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Hombre ciego lucha para que sus hijos no pierdan la vista

REDACCIÓN COLOMBIA

22 de julio de 2013 12:01 AM

Guarlin Soto Pinedo, un cordobés corpulento y de fuerza descomunal, se podría considerar uno de esos hombres que mira más allá de sus ojos. Pese a su ceguera debe luchar día a día por sus cuatro hijos, tres de ellos también con serias afecciones visuales.
Guarlin tuvo un accidente en el que sus ojos fueron los más afectados. Fue perdiendo la visión hasta quedar hoy por hoy sin la más mínima posibilidad de ver. Desde ese momento su vida tuvo un giro radical, siendo él la cabeza del hogar, las cosas se complicaron al punto que se sintió derrotado y sin esperanzas.
No obstante,  la fuerza de la compañía y el apoyo de su familia más cercana le dio ánimo para seguir adelante. Él habla de voluntad y sacrificio, palabras que describen la energía que irradia este hombre.
Procura trabajar tan duro como sea posible para conseguir la comida del día, el café que no puede faltar y así dormir por lo menos un poco tranquilo para sopesar las inclemencias de la jornada.
Este valiente hombre debe enfrentar una grave y progresiva enfermedad de salud ocular como es el desprendimiento de retina y cuyo tratamiento inicial es una cirugía, algo costoso y de seguimiento continuo.
TRES CON PROBLEMAS 
De 39 años de edad, Guarlin tiene como esposa a Leila Pérez, quien lo ha acompañado durante este duro proceso, sin dejarlo a un lado, sin claudicar en la formación de sus cuatro hijos y que ahora, desafortunadamente, tiene que vivir también con la dificultad de que tres de ellos sufren de problemas serios de visión.
Una de sus hijas, la mayor, de 16 años de edad padece de cataratas congénitas y estrabismo en su ojo izquierdo. Ella necesita de manera urgente una cirugía.
De la misma forma  Álvaro, de 13 años de edad, padece también de cataratas y aunque ya había recibido una cirugía para este problema no fue suficiente. Su tratamiento no siguió por cuanto no tenía dinero para  asumir ciertos costos entre ellos el de un lente que costaba 800 mil pesos y que no pudo adquirir. Ya en una oportunidad fue operado en el hospital de Cereté donde tuvo ciertas complicaciones. Ahora la situación es más grave porque los médicos le hablan de un trasplante de córnea.
La historia es similar para Alía Lucía, una pequeña de 9 años de edad, quien presenta cataratas y sin tenerlo que reiterar, necesita una intervención de inmediato. La única y, por fortuna, quien no presenta dificultad es Azucena de 4 años, su última hija.
Esta familia, que vive en el corregimiento de San José de Carrizal, perteneciente al municipio de San Carlos, (Córdoba)  ha hecho de todo por ir en busca de ayuda. Se han acercado a las entidades de salud, pero no han recibido ni el más mínimo trato digno. Los envían de un lado para otro sin respuesta satisfactoria, mientras estos pequeños sufren y pierden las esperanzas de ver tan normal como los otros amigos de su barrio.
De acuerdo con lo señalado por sus padres, no cuentan con suficiente dinero para pagar este costoso tratamiento de manera particular. Están afiliados a una entidad de salud que se ha olvidado de ellos y mientras piensan qué hacer, los días y las noches pasan sin piedad porque ellos deben trabajar para sustentar y sostener a sus cuatro pequeños.
TRABAJO DURO
Pese a su ceguera, Guarlin se levanta a las cinco de la mañana a trabajar: vende agua en tanques, alrededor de cien al día, cada uno tiene el precio de 200 pesos y con ese sustento mantiene a su familia.
Es un trabajo duro y agotador. Se expone al sol y camina largos trayectos por todo el pueblo para cumplir su meta. Su hija mayor le ayuda, lo lleva de la mano indicándole el camino a la vez que su papá empuja la carreta pesada que sirve de soporte y transporte para llevar los tanques de agua. 
Esta labor tiene su razón de ser por cuanto en este corregimiento, que dista a media hora de Montería, no cuenta con un acueducto, por consiguiente les facilita a muchos habitantes recoger el agua de un pozo.
El señor Chalo Díaz es el dueño de este manantial natural, éste se construyó ya hace más de 20 años y sigue tan intacto y tan saludable que muchos vienen a disfrutar de ese privilegio. Parece que entre más le extraen agua, más líquido da, cuenta Guarlin, mientras se dibuja en él una sonrisa alentadora.
Guarlin ve más allá de sus ojos, vislumbra un país justo, un país que le dé sonrisa a sus hijos, ya no a él, dice con esperanzas es su mirada, no importa. Sólo quiere que sus pequeños no sufran y que por el contrario sonrían al ver la naturaleza alrededor de su propia inocencia.

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