Mundo espectáculo

El martes 5 de Julio pasado, cuando enterraron a Michael Jackson, fue un día para hacerse un interrogante ¿Quién duda de que el mundo ha cambiado sustancialmente en estos últimos veinte o treinta años? La modernidad, señoras y señores, ha sido superada y el mundo entero se convirtió en un espectáculo. Ahora todo es un espectáculo como aquel fastuoso y deslumbrante sepelio, del cual millones y millones de personas alrededor del mundo vimos frente a nuestras pantallas. Y cuando digo pantallas, hablo de cualquiera de ellas: la del celular, la del televisor, la del computador o cualquier interface o display y que están en cualquier parte. La pantalla es parte del artificio que vincula el mundo de la audiencia con el mundo de las celebridades, de los artistas, de los grandes productores. Frente a la pantalla somos los seres más solitarios de la historia de la humanidad, pero, eso sí, testigos del mundo – espectáculo. Y para que el mundo lo veamos así, son necesarias las cámaras y esas sí que están por todas partes: desde las alcobas de los moteles, hasta en los satélites espías que circundan el espacio. Todo se sabe, nada se escapa. Entonces todo se vuelve un espectáculo: los atracos, las tragedias naturales, los golpes de estado, los suicidios, las protestas callejeras contra el resultado de elecciones en un país islámico, el autógrafo del presidente Obama estampado en la servilleta del presidente Uribe. De manera que hay que tener cuidado en lucir siempre, no tanto bien, sino interesante. Pues, ante la cámara desempeñamos un papel y no somos gente sino personajes. Hay que cuidar la pose, sin importar la circunstancia. Lo mismo pasa frente a la pantalla, no somos sociedad civil. Somos público, que es muy diferente, porque ahí entra en juego la empatía con los personajes. Es por eso que hoy, por ejemplo, para hacer político toca ser simpático, lindo, risueño, elegante, con clase. Si un político feo, por ejemplo, aparece fotografiado en la página electrónica de un periódico, los internautas lo evalúan a través de sus comentarios ¿Y qué dicen? “Mírenle la cara, parece una rata de alcantarilla que va a robarse todos los recursos” Pero ¿Y qué tiene que ver la cara, el aspecto, el semblante o la apariencia de la gente y su oficio? Bien, como te ven te tratan. Y más si estamos circulando en la esfera, no tanto de lo público, sino del espectáculo. Es por eso también que mi imagen preferida de Michael Jackson es cuando era muy joven, era negro y tenía afro. Formaba parte de Los Jackson Five. Y claro, en Cartagena sólo habitaban las pantallas de los cines de barrio sin techo, la de algunos televisores en blanco y negro desperdigados en muy contadas casas. Y las cámaras: esas te asaltaban en cualquier esquina del parque centenario o del centro histórico. Saltaba de un rincón un fotógrafo de camisa roja y manga larga, de patillas largas y de gafas rayban y obturaba una cámara Leyca sin permiso de nadie, para después recoger las fotos al siguiente día en una papeleta blanca. No veíamos a Michael pero, en definitiva, era parte del repertorio de la banda sonora de la gran película de nuestras vidas. Michael sólo era posible verlo en las carátulas de los discos que formaban parte del repertorio musical de ciertos equipos de sonidos o de ciertos picós. No lo veíamos casi, pero, en la emisora Victoria AM (no había banda FM en la ciudad) circulaban sus canciones y eso era suficiente para imaginarnos cómo era el otro lado del mundo. Podíamos adivinar que nos estábamos pareciendo a los jóvenes de otras coordenadas. Hoy, los cuarentones, lo podemos verificar en los videos musicales que aparecen en Youtube o en las pantallas de las nostálgicas fiestas de los setentas y ochentas. Aquel martes, cuando sintonicé CNN para ver el sepelio más espectacular del mundo, mis pequeños hijos bailaban “Thriller” en la sala de la casa, a la luz del multimedia del computador. Sin duda, amigas y amigos, el mundo cambió. ricardo_chica@hotmail.com