Editorial


Llover sobre lo mojado

Cartagena está llena de agua, especialmente en los barrios marginales, muchos construidos en tierras bajas no aptas para habitar. Otros están en los desagües naturales de las tierras vecinas, así que es imposible que llueva con fuerza y no ocurran las inundaciones. No son peores porque el Establecimiento Público Ambiental (EPA) y Cardique limpiaron varios de los canales principales de desagües pluviales en la ciudad, usualmente atestados con las basuras que arrojan los propios habitantes, aguas arriba y aguas abajo. Es imperdonable que la población siga lanzando detritus a las áreas públicas, pero a pesar de las consecuencias, no aprender, o no importarle lo que pasa. El alcantarillado pluvial, muy cacareado por varias administraciones distritales, sigue en el papel a pesar de ser una necesidad fundamental. La ciudad necesita que todas las formas de evacuar agua lluvia funcionen como un relojito, porque en algunos sectores, unos pocos centímetros de altura de la lámina de agua puede ser la diferencia entre la vida y la muerte. La situación es tan grave, que los barrios pavimentados y a orillas del mar y de la bahía también se inundan con los aguaceros como el de ayer y de varios días anteriores. La razón es sencilla: el nivel medio del mar está cada vez más alto, y los desagües son cada día más sensibles a la altura de la marea. Mientras más alta, más se demoran las calles para drenarse, y viceversa. Antes las vías de los litorales como el de Bocagrande, Castillogrande, Crespo, El Cabrero, Marbella y Manga, por ejemplo, desaguaban con mucha mayor celeridad, pero ahora permanecen inundados por mucho más tiempo a pesar de su proximidad a la bahía y al mar, según el barrio. Cada día esto será peor, por lo que sabemos: el calentamiento global, el deshielo polar, los fenómenos meteorológicos y demás razones. Todo lo que se haga ahora, en medio de la temporada de lluvias que arreciará y que durará hasta mediados de diciembre, será aliviar en lo posible a los habitantes de los barrios más afectados. La solución definitiva es el traslado de todos los habitantes de los barrios de las cotas más bajas, a proyectos como Colombiatón. Los habitantes de La Popa también viven en peligro, especialmente aquellos más próximos a los desfiladeros construidos por la erosión, causada a su vez por la deforestación. La Popa no se inunda, pero el riesgo de derrumbes siempre está latente, aunque las medidas para controlar las escorrentías han tenido éxito. Ante todas estas amenazas colectivas y repetitivas, el Concejo, la Alcaldía y los ciudadanos, todos, deberían estar sintonizados en esta prioridad: reubicar a los barrios subnormales y no “dormirse” en verano porque se olvida la pesadilla de la lluvia. Como decíamos ayer al hablar de La Niña y su efecto en Bolívar, los remedios posibles en el corto plazo no son sino paliativos. Los problemas estructurales como estos sólo tienen soluciones integrales, y para evitar una tragedia, se requieren acciones con mucho más apremio que hasta ahora.

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