Se podría pasar un día entero escuchando la música de Diomedes Díaz sin repetir canciones y quedar con el alma conmovida. Y se podría elegir una canción para cada mes del año, desde enero hasta diciembre, y encontrarse otra vez con la sorpresa de una canción de Diomedes Díaz. Desde aquel niño que empezó a cantar bajo el sol de su aldea haciendo de espantapájaros en los sembrados hasta el hombre de 56 años que murió ayer, hay más de cuatro décadas de música sin parar. El ídolo ha muerto pero nace el mito de Diomedes Díaz, en la trágica paradoja de la gloria, el éxito y el exceso. El cronista Alberto Salcedo Ramos en La parranda eterna, hizo la más completa semblanza de este músico y su declaración a Margarita Vidal es certera y oportuna para comprender la dimensión del ídolo más allá del enjuciamiento moral. Confiesa Salcedo que hizo la crónica de Diomedes porque al igual que muchos devotos o no devotos de Diomedes, su música estuvo presente, quiérase o no, en la existencia y en los recuerdos de todos los hombres y mujeres del Caribe colombiano y del resto del país. Era un retrato de lo bueno y lo malo de Colombia. “Era nuestro Rock Star. Un hombre que salió de la nada, que cambiaba canciones por café cuando era niño, que fue espantapájaros en una finca y que, para no aburrirse en medio de la inmensidad del cultivo, empezó a cantar”, contó Salcedo a Margarita. Cuando leí su crónica pensé que esta circunstancia novelesca y cinematográfica de su vida, tenía el impacto de una metáfora inolvidable y contundente: espantar pájaros y terminar cantando. No es fácil comprender que lo esplendoro puede estar amenazado por la tragedia.
La herencia musical
Diomedes Dionisio Díaz Maestre nació el 26 de mayo de 1957 en La Finca Carrizal, corregimiento La Junta en el municipio de San Juan del Cesar (sur de la Guajira). Su primera grabación data de 1976. En 37 años de trayectoria sin cesar, grabó 350 canciones entre 35 álbumes, de las cuales vendió más de 15 millones de copias. Un centenar de esas canciones son éxitos dentro y fuera del país. Fue Rafael Orozco quien lo apodó “El Cacique de la Junta”, en su interpretación ‘Cariñito de mi vida’ (1975), de la autoría de Diomedes.
Allí están: “El romancero”, “Camino largo”, “Sueño triste”, “Doblaron las campanas”, “Cristina Isabel”, “Cariñito de mi vida”, “Lluvia de verano”, “Tres canciones”, “Bonita”, “La juntera”, “Te necesito”, “Ven comigo”, “Tú eres la reina”, “Amarte más no puedo”, “Fantasía”, “Sin medir distancias”, “Myriam”, “Diana”, “Todo es para ti”, “Lo más bonito”, “Tu cumpleaños”, “Si te vas te olvido”, “Mi muchacho”, “Mensaje de Navidad’, entre otras. Fue un fenómeno en ventas de discos, solo superado por él mismo en un nuevo álbum. En su trayectoria grabó con destacados acordeoneros como Juancho Rois,Nicolás Elías ‘Colacho’ Mendoza, Gonzalo El Cocha’ Molina, Álvaro López, Elberto López, Iván Zuleta, Franco Argüelles, Juancho de la Espriella.
Lo que hemos perdido
“Hemos perdido a una figura importante e irrepetible, un artista muy grande en la música vallenata”, dijo Jorge Oñate a El Universal.
“Yo fui uno de los primeros en conocer a ese muchacho campesino, delgado y humilde, que venía de una finca de Carrizal, y cuyos primeros cantos nos dio a conocer en 1968 y 1969, y demostraba ya su enorme talento como compositor e intérprete. Sus cantos marcaban diferencia con lo que hacíamos, con Poncho Zuleta, Rafael Orozco. Cuando aparecieron grabadas sus canciones en 1976, ya las conocía”, nos dijo Oñate.
“Creo que Diomedes le cantó a todos los temas con mucha poesía y melodía: al amor, a la tierra, al folclor, a sus vivencias, a sus hijos, a sus padres, a sus ahijados. sus canciones quedarán eternizadas en la historia de la música vallenata. Sus cantos eran de raigambre campesina porque Diomedes no dejó de tener un alma campesina”, precisó Oñate.
La música suena ahora como un duelo. Triste. Como una memoria que nos hace reír y llorar.
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