James, el 10 e ídolo añorado
Tantos años de espera y ensayos infructuosos y por fin el horizonte muestra para Colombia ese “10” que añoraba.
Es un juvenil, está en formación, pero por su respuesta en la cancha y el profesionalismo que exhibe fuera de ella como lo admiten sus profesores, alcanzan para soñar. Un ídolo en potencia que ya disfruta el país.
“Es buen jugador y muy guapo, la combinación perfecta”, expresó Lina Buitrago, una joven que en compañía de tres amigas aprovecharon el mediodía, cerca del Hotel Marriott, sitio de concentración de las selecciones, para verlo de cerca, tomarse una foto y llevarse su autógrafo, metas que no pudieron cumplir, porque ese día el creativo estaba bajo observación médica mientras el grupo caminaba un poco después del almuerzo.
James Rodríguez, como el Pibe Valderrama del “todo bien, todo bien”, aquel grande que los hinchas intentan inmortalizar con sus pelucas rubias y frondosas en cualquier estadio que juegue el equipo tricolor, habla poco, pero con su fútbol basta y sobra.
Algunos quisieron verlo con los mayores en la Copa América de Argentina, pero Hernán Darío Gómez prefirió dejárselo a Eduardo Lara para el Mundial de casa, con los chicos de su misma edad, algo que otros como el brasileño Neymar desecharon.
Y aunque en suelo gaucho hizo falta, la fanaticada agradece verlo hoy con el plantel que está invicto en Bogotá, luego de los triunfos frente a Francia (4-1) y Malí (2-0), en los que el nacido en Cúcuta, criado en Ibagué y formado futbolísticamente en el Envigado alcanzó altísimos puntajes.
El hijo del volante que lleva el mismo nombre y que participó en el Mundial de la otrora URSS con ese elenco inolvidable de Luis Alfonso Marroquín, jugó ante Malí con lesión en la mano izquierda y con todo y eso “se tragó la cancha”, como dice la fanaticada.
Guapeó contra los africanos, que por momentos abusaron de la pierna fuerte, encaró como un león los efectos de la altura y al final marcó el gol que les devolvió la tranquilidad a los colombianos. De ahí su emoción para irse a abrazar con los aficionados, como había previsto si anotaba.
¿Qué sería de la Sub-20 sin los buenos oficios de James? Muchos se hacen la pregunta, porque como se ha podido apreciar, cuando el volante del Porto se apaga, la Selección también. Eso sí, sin desconocer el buen aporte de Cristian Bonilla, Michael Ortega, Luis Fernando Muriel, el Trencito Valencia y los demás pupilos de Eduardo Lara.
En el próximo encuentro, contra Corea del Sur, se podría despejar este interrogante, pues Colombia ya está clasificado para los octavos de final, aunque el deseo del cuerpo técnico es ser primeros para quedarse en Bogotá. Todo dependerá del concepto de los médicos y de los resultados de las pruebas de laboratorio.
Luego del encuentro con Malí, ya duchado y en la zona mixta del estadio El Campín, casi a la media noche, James no desechó la posibilidad de darse una tregua. “Puede ser, pero si tengo que entrar lo haré con toda el alma”, advirtió. Un empate le bastará a la Sub-20 para cumplir el anhelado objetivo nacional.