En días pasados expuso en el Museo de Arte Moderno el reconocido artista plástico Camilo Calderón, esta vez presentando su obra “Arqueografías”, continuación de la anterior “101 pieles de tierra viva”, en la que sigue trabajando en territorio. Pensó en el vocabulario para plasmar lo que quería y buscó las palabras: desenterrador, localizador, entierro, hallazgo, huellas, sombras, impronta, vestigios, antropomorfo, fosilizaciones, tejidos, costos, muerte y resurrección. Todas ellas lo llevaron a concluir que todo el trabajo en un punto queda enterrado y de todas las civilizaciones esenciales, de las personas y las cosas, quedan tan sólo pequeños vestigios. Es un símil para decir cuando se acerca a las fosas comunes y a todos estos entierros de gentes asesinadas en los Montes de María, por ejemplo, y se atreve a decir que eso le aterra mucho y que en esta tierra que todo lo entierra, todo desaparece porque la utilizamos para desaparecer toda una barbarie de un tiempo, de un momento. La información rápida (revolución del siglo XXI) nos está acelerando el ritmo y nos satura la memoria, llevándonos más allá, más rápidamente, como llenándonos el disco duro. Entonces la memoria queda enterrada. Si nos vamos más allá, continúa diciendo Calderón, a la memoria de los noticieros, nos damos cuenta de que matan 200 mil personas y las meten en fosas comunes, las entierran, las desaparecen, las torturan y al poco tiempo llega otra gran noticia, entonces todo queda enterrado. Eso es sólo un ejemplo, porque aún con las emociones y las gratificaciones que tenemos en la vida ocurre lo mismo: una gratificación entierra a otra gratificación y un muerto entierra a otro muerto. Enigmas silenciosos, una reflexión de Calderón, nos hace ver y sentir de alguna manera un punto de referencia de su obra cuando dice: “en Colombia existen simultáneamente dos grandes contradicciones: de una parte habitamos un lugar privilegiado en energía y paisaje, y de otra el horror, el dolor, la incertidumbre, el desespero y por ende el destierro. Esta amenaza omnipresente no permite el diálogo político. Este es un momento en que el arte debe estar presente con su fuerza creadora y nosotros debemos involucrarnos con el propósito de estimular la creación para sobrepasar y neutralizar la presencia de Tánatos mediante estos impulsos de creación capaces de contener el poder de la violencia en un momento en el cual la indiferencia no tiene lugar. “Debemos entonces recurrir al exorcismo para conjurar los efectos de la guerra y de la angustia que nos embarga, nos avasalla…;, nos detenemos a excavar en esos ‘lugares de presagio’ acompañados de cierta tensión cargada de incertidumbres de testigos presentes y de autores ausentes, como si la providencia nos hubiese dejado al garete, dormidos, tan sólo protegidos por fuerzas telúricas, embriagados de melancolía ambigua, dramáticos, en un proceso calcinante muy cercano al naufragio predecible de testigos ocultos sobre los cuales podrá florecer un nuevo orden de una nueva ética de la estética y en definitiva resignificación del arte-vida, del arte-muerte”. Este artista nos deja un mensaje contundente sobre una realidad calcinante que nos acompaña a diario en nuestro país y el mundo. licorcione@gmail.com
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