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Sergio Massa, un ex kirchnerista con ambiciones presidenciales

AP

21 de octubre de 2015 05:58 PM

En una reunión en 2009 con diplomáticos de Estados Unidos, el ex jefe de gabinete Sergio Massa disparó contra el matrimonio en el poder. De la presidenta Cristina Fernández dijo que era una sometida de su marido y antecesor, Néstor Kirchner, y del ex mandatario que actuaba como un "psicópata" con complejo de inferioridad.

La franqueza de Massa, plasmada en un cable de la embajada estadounidense en Buenos Aires que integró un año después la serie de revelaciones de WikiLeaks, fue el corolario de la ruptura que el peronista disidente había formalizado poco antes con los Kirchner al dejar su cargo de jefe de ministros del gobierno de Fernández.

También presagiaba el deseo del joven político, hoy diputado de 43 años por el opositor Frente Renovador, de armar un nuevo proyecto que lo consagrara presidente de Argentina.

Massa, tercero en las encuestas para las generales del 25 de octubre con la fórmula Unidos por una Nueva Argentina (UNA), apuesta a forzar una segunda vuelta electoral que incremente sus posibilidades de llegar al poder y para ello despliega un discurso propagandístico dirigido a un electorado harto de la inflación, preocupado por el avance del narcotráfico y temeroso de la inseguridad.

El ex intendente del próspero municipio bonaerense de Tigre tiene como mayores contendientes al peronista oficialista Daniel Scioli, seguido del conservador Mauricio Macri.

Sin embargo Massa ve cómo los sondeos le sonríen en los últimos días y sueña que el 25 de octubre Scioli no alcance los sufragios necesarios para imponerse en una primera ronda, Macri se quede sin fuelle y él pueda entrar en el balotaje.

Para ello el diputado se ha lanzado a captar votos de una clase media disconforme y seducida por un discurso que promete meter en la cárcel a los corruptos, echar mano de las fuerzas armadas para combatir a los narcotraficantes y librar de los impuestos a los asalariados.

Una encuesta de la consultora Opinión Pública Servicios y Mercados (OPSM) publicada días atrás en el diario El Cronista Comercial señaló que para el escenario de un balotaje en el que se enfrentarían Scioli y Macri, el primero sale favorecido con 48,4% de votos frente a 46% del segundo.

En otros dos escenarios de balotaje que resultan poco probables el beneficiado es Massa. Contra Scioli saca una ventaja de 52,4% frente a 39,5% y contra Macri una diferencia de 43,4% respecto de 34,9%.

Antes de las primarias de agosto Massa estuvo cerca de desistir de participar en la contienda, inseguro por las proyecciones negativas de los sondeos. Su buen puntaje en esos comicios, que no previeron los encuestadores, lo impulsaron a seguir batallando. Finalmente, se ha convertido en el factor que impidió la polarización prevista por los analistas entre los dos otros dos rivales.

Sus críticos dicen que es un falso y un simulador y que sus discursos están llenos de eslóganes de campaña que buscan adeptos, más que electores. También lo cuestionan por ser exponente de una corriente derechista que aboga por la mano dura contra los delincuentes, aunque sean menores de edad.

El aspirante a la presidencia propuso en su campaña que las fuerzas armadas se involucren en la lucha contra el narcotráfico y la inseguridad, una propuesta polémica por el pasado de represión ilegal perpetrado por diferentes dictaduras militares.

El propio José Manuel de la Sota, gobernador de la provincia de Córdoba que respalda al candidato de UNA, criticó a Massa en un libro editado en febrero en el que lo definió como un político al que le gusta "estar bien con Dios y con el Diablo" y que sus discursos están vacíos de contenido.

Los que lo elogian destacan que es el único que tiene propuestas concretas para resolver los problemas.

En su campaña, el candidato aseveró que si gana impulsará un proyecto para declarar la "imprescriptibilidad de los delitos de corrupción".

Al contrario que sus contrincantes, Massa ha detallado cómo resolvería el problema de la deuda pendiente de pago a un grupo de bonistas que litigan contra Argentina en Estados Unidos y le reclaman al menos 1.600 millones de dólares, un quebradero de cabeza que imposibilita la llegada de inversiones.

Dijo a corresponsales extranjeros que el país debería primero volver a los mercados mediante la consecución de créditos de organismos regionales y, una vez conseguidos, sentarse a negociar no solo con esos fondos buitre sino también con el resto de los acreedores que no entraron en los canjes de deuda realizados en 2005 y 2010.

Massa procede de una familia acomodada y de joven fue conservador. En los años noventa saltó a las filas del peronismo, entonces encabezado por el presidente neoliberal Carlos Menem (1989-1999), para después recalar en el puesto clave de director de la Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSES) durante el gobierno del también peronista Eduardo Duhalde (2002-2003).

Ese cargo en el que manejó los fondos públicos le garantizó una buena imagen que se proyectó durante la presidencia de Néstor Kirchner y lo convirtió en el elegido por Fernández, su esposa y sucesora, para ser jefe de los ministros.

Pero la ruptura con el kirchnerismo no tardó en llegar y con un grupo de alcaldes peronistas constituyó el Frente Renovador, plataforma política con la que ganó las elecciones legislativas del 2013 en la provincia de Buenos Aires y comenzó a construir su proyecto presidencial.

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