Los fracasos con Francia marcan la salida de Domenech

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Keyvan Naraghi AFP

Dos años después de la decepción de la Eurocopa-2008, Raymond Domenech, deja la selección de Francia en una debacle histórica para los 'Bleus' en el Mundial-2010, dos fracasos que ensombrecen la salida del técnico.

En el día de la eliminación en la fase de grupos del torneo europeo de selecciones, el técnico fue protegido por la Federación de Francia de Fútbol (FFF) y por el influyente presidente de la UEFA, Michel Platini, inquietos por la eventual toma del control del grupo por los veteranos de Francia-1998.
En esta ocasión, su contrato termina y se esperan explicaciones del lamentable espectáculo ofrecido dentro y, sobre todo, fuera de los terrenos de juego en Sudáfrica-2010.
El sentimiento de desastre es inmenso porque en raras ocasiones un director técnico de los 'Bleus' ha gozado de tanta libertad como él, que con 58 años habrá dirigido un récord de 79 partidos.
En 2006, en la noche de la final del Mundial perdido frente a Italia, el técnico con un palmarés sin título que decidió en 2005 llamar a tres glorias, (Zinedine Zidane, Liliam Thuram y Cluade Makelele) para resolver las eliminatorias del torneo de Alemania pensó haberse ganado la legitimidad.
Sin embargo, ese subcampeonato del Mundial-2006 fue un espejismo, basado más en el potencial de sus jugadores, que en sus habilidades tácticas.
Con resultados irregulares, Domenech demostró ser incapaz de dar una identidad al juego de los 'Bleus' y lidió con una política de comunicación desastrosa ante las tempestades, beneficiándose de una impunidad de la que no dispuso ningún seleccionador del planeta.
Sin embargo, en 2008, que le pidiera la mano de su compañera delante de las cámaras de televisión en la noche de la eliminación de Francia en la primera fase de la Eurocopa, provocó un escándalo y la federación gala prometió controlar al seleccionador.
Pero Domenech siempre se salió con la suya, negándose a plegarse a las amenazas, por lo que siguió al frente de la selección hablando de “olor de sangre” y de “guillotina”, cuando la prensa hablaba de él.
La consecuenca de esta torpeza en su política de comunicación y de relaciones con la prensa fue la desconexión del público, por lo que el seleccionador acabó personificando el desamor creciente entre los 'Bleus' y los aficionados.
Su estilo, lejos de la austeridad de sus predecesores (Roger Lemerre, Jacques Santini), generó la desconfiaza de muchos a su llegada al banquillo de la selección en 2004, antes de constituir un auténtico problema.
A nivel técnico, sus conceptos son más bien difusos aunque se perciba la herencia de Aimé Jacquet en el esquema de 4-2-3-1, pero Domenech siempre se niega a hablar del juego en sus intervenciones públicas.
Salvado

en 2006 por los representantes de la generación del título de 1998, Domenech no vio venir la decadencia de sus veteranos en la Eurocopa-2008 (Patrick Vieira, Thuram, Marcel Sagnol, Makelele) ni el conflicto de generaciones con algunos jóvenes, como Karim Benzema o Samir Nasri.
En Sudáfrica prometió “cazar los egos” pero no tuvo capacidad de influir en las diferencias internas de su grupo, que explotó con el caso Anelka y la huelga de jugadores en una práctica, en la que fue el portavoz leyendo a la prensa el comunicado de los mismos.
Estos hechos quedan como punto final en la carrera de seleccionador de Francia y pone muy difícil su continuación en los banquillos. Su despedida: un empate (0-0 con Uruguay) y dos derrotas (2-0 contra México y 2-1 contra Sudáfrica) para caer eliminado en la primera fase del Mundial de Sudáfrica.
Su sucesor, Laurent Blanc, tendrá un duro trabajo para reconstruir la 'Maison Bleu' tras el paso de Domenech.