Revista dominical


Ismael Redondo Salazar: Cien años de lucidez

REDACCIÓN DOMINICAL

24 de octubre de 2010 12:01 AM

Dice que lo que más le sorprende en estos cien años de vida, es haber viajado en barco por el río Magdalena. Ir a bordo por el río es como ver una postal en movimiento: árboles despeinados que se abrazan al agua, pájaros que cruzan entre las nubes oscuras y plateadas, peces que saltan a la luz del cielo, flores que arrastra la corriente, gente que espera en la otra orilla. Ismael Redondo Salazar, al que todos conocen en el Carmen de Bolívar, como el Indio Redondo, cumplirá cien años el 8 de diciembre. Cuando la profesora Elfy Danith González Villarreal nos llamó para contarnos de su existencia, le dijimos que tarde o temprano llegaríamos al Carmen de Bolívar a conocerlo. La sorpresa ha sido grata. Descubrir que un ser humano además de ser depositario de una memoria colectiva, es testigo de su pueblo y ejemplo de cohesión familiar. Escuchar a sus nietos y nietas, bisnietos y bisnietas, delante de él, exaltando sus virtudes, su memoria, su ligazón entrañable con la tierra y sus semejantes. En los recuerdos del hijo de José María Redondo Torres y Eusebia Salazar, están las noches en que arreaba vacas por los pueblos de la Costa, cruzando fronteras hasta el interior del país. Algunas de esas vacas se descarriaban y el Indio Redondo tenía un canto certero para recordarles el horizonte. Ahora al recordarlo, su canto de vaquería es hondo, sensible y tierno. “Trabajé doce años en la hacienda Paraco, de una familia italiana de apellido Volpe. Estaba a dos leguas de Córdoba Tetón. Fue allí donde empezaron a llamarme Indio Redondo, por mi pelo indio. Conocí a mi esposa Belia Rosa Villarreal, muy joven, trabajando en la hacienda, y un día le dije al patrón que me prestara una mula y me la llevé a Córdoba Tetón, donde ella vivía. Nos encontramos luego, y salimos a la nueve de la noche rumbo al Carmen de Bolívar. Llegamos a las cuatro de la madrugada, pero en todo el camino nos seguía una perrita. Cuando llegamos al Cementerio del Carmen de Bolívar, le dijo a la perrita: Déjame quieto, sé quién eres, perrita endiablada, te vas a llevar una muñequera mía. Y le diré a todo el mundo que nos has estado persiguiendo. Cuando traté de agarrarla y levantarla a fuete, salió corriendo y se me desapareció. Era una de las tantas brujas que aparecían en el camino. Era que esa época, sí había brujas. Así empezó el romance con Belia, la mejor compañía que yo he tenido en la vida, la traje a esta casa donde he vivido estos cien años sin mudarme, y aquí nacieron mis doce hijos. Toda mi vida he estado en esta tierra, sembrándola de yuca, maíz, tabaco. Me casé con Belia un 18 de marzo. Tenía 25 años. Me dediqué desde 1.950 a la compra de leña, hasta convertirla en una empresa familiar. Compraba mensualmente de 8 mil a 10 mil astillas mensuales. Era el único que vendía tres astillas por valor de 5 centavos y así sucesivamente. Las últimas las vendí a 100 cada una, eso fue en el año 1.995 cuando mi esposa se enfermó y murió en 1.997. Ella se dedicó a la venta de chicharrones, suero y leche de mucha fama en el Carmen de Bolívar. Todos mis hijos estudiaron. Todos mis hijos estudiaron. Tengo un hijo abogado: Álvaro Redondo Villarreal. Mi hija Eusebia que vive en Miami. Ana Tulia, que vive en Caracas. Rosa Isabel, en San Marcos. El resto vive aquí en el Carmen de Bolívar. Mi hija mayor, Juanita, terminó Modistería en el Politécnico, dirigido por Doña Geo Sebá, y en la esquina de la casa, montó su propio taller de Costura y Almacén, conocido con el nombre de Almacén y Modas Juanita. Esa ha sido mi vida. No he sido enfermizo y no sufro de nada. Terminé de trabajar cuando mi esposa se enfermó”. La más bella proeza no es haber llegar a cien años de soledad, sino a cien años de solidaridad y al afecto, con una extraordinaria lucidez, memoria y sentido del humor. Eso es el Indio Redondo: una criatura que incluso en silencio, tiene una resonancia interior, una altivez de caballero íntegro, una presencia elegante y conmovedora. Los ojos vivaces de Ismael siguen el rumbo de la casa desde la mecedora. La vida le ha dado la oportunidad de ver crecer a 30 nietos, 38 biznietos y 2 tataranietos. En esta mañana en el Carmen de Bolívar ha vuelto a evocar al niño que fue elevando barriletes en la vieja Plaza 12 de noviembre. En su noche más profunda, resplandece un cielo bajo la esperma del fandango. Bajo su sombrero, se tejen cien años de historia.

Se ha producido un error al procesar la plantilla.
Invocation of method 'get' in  class [Ljava.lang.String; threw exception java.lang.ArrayIndexOutOfBoundsException at VM_global_iter.vm[line 2204, column 56]
1##----TEMPLATE-EU-01-V-LDJSON----
 
2   
 
3#printArticleJsonLd()
 

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS