La indignación es un sentimiento que se repite en los testimonios de distintos habitantes del casco de Chacao. En algunos se origina por la mala calidad de vida que han llevado en los casi dos meses de protestas, y en otros por la represión militar que sufren y que consideran injustificada.
Ayer, un grupo de vecinos barrió la acera de la avenida Uslar Pietri, donde los enfrentamientos entre manifestantes y Guardia Nacional Bolivariana (GNB) se repiten al menos cuatro noches por semana.
Para Tula Leal -quien vive a pocos metros del lugar donde la GNB se coloca- el del sábado fue el ataque más largo que han sufrido (de seis horas). Leal ha respirado bastantes bombas lacrimógenas, y asegura que ayer la avenida amaneció casi cubierta de los cartuchos.
El domingo al mediodía el olor todavía se sentía. Una de las que limpiaba utilizaba una camisa para taparse la cara. La señora, quien quiso ocultar su identidad, reclama que los jóvenes que protestan allí no son de la zona. “No es justo que todo esto pase en frente de nuestra casa. La gente que vive en mi edificio es tranquila, y en su mayoría de tercera edad”.
Unas cuadras hacia el Este, en la avenida Mohedano, otra vecina, María de Los Ángeles Quintas hace un reclamo similar. El sábado en la noche un vehículo ballena de la GNB apuntó a su edificio -el Sorocaima- y con su chorro rompió la totalidad de las ventanas de un apartamento, y algunas ventanas de romanilla del suyo.
Quintas asegura que en la esquina con la avenida Francisco de Miranda se congrega con frecuencia un grupo pequeño de jóvenes encapuchados que levantan las alcantarillas y queman basura. “Si todos los vecinos bajamos y los convencemos de dejar la violencia estoy segura de que no van a volver. Esta noche los enfrentaré, porque si tengo que vivir un mes más como este, preferiría no vivir”, sentenció. Cree que los enfrentamientos cotidianos están causando un problema de salud pública mental y una ruptura en la convivencia de los vecinos.
En el edificio Mediterráneo, Daniela López denuncia que de las torres Colón y San Pedro (que quedan al frente) se les agreda. Dice que les tiran objetos y bombas lacrimógenas que caen en los balcones. “Ellos nos reclaman que nosotros no ataquemos a la guardia y que no les lancemos cosas”.
Asegura que la división entre los que apoyan la protesta y los que no es tan fuerte que no hay espacio para las críticas. Relata cómo algunos de sus vecinos son acusados de “chavistas” porque mostraron su descontento con los jóvenes que han levantado tanquillas.
Protesta como mal necesario
Para otros habitantes de la zona es preocupante cuando los jóvenes manifestantes no acuden al sector para continuar sus protestas. “Me hace sentir que la calle se enfrió y que todo el mundo va a pensar que aceptamos las torturas de la GNB y que queremos vivir haciendo cola en un mercado”, dice Tula Leal.
Junto a otro grupo de vecinos reclama que la GNB haya traído nuevas armas de más largo alcance. “De 10 bombas que lanzan, ocho son para los apartamentos y las otras para los estudiantes. Tienen resentimiento porque algunos apoyamos las protestas”, denuncian, aunque aceptan que hay grupos violentos dentro de los manifestantes.
Cuentan que ya no tienen miedo de la GNB y que se han acercado a negociar con los funcionarios pero solo reciben de ellos burlas e insultos.
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