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La bomba de El Amparo

ÁLVARO E. QUINTANA SALCEDO

29 de agosto de 2013 12:00 AM

Desde el siglo pasado y en una estructura imaginaria que permanece hasta hoy, el centro de Cartagena sigue siendo el centro amurallado y fuera de él los extramuros se conciben como zonas distantes de incipiente desarrollo.
Ya en el siglo 19 se comenzaba a visibilizar una intersección formada por la avenida Pedro de Heredia, o antiguo camino a Cartagena, formando un entronque con el camino a Santa Rosa y el Camino a Turbaco. Este empalme conectaba todos los caminos que conducían a los diferentes núcleos rurales y a las agregaciones de haciendas de ganado que se expandían y que posteriormente determinarían la organización y estructura urbana de la ciudad.
Mucho después se construyó en el sector la denominada rotonda de El Amparo, la cual permitía el empalme de las cuatro vías en el sector, pero que no ofrecía muchas ventajas para la fluidez del tránsito de vehículos.  Desconozco en qué momento comenzó a llamarse “El Amparo”, sin embargo surge la inquietud, ¿al amparo de quién? Me atrevería a decir que después de bazurto, es la segunda zona de mayor caos urbano y paradójicamente se ha convertido en uno de los espacios públicos “sin amparo” de nada ni de nadie.
Siendo atrevidos podríamos decir que este sector que en algún tiempo era una glorieta o rotonda que marcaba la salida de Cartagena, estaría acercándose al concepto urbanístico de “micro ciudad” con sus propias dinámicas de desarrollo.
Una microciudad es una pequeña ciudad,  autosuficiente con la suficiente disposición de alimentos, energía, desechos e información que  pueda satisfacer las necesidades de sus residentes. Las microciudades pueden encontrarse dentro o fuera de otra ciudad mucho más grande.
El sector del amparo se consolida como un espacio autosuficiente. Es por demás la nueva zona de salud de la ciudad con clínicas y EPS, nuevos hoteles, supermercados, centros comerciales, sucursales de casi todos los bancos, tiendas y negocios de toda índole, e incluso una zona administrativa de gobierno con oficinas en la biblioteca distrital y en Ronda Real.
Pero muy a pesar de proponerse a sí misma como un nuevo centro de la ciudad, la zona de El Amparo dista mucho de ser una microciudad, de hecho tiene sus propias problemáticas que sin lugar a dudas terminan por afectar a toda la urbe.
Tres de los más importantes problemas a los que deberá prestar atención el actual gobierno son:
El caos vial: perdida ya la oportunidad desperdiciada con Transcaribe de construir un intercambiador con toda la infraestructura que merece la salida de la ciudad y el empalme de sus más grandes avenidas, el Alcalde deberá proponer nuevas opciones que permitan ampliar a por lo menos cuatro carriles y no dos en el sentido hacia Ternera, así como también dar solución a los segmentos destapados que no cubrió Transcaribe ni el contratista de la Transversal 54.
El comercio informal ambulante: Se desborda en todas sus orillas, impidiendo el uso del espacio público de todos, y que otras administraciones no ha podido controlar.
La inseguridad: El Amparo se consolidó como zona de clubes y burdeles nocturnos y  camuflado microtráfico de drogas. Es pertinente que se ponga en funcionamiento de una vez por todas el nuevo CAI de El Amparo, cuya construcción sigue estancada. Además, que se coloquen más cámaras de vigilancia y se despliegue el patrullaje permanente.
Esperamos que la actual administración asuma una comprensión de ciudad diferente. Es hora de apropiarse de la visión que Cartagena merece como ciudad en acelerado crecimiento. Necesitamos elementos de política que redefinan a Cartagena ya no como la aldea de Calamarí, sino como una ciudad sostenible que identifica y planea calidad de vida para sus habitantes. 
Docente Universitario
alvaroquintana@gestores.com

 

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