Llevados quizá de la ma-no imperdonable del cambio han desaparecido casi del to-do, como tantas cosas, en nuestros pueblos sucreños.
Son esos lugares exclusi-vos para caballeros, que aun-que no lo eran, terminaban siendo igualmente emocio-nantes tertuliaderos.
Tal vez, esos sitios en donde sobre sillas reclinables y navajas afiladas se convertía en arte sacarle partido a los bellos que de manera natural salen en el rostro de los hombres, han ido desapare-ciendo también cubiertos con el manto de lo anticua-do.
Cuando estaban en su fu-ror, los señores dependían mucho de ellas. Dedicaban tanto tiempo como hoy una dama lo hace con el salón de belleza, pues muchos se afei-taban todos los días, lo que suponía pasarse una o dos horas diarias en estos estable-cimientos.
Pero las barberías no eran solo eso. Eran lugares de re-unión y hasta puntos de en-cuentro en donde se cerraban negocios, no se “chismorrea-ba”, como se hace normal-mente en los salones de be-lleza frecuentados por muje-res, o como ellas lo llaman, donde se hablaba de la fa-rándula local.
Se conversaba de política, cine, música, deporte, anéc-dotas, vivencias personales o simplemente del hecho más popular del momento, pero ahora de las barberías, que en la ciudad de Sincelejo tuvie-ron su época más fuete en el siglo pasado, sobrevive casi solo el recuerdo.
“Aunque de las barberías en la capital sucreña se po-dría decir lo mismo que se dice de la materia, que no murió sino que se transfor-mó, y sería en peluquerías és-tas al mando ya no de barbe-ros, sino de mujeres estilistas, aunque estas muy rara vez tienen hoy un cliente para acicalar la barba”, nos dice Julio César Pereira, recono-cido historiador sincelejano.
O si vemos el vaso medio lleno y no medio vacío, po-demos asegurar que a pesar de toda esa avalancha de modernismo, aun sobrevive al ataque de las máquina de afeitar desechable, las afeita-doras eléctricas y porque no, los espejos.
Estas elementos “novedo-sos”, sin duda, hicieron más fáciles las cosas a los caballe-ros, pues se volvieron autó-nomos en el cuidado de sus barbas y no volvieron a las barberías masivamente como antaño.
Igualmente, se puede pensar (otra vez) que se transformaron y la prueba es-tá, no en los salones de belle-za como algunos piensan, si-no en una nueva generación de barberos, que aunque de manera tímida se desarrolla en la ciudad de Sincelejo.
Tal es el caso de la Barbe-ría “Los Niches”, ubicada en el barrio Libertad y gerencia-da por un joven de 25 años de edad, quien no observa es-te oficio como un trabajo más, sino como una autenti-ca oportunidad de hacer arte basado en su indudable crea-tividad.
Se trata de Jorge Mario González, quien desde los 15 años se encuentra practican-do esta actividad, inicialmen-te lo hizo entre sus compañe-ros de colegio, luego prestó el servicio militar y en el Ejército de Colombia le die-ron la oportunidad de capa-citarse un poco más.
Al regresar de cumplirle a la Patria, este muchacho abrió su barbería, la que hoy tiene provista de modernos elementos para el corte de barba y bigote, así como de cabello para hacer originales figuras, que como tatuajes. Sus clientes más jóvenes, quieren lucir y no pasar des-apercibidos entre la gente.
Hoy tiene más de 400 clientes. A su barbería van caballeros de todos los estra-tos y rincones de la ciudad, incluso señores de edades avanzadas que al hallarlo se sorprendieron y al mismo tiempo se alegraron por ha-ber encontrado ese lugar que habían perdido para tratar sus bellos.
“Hoy entre los jóvenes es-tá creciendo fuertemente la barba moda y no solo quie-ren tener barbas con las for-mas tradicionales, sino llevar-las con diseños modernos y en mi negocio encuentran donde satisfacer ese gusto”, expresó González.
Orígenes
Para hablar de barberos o del oficio de barbería hay que remontarse a épocas an-tiguas, pues este oficio es tan antiguo como otros tantos, prueba de ello son pasajes de la Biblia como Ezequiel 5:1-2, que dice así: “Y tú, hijo de hombre, toma una espada afilada; tómala y hazla pasar sobre tu cabeza y sobre tu barba como navaja de barbe-ro. Toma luego una balanza y divide el pelo cortado”.
En la antigüedad el bar-bero no solo realizaba esta labor, sino que solía tener el temple en sus manos para otras actividades como la de dentistas o cirujano.
Y si nos remontamos a la década del 30, en Sincelejo era común encontrar barbe-rías en los diferentes barrios, según Hermes del Cristo Mejía, uno de los barberos sobrevivientes en la capital sucreña y que atiende en San Francisco.
El oficio ejecutado exclu-sivamente por hombres que en su misma labor diaria, adquirían la destreza sufi-ciente para ganarse un reco-nocimiento como tal, pues no había academias para ello, asegura Eliécer Arrieta, otro de los fígaros que ha vencido el tiempo y sigue con su Barbería El Estilo.
En Sincelejo encontrá-bamos barberos como Sebas-tián Contreras, quien tenía su barbería en el barrio La Lucha, de donde se trasladó posteriormente al centro, convirtiéndose esta en un punto de reunión para per-sonajes ilustres de la región.
Así como el oficio ha va-riado también han cambio las herramientas para su de-sarrollo, antes se usaban ma-quinas manuales o mecánicas para realizar los cortes de barba y cabello, ahora se usan afeitadoras eléctricas o de pilas recargables y dese-chables.
Atrás quedó el uso de he-rramientas rudimentarias que hacían del oficio un autenti-co reto para el barbero y un rato de relajación o preocu-pación para quien solicitaba el servicio, dependiendo la experiencia con la que conta-ra el fígaro, o “cirujano”.
Pero aún recuerdan con romanticismo las navajas fa-bricadas hasta con grabados de oro, las había de varias marcas, entre ellas, Aguila Corneta, Barbero de Sevilla, Halma y Solingen, entre otras, y los fígaros asentaban sus filos con una penca de cuero colgada a un costado de la silla.
No podemos olvidar tampoco a los perfumadores de bombitas con agua de lu-cena, el uso del Menticol de Pato y la bellota para la cre-ma de afeitar y de talco o polvo, con lo que el cliente quedaba listo para la “bata-lla”.
Entre los “dinosaurios” que aún sobreviven está Elié-cer Arrieta, quien tiene su barbería en el sector de Tele-com, frente al antiguo Tea-tro Paolo, siendo su barbería una de las más tradicionales, así como lo fue La Continen-tal, ya desaparecida.
Dentro de los legendarios barberos de la vieja Sincelejo se recuerdan igualmente a Antonio Juan Arrieta y sus hijos Julioberto Arrieta, Ra-fael Arrieta y Elviro Arrieta; Sebastián Contreras, Cayeta-no Montes (Barbería El Nor-te), ubicada en la Calle Real; Nando Pacheco y Clemente Padilla, entre otros.
“Aunque de las barberías en Sincelejo se podría decir lo mismo que se dice de la materia, que no murió sino que se transformó, sería en peluquerías, éstas al mando ya no de barberos, sino de mujeres estilista, aunque es-tas muy rara vez tienen hoy un cliente para barba”: Julio César Pereira, reconocido historiador sincelejano.
Regional
Barberías, dinosaurios que se niegan a la extinción en Sincelejo
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