Columna


Alfonso López Michelsen

MANUEL DOMINGO ROJAS

13 de julio de 2013 12:00 AM

MANUEL DOMINGO ROJAS

13 de julio de 2013 12:00 AM

Corría el año de 1968. Y hasta Colombia y sus aulas universitarias llegaban los vientos de agitación del París de ese año. Era el gobierno de Carlos Lleras Restrepo. Por decreto se estableció la falla triple como sanción a la ausencia por huelgas y los universitarios organizamos unas marchas a Bogotá para exigir la derogatoria del decreto que implicaba acabar el derecho a la huelga.
Me correspondió comandar la marcha de las universidades de la Costa, que fue interceptada por la policía. Solicitamos que nos dejaran llegar a Valledupar y allí buscar fórmulas de entendimiento con el Gobierno. La razón de esa petición era que en el recién creado Departamento del Cesar fungía como su primer Gobernador Alfonso López Michelsen, quien, después de haber liderado el Movimiento Revolucionario Liberal contra el Frente Nacional, se había reincorporado a su partido. Y lo veíamos como una figura rebelde en quien aspirábamos encontrar refugio y apoyo para nuestra rebeldía.
Algunos años después, recién salido de la universidad, hice parte del Gobierno Departamental de Álvaro Escallón Villa en Bolívar, su amigo entrañable y “compañero de luchas”, y entré así a hacer parte del “Mandato Claro” del Presidente López Michelsen, el cual entendíamos como un gobierno de transición -después del férreo bipartidismo del Frente Nacional- hacía unas instituciones más abiertas y democráticas.
La vida me permitió ser su amigo, a pesar de nuestra diferencia de edades, porque en él encontré el pensador siempre lúcido y alerta, el estadista con visión continental y global, el aguerrido luchador por causas como la recuperación del Canal de Panamá, el matrimonio civil, el acceso de la mujer a la carrera militar y, al final de su vida pública, el acuerdo humanitario. Y a un hombre con un auténtico afecto por la Costa Caribe.
Cuando en el 2006 aspiré al Senado en una batalla improbable, dado el fenómeno paramilitar, tuvo el gesto de venir a Cartagena con Álvaro Escallón Villa para apoyarme, con verbo encendido, en la denuncia de la degradación de la política entendida como empresa electoral y lucrativa tomada de la mano con los dineros mal habidos.
En el que creo fue su último discurso en esta ciudad –en un coloquio organizado por  el Observatorio del Caribe, Fundesarrollo y el Centro de Estudios Económicos y Regionales del Banco de la República en agosto de 2006- señaló como causa de nuestro rezago regional el haber permitido que la política fuera penetrada por el narcotráfico y los dineros calientes.
Su propuesta, aún válida: rescatar la política para revalorizarla y devolverle a la Costa la vocación de poder con el verdadero sentido de la política al servicio de los intereses generales.

madorojas2@gmail.com

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS