Columna


Adora quod incendisti

CARMELO DUEÑAS CASTELL

13 de septiembre de 2017 12:00 AM

Hace más de 1500 años Europa era un caos. Salvajes se enseñoreaban sobre los estertores del otrora majestuoso imperio romano. Clodoveo o Clovis, líder de uno de esos bárbaros, los Francos, era poderoso y tenía un gran ejército; bravos guerreros que lo admiraban como valiente en el campo de batalla. La mística que infundía Clovis iba de la mano de la adoración e idolatría a múltiples dioses. Por años arrasó, incendió y destruyó iglesias y templos cristianos, al tiempo que asesinaba sacerdotes católicos y se apoderaba de pueblos y villorrios. En esas paradojas de la vida tuvo a bien casarse con una princesa católica, Clotilde, quien por años intentó convencerlo de abandonar sus dioses espurios y convertirse al catolicismo. Y siempre Clodoveo se negaba enérgicamente reafirmando fidelidad a sus creencias. En una de esas cruentas batallas, enfrentado a los germanos, Clodoveo se dio cuenta de la incapacidad de sus dioses para ayudarlo en tan duro trance e hizo una promesa: si el dios de Clotilde lo ayudaba abjuraría de su religión, se bautizaría y se convertiría al cristianismo. Así fue, luego de una impresionante victoria, en un gélido día, la ciudad de Reims vistió sus más preciosas galas, se maquilló con un festivo jolgorio para que, en el marco de la hermosa Catedral, el obispo Remigio bautizara a Clodoveo y a más de 3.000 de sus guerreros. Según la leyenda, la botellita de aceite oleoso para el bautizo la llevo en su pico una pequeña paloma blanca, entre tanto, un ángel llevaba una bandera bordada con lo que, en adelante, sería el símbolo de los Reyes de Francia, la hermosa flor de lis. Muy seguramente, la razón por la cual Europa occidental es cristiana se encuentra escondida entre la bruma y los recuerdos de este masivo bautizo. Las palabras del obispo resuenan aún en los anaqueles de la historia: “Mitis depone colla, Sicamber, adora quod incendisti, incende quod adorasti”. Lo que en buen romance significa: “Doblega tu cabeza, oh Sicambro; adora lo que hasta ahora incendiabas, e incendia lo que adorabas”. La historia ha demostrado que no hay más fanático que un recién converso. Pues bien, eso  paso con Clovis y sus muchachos, en adelante se convirtieron en furibundos defensores del cristianismo.

La frase del obispo sigue siendo válida en la vida diaria; ustedes lo han visto, los otrora guerrilleros se transforman en blancas palomas, mientras que demócratas de golpes de pecho se convierten en reyezuelos o dictadores a ultranza. Con el tiempo y la distancia lo que un día fue motivo de adoración se convierte en abominación.

Y en ciencia es más que cierta. Lo que ayer era una verdad absoluta, venerada por todos, es destruida por la experiencia y la evidencia, dos jinetes de un apocalipsis circular que convierte en herejías las más grandes verdades y trastoca en falacias los dogmas.

*Profesor Universidad de Cartagena

crdc2001@gmail.com

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