Desde muy temprano se rumoraba en las calles. Todo se preparó hasta último detalle. Y todo salió como se había previsto. La visita del papa Francisco a la sede de la ONU conmocionó al hemiciclo del mundo por tres horas.
A las 8:19, su Santidad fue recibida por el secretario general de ONU, Ban Ki-moon, de inmediato hizo un recorrido por el edificio, que empezó al firmar el libro de visitantes ilustres.
Poco antes de las nueve de la mañana se cumplió el saludo de Francisco a los funcionarios de la ONU, lo que les arrancó gritos de júbilo y emoción.
Sobre las diez de la mañana el Santo Padre inició su discurso, para el que se habían reunido a escuchar más de 170 presidentes y jefes de Estado del mundo entero. No es que una cantidad tal esté al mismo tiempo en el escenario central de la Asamblea Anual.
Francisco es el cuarto papa en hablar ante la ONU. Recordó en su discurso que en 1965 allí estuvo Pablo VI; en 1979 y 1995, Juan Pablo II, y en 2008, el hoy papa emérito Benedicto XVI.
Francisco tomó 53 minutos para hablarle al mundo, representado en la ONU, muy rápido comenzó a dejar mensajes contundentes en el marco de la cumbre de la Agenda de Desarrollo post 2015.
“El desorden causado por las ambiciones descontroladas y los egoísmos colectivos son inicio de muchos de los graves problemas no resueltos”, expresó, con lo que inspiró la primera de una gran tanda de aplausos que recibió durante la intervención.
Ante los hombres y las mujeres que ostentan el poder político en el mundo, Francisco también envió un mensaje a quienes tienen el poder de los bancos, a quienes les expresó: “Los organismos financieros internacionales han de velar por los países más necesitados y la no sumisión asfixiante y el acceso al sistema crediticio, que lejos de promover el progreso, someten a las poblaciones a mayor pobreza, exclusión y dependencia”.
Un eje más de su discurso en la ONU fue el referente al uso y abuso del poder, del que aseguró que en muchas ocasiones se sustenta en unos falsos derechos “que se imponen en contra de grandes sectores indefensos y víctimas del mal ejercicio del poder”.
Sobre el tema del ambiente, el prioritario que este año reúne a los mandatarios del mundo, Francisco declaró: “El abuso del ambiente y su destrucción van acompañadas por un imparable proceso de exclusión; en efecto, un afán egoísta, ilimitado de poder, lleva tanto a abusar de los recursos materiales como a excluir a los débiles”.
Fue sobre la exclusión que centró muchas de sus preocupaciones: “Los más pobres son los que más sufren” y consideró que estas personas “son descartadas por la sociedad, son obligadas al descarte y deben intensamente sufrir las consecuencias del abuso del ambiente, esto hoy es la cultura del descarte”.
Más adelante le dijo a los poderosos del mundo que la “guerra es la negación de todos los derechos. Si se quiere un verdadero desarrollo se debe continuar incansablemente en la tarea para evitar la guerra entre naciones”.
Su mensaje también fue para exaltar acciones que, por consolidar la paz del mundo, se han dado recientemente, en particular para frenar el posible uso de las armas nucleares, que redunda a favor de África y Oriente Medio, “hago votos para que sea duradero y eficaz”.
Su último postulado ante la ONU fue sobre el narcotráfico, del cual sostuvo que “es una guerra asumida y pobremente combatida” y sostuvo que la misma va acompañado de trata de personas, lavado de activos, tráfico de armas y explotación infantil”.
Así como fue recibido, pero ya con la expectativa cumplida en los poderosos del mundo que le escucharon, Francisco se fue de la sede de la Organización de las Naciones Unidad, dejando un mensaje muy claro: el mundo es muy inequitativo, el poder se está mal utilizando y el ambiente, si no se preserva, afectará también al que hoy con poder lo destruye.
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