Columna


La política y los monstruos

NADIA CELIS SALGADO

04 de octubre de 2010 12:00 AM

NADIA CELIS SALGADO

04 de octubre de 2010 12:00 AM

Desde Frankenstein hasta “la llorona”, los monstruos tienen en común el haber nacido como proyecciones, a imagen y semejanza del miedo y las bajezas reprimidas de sus creadores y creedores. Crear monstruos ha sido también una respuesta común a lo desconocido, testimonio de la dificultad humana para lidiar con lo distinto. Algunos hemos sido monstruos por un día, o por siglos. Los caribeños y los habitantes del Nuevo Mundo lo fuimos para los Europeos. Las crónicas e ilustraciones de seres con partes animales que se comían a sus enemigos sostuvieron el mito que justificó el salvajismo del conquistador, enviado a robar y matar a esta tierra para salvarnos de nuestra “barbarie”. Por eso hay quienes se preguntan quién se comía a quién. Mientras unos se imaginaban en la sopa, millones de nativos y africanos fueron literalmente consumidos por el trabajo forzado, las enfermedades y el maltrato. Las condiciones deshumanizantes a las que siguen sometidos los obreros del “Tercer Mundo”, bajo sueldos miserables y en jornadas matadoras, ameritan preguntarse quién posee el alma de quién y a quién se convierte en zombi, o quiénes son los chupa sangre. ¿Hay peor vampiro que el capitalismo global? ¿No es el consumismo puro canibalismo? Crear un monstruo requiere animalizar al otro, exagerar y demonizar su diferencia (desde su color o costumbres hasta defectos físicos), adjudicarle lo que odiamos en nosotros mismos: corrupción real o potencial, y nuestra capacidad de destrucción. Todo para resaltar la normalidad y superioridad moral del que lo define. Pero una cosa es forjar al monstruo y otra es convencer a otros de su existencia y su amenaza. Para eso se necesita poder y medios para dominar los cuerpos y las mentes de los otros. Como en cualquier espectáculo o política, de dónde pongas la luz depende también qué quede en la sombra: la corrupción propia, la explotación rampante y sus consecuencias…; todas esas cosas “normales” que los demás esperamos que algún mago, gobernante o inversionista, desaparezca hasta de nuestras pesadillas. A menudo pasa que, como Mr. Hyde, la creatura toma vida propia y se rebela. Es entonces cuando se hace realmente monstruosa, digna de persecución y muerte violenta, y del espectáculo expiatorio de su cadáver de “mono”. Sí, estoy hablando de ese “monstruo” colombiano, y no, no intento defender nada de ese ser humano. Intento entender qué proyectamos los colombianos en el señor Briceño, y cómo creamos los monstruos con los que amanecemos día a día. Porque las naciones crean sus propios monstruos, mezcla de los temores de unos, la avaricia excesiva de otros, las necesidades reprimidas de tantos más. Me consume también la ironía de que dos meses atrás el monstruo era Chávez, un día antes lo era Ingrid –que también pasó por la canonización- y de que, muerto Frankenstein, hubo que hacer la película de “la novia”, destituirla del congreso, inhabilitarla para ejercer política…; ¿Por qué? ¿Por buscar la paz con otras estrategias de “combate”? ¿Por qué Piedad?, mientras tantos corruptos se roban, con máscaras de “mesías”, hasta los aplausos. Nada más monstruoso que la guerra. A menos que asumamos que es problema de todos y de todos la solución, por más bombas que lluevan sobre Sodoma, de cada cuello desangrado seguirán saliendo miles de cabezas. nadia.celis@gmail.com

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