Moda


¿Qué le falta a la diseñadora de Bojayá para llegar a Milán?

COLPRENSA

29 de abril de 2017 10:07 AM

Como si predijera el futuro, Teresa, la mamá de Cléiner Cabadías Rivas abandonó su finca y su casa en Mesopotamia, un corregimiento de Bojayá, con su máquina de coser Singer al hombro. La violencia la hacía desplazarse hacia Quibdó con su esposo y sus ocho hijos. Esa máquina sería el futuro de la familia.

La historia sucedió hace 30 años. Hoy se cuenta otra, llena de sueños, de encuentros casuales que cambiaron el rumbo de esta diseñadora empírica quien gracias a la tradición familiar y a uno que otro curso que su mamá le pagó, ahora está a puertas de presentar una colección completa en Italia.

Para llegar a contar este nuevo relato Cléiner ha tenido que sobrellevar una carga muy pesada, propia de aquellos a los que la violencia les arrebató no solo el espacio físico sino la vida misma.

Su padre, un campesino que tuvo que dejarlo todo, no se adaptó a la ciudad. Su madre pasó a ser la cabeza del hogar con su trabajo como costurera y Cléiner ahí, observando, aprendiendo, jugando como niña a hacerse ropa.

Su padre murió 15 años después del desplazamiento, su corazón falló. A este sino trágico se suma la muerte de uno de sus hermanos y la desaparición de otro. Cléiner le ayudó a su madre a levantar al resto de la familia. “Este hogar salió adelante gracias a la confección. El trabajo ha crecido por que se fue regando el voz a voz”.

EL ÁNGEL GUARDIÁN

Cléiner se presentó hace cinco años en Medellín, en la pasarela Univentas, y allí conoció a la mujer que hoy la tiene a las puertas de Italia, Indira Palacios Rodríguez, quien trabaja en el área de Cooperación Internacional en el país.

Vi las prendas, me gustó la colección que ella presentó. Yo vivo en Italia hace 16 años y cuando ella me dijo que su sueño era estar en una pasarela europea le dije que eso requería paciencia y mucho trabajo. Que ella tenía el talento y la creatividad, pero había que madurar”.

Cléiner fue paciente, siguió diseñando sin descanso y consiguió el año pasado exhibir su ropa en el Bogotá Fashion Week, y fue una de las protagonistas en la Pasarela Somos Color, organizada por Henkel y la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las víctimas.

Mientras tanto Palacios se contactó con la Embajada de Colombia en Italia y comenzó el lobby.“Allí presentamos el trabajo de Cléiner y gustó. Después llegamos a la Cámara de la Moda de Milán y bueno, presentamos su historia y su trabajo y a ellos les gustó mucho”.

Hoy Italia está a un paso. “Ya está aprobado el primer desfile en Florencia para el 14 de junio y en Milán en septiembre. Sería la primera afrocolombiana en pasarelas europeas”. Pero algo falta.

LAS NECESIDADES
Cléiner tiene su colección diseñada, solo que no ha podido empezar a trabajar. No tiene telas, las que ella quiere para exponer en Europa. “La colección que hice para el Bogotá Fashion Week se hizo con telas que estaban a mi alcance, pero ahora vamos a una pasarela internacional a competir con la moda mundial y necesito telas tipo exportación, más finas”, asegura.

Palacios va más allá. No es solo las telas, se necesita un montaje, una logística para movilizar todo lo que ella está haciendo. “Buscamos aliados estratégicos”, precisa.

LO QUE LLEVARÁ A ITALIA
Mientras sigue tocando puertas públicas y privadas, Cléiner organiza la colección que mostrará en Italia, porque no pierde la esperanza y ya tiene patrones cortados. “Tengo planeados presentar 40 looks, inspirados en la naturaleza y fauna y flora del Chocó y de todo el país. Quiero mostrar que tenemos que volver a la vida natural, a la vida artesanal, que hay que cuidar la naturaleza, volver a ella incluso en el vestuario”, confirmó esta mujer que admira a Silvia Tcherassi y que quiere traspasar fronteras como la barranquillera. “Es mi inspiración, una mujer que ha trascendido fronteras y admiro el manejo que ella le da a las telas y como plasma cosas diferentes en sus diseños”.

Y como esta historia es un vaivén de tristezas, esfuerzos, alegrías y sacrificio hay que contar que su madre ya no está para ver a su hija en las pasarelas europeas. Hace cuatro años murió por un aneurisma. Cléiner honra su memoria con la máquina Singer que sigue en casa, ya no la usa, pero es el símbolo de la pujanza de su madre, de la familia y la de la vocación que la acompaña desde niña.

Su sueño sigue intacto. Ya hay un gran porcentaje adelantado, lo que falta es ayuda y ella no duda que llegará, porque “yo represento a tantas víctimas que estamos saliendo adelante”, concluyó.

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