Columna


Agenda por la paz

GIL ALBERTO FALCÓN PRASCA

15 de septiembre de 2017 12:00 AM

Con motivo del arribo del papa Francisco a Colombia, se ha dado el primer paso en Quito en el camino de alcanzar un acuerdo con el ELN.

Surgido al igual que las Farc en 1964, el ELN creció bajo el influjo de la Revolución cubana y la Teología de la Liberación, una corriente de la Iglesia católica que defendía la lucha a favor de los más pobres.

Como un gesto de paz, se ha pactado entre el Gobierno y el ELN un cese al fuego y de hostilidades bilateral a partir del 1 de octubre del 2017, hasta el 12 de enero del 2018.

Lo pactado compromete a ELN a detener los secuestros de civiles y militares y ordenar a sus combatientes evitar enfrentamientos con la Fuerza Pública.

Por el lado del Gobierno nacional, es su interés humanitario terminar con los costos sociales, ecológicos y económicos que conllevan el secuestro, la voladura de los oleoductos, así como la instalación de minas antipersonas.

La guerrilla, con la preocupación por el asesinato sistemático de líderes sociales, quiere velar por la seguridad de los líderes sociales y políticos, defensores de derechos humanos y reclamantes de tierras.

En relación a los procesos de verificación del cese del fuego se establece un mecanismo integrado por el Gobierno, el ELN, la ONU y la Iglesia católica.

Las Farc se convirtieron ya en la Fuerza Alternativa Revolucionaria de lo Común.

La implementación hasta ahora se ha desarrollado de manera vertical y unilateral, casi sin ninguna participación de la sociedad civil, incluso los espacios de participación previstos en el Acuerdo Final no han sido desarrollados.

En esta primera fase ha sido centralizada, sin mayor consideración y participación de las autoridades y de las organizaciones de la sociedad civil de los territorios afectados por el conflicto.

La manera en que se ha implementado el acuerdo, y la caída significativa de las acciones de difusión y pedagogía han contribuido a disminuir el entusiasmo, la esperanza y la movilización.

La ampliación de participación electoral y la articulación de todas las fuerzas sociales y políticas que aspiramos a la paz democrática son fundamentales, para que en las elecciones del 2018 y 2019 signifiquen un fortalecimiento del proceso de paz.

Volver a entusiasmar a la sociedad con la paz y poner la agenda de la paz como parte de la agenda social, requiere esfuerzos por articular agendas de las organizaciones sociales con la implementación del Acuerdo Final.

Hay que posicionar de nuevo la idea de que sin paz no es posible la agenda social, la agenda por la igualdad, por la democracia.

Las agendas de los movimientos sociales y la agenda de la implementación, son complementarias, no contradictorias.

*CUT BOLÍVAR

COLUMNA SINDICAL
cutbolivar@gmail.com

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