpentean con sus dorsos, alzan los brazos y contonean sus caderas. Ha empezado el show de ‘En silencio’, dentro de ese pequeño salón de baile, en eso se convierte todas las tardes el salón comunal del sector Rafael Núñez en el barrio Olaya Herrera de Cartagena. En un escenario.

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Teófilo Mercado Carriazo era un ser arrogante, al que algunos de sus alumnos de danza, según dice, incluso le temían.
“Cuando estuve en Italia, decidí devolverme. Tenía mi novia en Cartagena, estaba muy enamorado de ella, me devolví sin avisar. Mi mamá me abrió la puerta y me preguntó:‘¿tú qué haces aquí, si puedes lograr mucho allá (en Italia)?’. Después tuve la fortuna de trabajar con el Ministerio de Cultura, en el sur de Bolívar, en los Montes de María, era trabajo con niños. Cuando yo llegaba me abrazaban y se alegraban. Ahí es cuando dije: ‘a partir de ahora mi trabajo va a ser con niños, porque estoy haciendo parte de la formación de ellos. Quiero formar gente de bien’. Ahí es donde nació mi iniciativa, que se llama ‘Danfroc’”, comenta el bailarín, nacido y criado en Olaya.Y agrega que los niños lograron que dejara su arrogancia.

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El orgullo: Afuera las mamás se miran unas a otras, aplauden. Comentan. Murmuran. Ya se han vuelto un tanto expertas en eso de la danza contemporánea, miran sus hijos danzando y en sus miradas se nota orgullo. Los ojos de esos 15 niños también brillan de felicidad.“Me gusta la danza porque soy tímida y no me gusta hablar en público, entonces con la danza afrocolombiana contemporánea puedo expresar lo que siento, la tristeza, el temor, la felicidad y la alegría con mi cuerpo (...)”, dice una niña y otra la complementa: “Cuando estoy bailando, me siento en otro mundo. Me siento así como si el mundo fuera en blanco y negro”. 

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Hace 6 meses, nació Danfroc como “la primera compañía infantil del país”, dice Teófilo y agrega que: “nace en la otra Cartagena, donde no llegan las olas del mar, donde hay fronteras invisibles, donde la gente siempre está en silencio porque no sabe cómo expresar lo que siente, donde se acuestan a veces sin comer y los niños caminan descalzos. Hay una problemática social inmensa”. Son niños del sector Rafael Núñez de Olaya Herrera, que mueven sus cuerpos al son de danza afrocolombiana contemporánea.

“También nací en este barrio. Decidí que Danfroc naciera en esta zona porque es la única forma que yo puedo protestar es a través del movimiento. Quiero que estos niños conozcan otro mundo. La única cultura que tenemos nosotros es sacar el picó y que suene, pero, a través de esto, los niños comienzan a describir otros sonidos, no solo escuchan champeta, que no es mala, también cumbia, música clásica”, afirma el artista. “Tenemos nuestra primera obra, se llama ‘En silencio’. Narra todo lo que pasa en nuestro contexto, hecha por niños para adultos, es  para un público adulto porque es muy desgarradora, sentida. Somos el silencio que quiere hacer bulla”, agrega el coreógrafo, quien, tal vez, en el fondo, también sueñe con que la danza brinde a los niños de su barrio las mismas oportunidades que él ha tenido.

"EN SILENCIO"

La compañía de baile Danfroc se presentó en el décimo aniversario del Parque Cultural del Caribe, en Barranquilla, hace dos meses y lo hará nuevamente en noviembre en un festival de danzas. “Realizamos una video-danza que se ha presentado en Brasil, Argentina, Noruega, Suiza y próximamente en México. Con esa video-danza ganamos un premio en un festival de Brasil y en Argentina como mejor videodanza de Latinoamérica”, dice Teófilo.  A finales de septiembre viajarán a Bogotá para presentarse en la biblioteca Virgilio Barco y en el Auditorio Pablo Sexto de la Universidad Javeriana, en un festival de danzas. ‘En silencio’ es una presentación hecha por niños para adultos. Cuando acaba, precisamente deja eso, unos segundos de silencio, antes de que el público estalle en aplausos.

EL GRUPO

Aunque en principio el grupo de niños era de 30, el reducido espacio para practicar lo menguó a 15. De ellos 13 son niñas y dos niños, además de otros cinco que tocan los instrumentos. También hacen parte del grupo Juan José Pérez, maestro en música; María Jesús Osorio, asistente en coreografía; Marlín Reyes, coordinadora general; y Katerín Villa.