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Emigrantes jamaiquinos no quieren volver a la isla

AP

12 de octubre de 2013 09:36 AM

En esta zona acaudalada anidada en medio de las montañas del interior de Jamaica, Jasmine Pottinger disfruta de poder descansar después de una vida soportando el racismo, las discrepancias culturales y otros desafíos en el frío londinense.

Ahora se encuentra en Jamaica junto con su esposo Earl. Aquí se han retirado, al mismo municipio en el que ella nació. Gracias a sus pensiones y ahorros acumulados con ardua labor, pueden vivir en una casa grande con balcón, con un enorme jardín rebosante de pájaros y flores.

"En Londres jamás hubiéramos podido costear algo así", comenta Jasmine, de 73 años, mientras unas amistades disfrutan del pastel de banana y del fuerte café jamaiquino que sirve una empleada doméstica.

"Por supuesto que no es barato vivir en Jamaica, pero nos ofrece una calidad de vida que nosotros disfrutamos. Además, somos jamaiquinos y este es nuestro país. Aunque viví en Inglaterra por 36 años, siempre fue mi intención regresar a mi país".

Durante generaciones, era costumbre que los profesionales jamaiquinos fueran al exterior en busca de mejor suerte y regresaran al jubilarse, lo que les permitía aprovechar los bajos costos y el clima templado. A la vez, generaban una fuente de ingresos para la economía local. Pero la tendencia está desapareciendo, y las autoridades locales lamentan que cada vez menos emigrantes quieran volver.

En los últimos 20 años, la cifra de "nacionales en retorno" ha disminuido en más de la mitad, ubicándose en poco más de 1.000 en el 2011, el año más reciente del que se tienen cifras.

Algunos jamaiquinos en el exterior no pueden mudarse porque sus viviendas han perdido valor y no tienen los recursos para el traslado. Otros prefieren vivir en comunidades de jubilados en lugares como Florida, que ofrecen mejores servicios médicos y de atención. Otros son renuentes a regresar a la isla debido a la alta tasa de delincuencia.

Desde hace años las islas caribeñas han sufrido una "fuga de cerebros", en que gente profesional y capacitada emigra en busca de mejor fortuna a Estados Unidos, Europa o Canadá. En épocas recientes, los líderes de islas más pequeñas como Granada y Santa Lucía han estado tratando de convencer a los emigrantes a que vuelvan y aporten al desarrollo del país, pero Jamaica, que tiene una población mayor, es la que más ha enfocado sus esfuerzos en ese sentido.

Unos tres millones de jamaiquinos viven en el exterior, comparados con 2,7 millones habitantes de la isla. Las remesas provenientes del extranjero suman 2.000 millones de dólares al año, 13% del PIB de esta isla caribeña. El Banco Central de Jamaica estima que el 15% del ingreso de divisas extranjeras se debe a las remesas de los emigrantes.

Las autoridades trabajan en un plan para atraer a los jamaiquinos que se han ido, o al menos para persuadirlos a invertir en el país. En semanas recientes se celebró una Conferencia de la Diáspora Jamaiquina, a la que asistieron cientos de representantes de comunidades de jamaiquinos en el exterior, como por ejemplo de Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá y otras islas del Caribe.

El sector privado también está impulsando el regreso de los jamaiquinos emigrantes. Stafford Earle, un constructor que acaba de completar un conjunto residencial destinado principalmente a jubilados jamaiquinos, opina que los emigrantes que regresan impulsan a la economía local, especialmente en el municipio Westmoreland donde él está construyendo.

"El impacto total (de los emigrantes que regresan) será tan importante como el del azúcar o el turismo", manifestó Earle.

Irwine Clare, director de Caribbean Immigrant Services, un grupo activista con sede en Nueva York, estimó que la principal razón por la cual los jamaiquinos no regresan a la isla es por la delincuencia.

"Reconocemos el impacto que ha tenido la violencia y la delincuencia sobre nuestro querido país, y nos preocupa mucho. Pero somos un pueblo de Dios, así que nunca nos damos por vencidos, a pesar de todos los obstáculos que tenemos", sostuvo Clare en una entrevista telefónica.

"Nosotros en la diáspora también debemos ayudar a encontrar una solución", añadió.

Para muchos jamaiquinos en el exterior es difícil hablar de las razones por las cuales se niegan a volver, debido a que son renuentes a perjudicar sus relaciones con gente en la isla.

Stephen Batchelor, un jamaiquino de 89 años de edad que regresó a Jamaica y vive en Spanish Town, un poblado afectado por la violencia de pandillas, expresó que sus antiguos vecinos en Inglaterra se niegan a regresar por miedo a la delincuencia.

"Me parece que el interés en regresar a Jamaica se ha desvanecido", comentó Batchelor, parado frente a la entrada de su casa, que fue asaltada por ladrones el año pasado.

Las buenas noticias en Jamaica son que los asesinatos y otros crímenes graves han disminuido desde el 2010, cuando el gobierno emprendió una ofensiva contra las pandillas. Para el 2012, la policía reportó 1.087 homicidios, la cifra más baja en nueve años. El ministro de Seguridad Nacional Peter Bunting dice que la isla tiene como meta reducir la criminalidad a "niveles del Primer Mundo" antes del 2017 cuando, estima, Jamaica no tendrá más que 321 muertes violentas.

Por ahora, sin embargo, continúa registrando una alta tasa de criminalidad. Chicago, que tiene aproximadamente la misma población, tuvo 506 asesinatos el año pasado. Jamaica ha tenido más de 1.000 homicidios cada año desde el 2004.

Una de las zonas más vulnerables es Mandeville, donde las anchas colinas están adornadas con casas grandes propiedad de emigrantes jamaiquinos que volvieron, entre ellas enormes mansiones con jardines internos y fuentes de agua.

Una mañana reciente, los Pottinger se juntaron con otros antiguos residentes de Gran Bretaña que han fundado una asociación a fin de apoyarse mutuamente. Recordaron los tiempos en que salieron de Jamaica hace 50 años.

Sin embargo, cuando la conversación viró hacia el tema de su jubilación en Jamaica, David Fyffe frunció el ceño. A pesar de que está en su lugar de origen, aún tiene que lidiar con la hostilidad de otros, en este caso de otros jamaiquinos envidiosos de sus recursos financieros.

"Las casas de los que vuelven del exterior son asaltadas cuando ellos van a la iglesia, cuando se van de vacaciones; se les hace trampa, fraude. Es cierto, las condiciones en Jamaica han empeorado y los que vuelven pueden ser asaltados", declaró Fyffe, quien tiene 70 años de edad y trabajó durante años para el sistema ferroviario británico.

La agrupación de jubilados enumeró las medidas de seguridad que han tenido que tomar: Mantener arriba las ventanas del automóvil, hablarle sólo a los policías que uno conoce, instalar cámaras de vigilancia, no merodear en la puerta de la casa. Los bananos deben mantenerse alejados de la calle porque si no se los roban.

Aun así, afirman que Jamaica sigue siendo un buen lugar para vivir, disfrutan de la compañía de familiares y amigos y aprecian estar en su lugar de origen, sin importar cuánto haya cambiado.

Pottinger manifestó que ella nunca tenía la intención de permanecer fuera del país.

"Ninguno de nosotros fue a Inglaterra con la intención de quedarse más de cinco años. Pensábamos que allá todo era de oro, que iríamos, haríamos dinero y regresaríamos", manifestó, al tiempo que sonreía al recordar.

 

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