“Quiero que todas las personas entiendan que cáncer no es sinónimo de muerte, al contrario, es igual a vida, todo está en la mente y lo que nos hace fuerte es aferrarse a Dios”.
Esas son las palabras de la cartagenera Adriana Martínez Álvarez, que a los 18 años le diagnostican cáncer y hoy, a los 22, sigue con su vida normal.
Al verla con su prótesis de aluminio que tiene la imagen de un león, no me atrevo a preguntarle sobre su enfermedad, porque no sé si se va a sentir mal por mis interrogantes o simplemente no querrá hablar sobre ese hecho traumático en la vida de cualquier persona. Sin embargo, con una sonrisa dibujada me dice: “te contaré todo sobre mi enfermedad”.
Después de escuchar esas palabras, no dudo en ningún momento que estamos ante una guerrera de la vida.
“Era una niña normal”
Nos cuenta que era una niña normal, estudiaba cocina en la Fundación Tecnológica Antonio de Arévalo -Tecnar- y le encantaba ir al estadio Jaime Morón para darle el apoyo a su equipo del alma, Real Cartagena. También salía con amigas a cine, a bailar o a fiestas, pero de repente todo cambió.
“Todo cambió, me diagnostican un tumor en mi pierna derecha, pero no se sabía si era cancerígeno o no”, afirma Adriana.
La joven pasa de médico en médico, le hacen varios estudios, pero no aparecía nada. Entonces comienza a pensar que tal vez se ha sanado, pero después de meses de diagnósticos y exámenes le encuentran en su pierna derecha que tiene un Sarcoma de Ewing, nombre del tumor cancerígeno que tiene Adriana.
Esta enfermedad se puede dar en cualquier momento durante la niñez y comienzos de la edad adulta, pero generalmente se desarrolla en la pubertad, cuando los huesos están creciendo rápidamente.
El tumor puede originarse en cualquier parte del cuerpo. Generalmente empieza en los huesos largos de los brazos y las piernas, la pelvis o el tórax, al igual que en el cráneo o en los huesos planos del tronco. En todos los casos conocidos, hace metástasis a los pulmones y a otros huesos. Pero no es el caso de Adriana, no había hecho metástasis y demostraba una vez más que confiando en Dios nada le pasaría y que en algún momento saldría de esto.
“Me aferré a Dios”
“Es duro saber que tienes cáncer, pues es una enfermedad a que las personas le tienen miedo, pero yo me aferré a Dios y a mi familia, que jamás me abandonó”, declara Martínez.
Por ser una enfermedad de cuidado, Adriana cuenta que tiene que dejar un tiempo su casa, en el barrio San Francisco, porque su cuarto no estaba en óptimas condiciones para pasar la enfermedad, así que se va a vivir con un tío que en ningún momento duda en abrirle las puertas de su vivienda. Mientras, sus vecinos y familiares hacen bingos, rifas y de cuanto medio se le ocurre para conseguir los recursos necesarios para transformar su cuarto.
“A mi familia la defino como guerrera, jamás se vencieron a pesar de no tener los recursos necesarios; el cáncer es una enfermedad costosa, sobre todo por los cuidados y las terapias que uno debe tener”, señala.
Dice que jamás le faltó nada, siempre estaba rodeada de personas que la querían y dándole su amor incondicional. La Fundación Funvivir se vuelve la segunda familia de Adriana y la ayudan con su quimioterapia.
“Una decisión difícil”
Después de meses que Adriana no ve mejora en su pierna y de todo el tratamiento que le hacen, una noche, sentada en su cuarto hablando con Dios, toma una decisión.
“Mi pierna no servía, no veía mejoras; una noche hablando con Dios supe que lo mejor que podía hacer era que me amputaran la pierna, porque para qué tener una parte del cuerpo si no te está sirviendo y que de una u otra manera solo genera problemas”, relata.
Sus padres al principio no estuvieron de acuerdo y hasta se pusieron a llorar, pero Adriana se encargó de educarlos y mostrarles que con una prótesis iba a seguir haciendo todo lo que quisiera porque las limitaciones de las personas solo están en la mente.
Después de varios días hablando, logra convencer a sus padres, que al ver que era lo que quería, no le dieron la espalda y la apoyan.
“Todo se comenzó a dar como yo quería, le comenté al médico y ya tenía la cita para amputarme mi pierna a la semana siguiente”, recuerda Adriana.
Dice que como es una decisión propia, la operación se la hacen con anestesia local y en todo momento está consciente de lo que pasa.
“Vi como me quitaron mi pierna y cuando la pusieron en un balde, en ese justo momento supe que me estaba quitando algo que no me servía, estaba tranquila”, afirma.
Nueva vida
Durante su recuperación, su solidaridad se ve fortalecida y así demuestra que la falta de una pierna no es un limitante para seguir luchando por prioridad, inclusión y respeto a quienes tienen amputaciones por el cáncer.
Por esta razón, Adriana es invitada a principios de este mes a Bolivia al Bionic Fashion Day, un desfile de modas con jóvenes que han sufrido de alguna amputación por el cáncer y ahora es una prometedora modelo.
“Así se comienza a cumplir uno de los muchos sueños que tengo. No se dejen vencer por nada, si yo pude, ustedes también, no importa cuál sea el problema. Siempre he querido ser modelo y lo estoy logrando”, apunta.
La experiencia de ir a otro país y regresar de nuevo al estadio de fútbol de Cartagena son de las experiencias más gratificantes que ha tenido Adriana después de su recuperación.
“A todas esas personas que están pasando por dificultades, pónganse en manos de Dios y de su familia, no hay nada que él no pueda hacer real; si yo pude, tu también puedes salir de ese problema”, precisa la joven modelo.
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