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La mujer, una presencia permanente en las letras guajiras

Los  patios del Claustro Santo Domingo no sólo recibieron la magia de la literatura guajira, sino que su noche fue almibarada con los acordes de la  “Orquesta sinfónica de Cerrejón”, integrada por 90 jóvenes del área de influencia de las operaciones mineras en ese territorio.
A la presentación de la orquesta la precedió una conversatorio entre Weildler Guerra, Víctor Bravo Mendoza y Fredy Gutiérrez Sahaud, tres escritores y conocedores de las letras que se producen en ese fragmento del norte del Caribe colombiano.
Fredy Gutiérrez comenzó disertando sobre el papel de la mujer en la literatura guajira, diciendo que “en el origen de esas letras encontramos una vocación de género que fue un poco tardía en la literatura moderna, quizás con Virginia Wolf a principios del siglo XX.
Pero la Guajira tiene la singularidad de tener a una mujer como Priscila Herrera de Núñez, una auténtica guajira, quien fuera cuñada de Rafael Núñez, y quien escribió la primera novela que se conoce en el Caribe colombiano, cuyo nombre es ‘Un asilo en la Guajira’.
Se trata de una propuesta con todas las limitaciones culturales que podía tener una mujer en el siglo XIX. Se escribió en 1879 y retrata parte de lo que es la hospitalidad guajira. Porque, en medio de esas dificultades de tipo climático, a esa mujer, la heroína de la novela, le toca huir cuando pierde a su esposo, mediante un asalto que se ha hecho a Río Hacha, cuando pertenecía al Magdalena Grande.
Esa heroína encontró un refugio en medio de los wayúus, quienes la protegen y e le dan crecimiento a su hija, para que tenga posibilidades de sobrevivir frente al ataque que ha sufrido en Río Hacha. Se me hace, sin duda alguna, dentro del género novelístico y dentro de las posibilidades de lo que la mujer siempre quiso como posibilidad de escritura, una piedra angular del pensamiento femenino y quizás del pensamiento caribe.
Recordemos que Virginia Wolf reclamaba una habitación propia para poder escribir en 1930. Y ya Priscila se atrevió, en 1879, a escribir una novela que refleja parte de lo que los wayú iban a transcribir como raza hospitalaria”.

La continuidad femenina

En su momento, Víctor Bravo, habló de la continuidad del ente femenino en la literatura de la Guajira.
“Creo —dijo el escritor— que si hay que comparar a Priscila con un elemento también muy nuestro, sería con la novela ‘Cubagua’, del venezolano Enrique Bernardo Núñez, quien escribió sobre los indígenas wayúus desde la frontera y desde ese país espiritual que concierne a esa etnia sin divisiones.
La novela es interesante en todo el sentido de comparar a Priscila, buscarle su par en la literatura que tenga que ver con los origines wayúu, con la mitología y con la leyenda.
Hablando de la mujer escritora guajira, realmente nosotros somos afortunados. Después de Priscila, hay una Pola Peláez, nacida en Barrancas, quien vivió en España por mucho tiempo y escribió una novela titulada ‘Mis brotes’, en momentos en que era muy atrevido que una mujer tocara los temas en contra la iglesia católica.
Tenemos también a Vicenta Siosi, una escritora magistral en cuanto a la literatura que tiene que ver con nuestro contexto social y nuestra cosmovisión wayúu.
Esther Siria es fabulosa también en lo referente a lo indígena, lo cual nos permite hacernos una pregunta: ¿la literatura guajira es una literatura indígena o es una literatura arijuna? Así nos llaman los wayúu a quienes no pertenecemos a la etnia”.

Un buen encuentro

Fredy Gutiérrez complementó las palabras del poeta Bravo, diciendo que “hay un encuentro por medio del cual quien va a aprender la cultura wayúu es el arijuna.
Por ejemplo, en el ‘Cuento Wachí’ se habla de un niño que llega a Río Hacha y al principio es rechazado, pero cuando los niños pueden tener acceso a su ranchería, de súbito esos niños son atrapados por la magia del mundo wayú.
Es algo parecido al procedimiento invertido que hizo Michel Tournier con el libro ‘Robinson Crusoe’, de Daniel Defoe. En el libro de l Defoe, es Robinson Crusoe el occidental, el que viene a imponer las costumbres abiertas.
Pero en libro de Tournier, titulado ‘Viernes o la vida salvaje’, es viernes quien le enseña la sobrevivencia a Crusoe. Es decir, lo prehispánico frente al mundo occidental diciéndole que hay otras maneras de leer y que no son las que tradicionalmente conocemos en la filosofía y la historia de Occidente”.
 

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