El jerarca de la Iglesia confirmó que continuará trabajando por conseguir la paz de Colombia y que insistirá en la entrega de las bandas criminales.
Monseñor Julio César Vidal Ortiz siempre ha sido un hombre sereno.
Su voz es pausada y tranquila. Sus posiciones radicales, su semblante adusto y su voz jamás se entrecorta pese a las miles de adversidades que ha tenido que sortear.
Esta vez fue distinto. Monseñor lució triste y compungido. Lloró al saber que debe irse de Montería y de Córdoba, tierra en la que ha permanecido 63 de sus 67 años de edad.
Es consciente que es Dios quien lo llevará hasta Cúcuta donde fue trasladado pero no deja de sentir nostalgia, pues esta es su tierra.
“A los cucuteños les voy a ofrecer lo poquito que soy y se pero sepan que lo hago con todo el amor”, dijo en una corta rueda de prensa que ofreció a los periodistas en la que confirmó que se irá de Montería el próximo 9 de septiembre, pues asume como obispo de Cúcuta el 10.
Su voto de obediencia no le permite cuestionar el traslado decidido por el Papa Benedicto XVI. Sin embargo, la comunidad cordobesa se pregunta si esto fue un premio o un castigo.
Monseñor dice que Cúcuta es una Diócesis muy importante donde estuvo el cardenal Rubiano, monseñor Alberto Giraldo, presidente de la Conferencia Episcopal y Arzobispo de Medellín y monseñor Rubén Salazar Gómez, actual Arzobispo de Bogotá. Sin embargo, su rostro denota que hubiera preferido quedarse en Montería.
Continúa labor
Uno de los temas que de inmediato empezaron a preguntarse los cordobeses es el relacionado con los pasos que había dado el obispo en torno al sometimiento de las bandas criminales que operan en Córdoba y en distintas regiones del país.
Con relación a ello dijo “El proceso continúa. El problema de las bandas criminales no es solo de Córdoba sino nacional y ya hemos logrado que el Gobierno públicamente hablara del espacio que está dispuesto a abrir a estas bandas”.
Monseñor Vidal se ha enfrentado a situaciones difíciles. Fue facilitador en el proceso de desmovilización de las autodefensas y ahora pretende hacerlo una vez más para que se frene la violencia en el país con la entrega de por lo menos 5 mil hombres dedicados al servicio del narcotráfico.
Su tristeza es evidente. Se va lejos de su familia y de la comunidad eclesiástica que ha seguido su carrera religiosa y especialmente como obispo en la que lleva 10 años.
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