Un inesperado aguacero cayó la tarde del lunes sobre miles de feligreses que esperaban entrar al Parque Bicentenario, donde el martes está prevista una nueva misa multitudinaria del papa Francisco.
Algunos fieles no dudaron en arrancar pancartas de las mallas para tratar de evitar lo que al final no pudieron: quedar empapados. Aun así, hubo a quien no le importó.
"Esto no es un sacrificio, es una demostración de fe", dijo Angélica Naranjo, de 71 años. "Porque Dios sufrió más que nosotros con esta lluvia, por darnos su amor", añadió.
El papa Francisco partió de vuelta hacia Quito, la capital ecuatoriana, luego de una estancia de siete horas en Guayaquil, la ciudad más habitada del país andino.
El pontífice celebró una misa multitudinaria en el parque Samanes, donde cientos de miles de fieles soportaron un inclemente sol.
Luego tuvo un almuerzo privado con sacerdotes jesuitas, con quienes degustó ceviche de camarón y consomé de gallina criolla y como plato principal pescado robalo.
El sacerdote Pedro Barriga, uno de los que almorzó con el papa dijo que fue un encuentro informal, pero emotivo.
Interrogado sobre cómo estuvo la comida, el padre dijo: "no me pregunte de la comida. Tengo cualidad de pobre, todo lo que me ponen, como".
El lunes, el papa volvió a encontrarse con Cortés, conocido aquí como "padre Paquito", luego de una misa multitudinaria en el parque Samanes de Guayaquil, Ecuador.
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